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Los dispositivos del futuro nos permitirán comunicarnos con los animales

Con Slobodchikoff, profesor de la Universidad de Northern Arizona especialista en comportamiento animal, está realizando importantes investigaciones en torno a esta cuestión

De entre todos los experimentos y avances en marcha podemos deducir muchas de las cosas que nos permitirán hacer los dispositivos móviles en el futuro. Control por voz y por gestos, dar órdenes a otros objetos, como la nevera o un sistema de riego, integrarse con el software que tendrán los coches… son algunos ejemplos. Sobre todo ello se está investigando y abundan las noticas acerca de los progresos que se van consiguiendo. En cambio, existen otros campos más inexplorados, pero que igualmente contribuirán a configurar la próxima generación de la electrónica. Entre ellos está la comunicación con los animales.

En unos años quizá los dispositivos nos permitan comunicarnos con los animales a través de sonidos. Cumplirían dos funciones. La primera de ellas sería entender su lenguaje, que emiten en forma de fonemas, aunque también se expresan a través de signos corporales, un aspecto que podría ser recogido igualmente por la electrónica mediante reconocimiento de imagen. A partir de ahí la información se analizaría para identificar qué han querido decir, cruzándola con una base de datos para buscar patrones comunes.  La segunda fase del proceso comunicativo consiste en dar una respuesta. Una persona podría dictársela a su smartphone y este la traduciría a los sonidos del animal, del mismo modo en que se traduce una frase del inglés al castellano.

Ésta es la idea que tiene Con Slobodchikoff, profesor emérito de la Universidad de Northern Arizona y especialista en comportamiento animal. Después de estudiar durante años los hábitos y formas de comunicación de los perritos de las praderas (roedores de tamaño mediano que emiten ladridos similares al canino) está investigando, junto a un colega experto en inteligencia artificial, técnicas para devolver respuestas a esta especie en su propio lenguaje.

Slobodchikoff ha estudiado detalladamente a los perritos de las praderas y ha comprobado que poseen un código complejo y definido. Los individuos de la colonia se comunican mediante alertas. Si se acerca un depredador se avisan los unos a los otros. Sin embargo, emiten sonidos diferentes si quien está cerca es un coyote, un perro o un humano, por ejemplo. Medidos en tiempo y frecuencia es posible identificar los patrones comunes que se emplean en cada situación por especímenes distintos.

Por ahora el científico sólo ha estudiado en profundidad a los perritos de las praderas. Pero se podría hacer lo mismo con diferentes especies. ¿Cómo se trasladaría este conocimiento a un dispositivo y, sobre todo, cómo se podrían devolver respuestas a los animales? Slobodchikoff y su colega están llevando un registro de los sonidos y utilizan tecnología basada en inteligencia artificial para analizar los datos y traducirlos para las personas (al inglés, en este caso). El proceso para que un humano emita la contestación sería el inverso, pasando del inglés al lenguaje de los perritos de las praderas.

Calculan que en cinco o diez años una versión lo suficientemente avanzada de esta tecnología podría estar disponible. Para crear sistemas de este tipo es necesaria una labor de estudio de campo profunda y a partir de ahí dejar utilizar técnicas relacionadas con el big data. De esta forma la comunicación con los animales se podría reducir a la captación de sonidos y la realización de consultas a una base de datos.

Dispositivos para cambiar la relación entre humanos y animales

Si entre las posibilidades que ofrecerán nuestros smartphones se contara la capacidad para comunicarnos de manera avanzada con los animales, esto podría representar un salto social más importante que muchas de las tecnologías que se están implementando actualmente, aparte de abrir la puerta a un estudio que entraría dentro de lo filosófico, para entender mejor a las criaturas, su integración dentro de las sociedades humanas se vería optimizada. Lo que no sólo sería positivo para ellos, las personas también se beneficiarían.

En un hipotético escenario como el que Slobodchikoff plantea, el dueño de un perro podría saber que éste tiene hambre cuando su dispositivo analice el tipo de ladrido. De la misma manera podría comprender que otro sonido significa “mi cuenco de deposiciones está sucio” (aunque el animal no los expresara de una forma tan fina). Estas interacciones no son especialmente complejas, pero se podrían llevar un nivel más allá. Cuando el perro estuviera teniendo un comportamiento agresivo sería más sencillo comprender por qué es así, calmarlo y descubrir una solución.

La convivencia o al menos la interacción con animales es constante en las sociedades humanas. No sólo como mascotas en las ciudades, también en granjas. En este último contexto tal vez se podrían mejorar las condiciones del ganado con pequeños esfuerzos, aumentando quizá la producción, tomando decisiones a partir de las conclusiones sacadas de comunicarse de forma más cercana. Slobodchikoff tiene la esperanza de que estas investigaciones sirvan para cambiar de alguna manera la relación de explotación entre el hombre y los animales por una más cercana al concepto de asociación.

Imagen:  37prime

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