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Crowdsourcing y ciencia: el extraordinario caso del olinguito

Decenas de ciudadanos han contribuido durante el último año a conocer un poco más el olinguito, una rara especie de mamífero descrita recientemente. Su aporte, más conocido como crowdsourcing, muestra cómo puede la ciencia avanzar en pleno siglo XXI.

En el año 2006, un artículo firmado por Jeff Howe introducía el concepto de crowdsourcing. Aquel número de Wired adelantaba un término que, casi una década después, revolucionaría campos como la exploración espacial, las aplicaciones basadas en geolocalización o el emprendimiento.

El crowdsourcing es la mezcla de dos palabras en inglés (crowd, multitud; y outsourcing, externalización), y ha sido traducida al castellano como «colaboración abierta distribuida» o «externalización abierta de tareas». En otras palabras, el crowdsourcing invita al gran público a unirse a proyectos e iniciativas antes cerrados, para aportar ideas frescas o relevantes, contar con nuevos resultados o analizar grandes cantidades de datos.

No hay duda de que el crowdsourcing puede revolucionar la ciencia ciudadana. Este segundo término se refiere a que la investigación, lejos de situarse en las conocidas como «torres de marfil», se abre a la sociedad, divulgando los proyectos científicos y apoyándose en la ciudadanía para seguir creciendo. Un gran ejemplo de cómo el crowdsourcing puede ser un buen aliado de la ciencia es la investigación sobre el olinguito.

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El olinguito, el nuevo mamífero que copó decenas de titulares

Hace justamente un año, científicos del Smithsonian’s National Museum of Natural History presentaban en rueda de prensa el descubrimiento del olinguito. Esta nueva especie de mamífero era endémica de algunos bosques de Ecuador y Colombia, y había sido identificada de manera incorrecta durante más de un siglo.

Tras diez años de trabajo, los investigadores consiguieron determinar que el olinguito era el ‘miembro más reciente’ de la familia Procyonidae. Su curioso aspecto llamó la atención de los medios de comunicación, que no tardaron en comparar al olinguito como si fuera una rara mezcla entre un gato doméstico y un osito de peluche.

La atención mediática que recibió el olinguito fue crucial para que la sociedad comprendiera el importante hallazgo realizado. Y es que según explicaba Kristofer Helgen en aquella rueda de prensa, «era muy raro descubrir una nueva especie de mamífero en pleno siglo XXI».

Aprender más gracias a la ciencia ciudadana

Un año después del descubrimiento del olinguito, el crowdsourcing ha demostrado ser una herramienta fundamental para la investigación. Y es que a partir de aquel hallazgo, los científicos del Smithsonian han recibido decenas de correos electrónicos describiendo el comportamiento del olinguito y aportando nuevos datos y fotografías sobre esta especie en sus ecosistemas naturales.

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El crowdsourcing, como anticipara Howe en aquel artículo, ha servido para conocer más sobre el olinguito, y demostrar el poder de la ciencia ciudana. Hoy en día los investigadores del Smithsonian han descubierto nuevos hábitats donde este mamífero vive, como la Reserva Natural Mesenia-Paramillo de Colombia, como explican en su blog.

No hay duda de que la investigación de este siglo puede y debe estar más abierta a la sociedad. El caso del olinguito muestra cómo es posible que decenas de ciudadanos anónimos contribuyan a generar más conocimiento. Explorar el mundo que nos rodea, y aportar nuevos datos sobre extraordinarios descubrimientos, debe ser la meta de la ciencia ciudadana.

Imágenes | Steve Blain, Juan Rendon, Smithsonian Institution

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