Identidad digital

Yo sé quién soy en las redes

Desde la llegada de Internet, hemos ido transportando paulatinamente nuestra vida cotidiana a la Red. Por tanto, es lógico hablar ya de identidad digital.

La necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e imperativa que el ser humano no podría estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerla. Necesitamos saber quiénes somos y cómo queremos que nos vean los demás. Así lo expresaba Cervantes a través de su personaje más universal:

—Yo sé quién soy —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías.

Y la llegada de Internet ha añadido una nueva dimensión al concepto de identidad, pues la identidad digital trata acerca de qué mostramos de nosotros mismos en las redes y de cómo lo hacemos. El desarrollo de un yo digital ha sido impuesto por el éxodo que hemos experimentado a lo largo de las dos últimas décadas desde la vida física a la vida online. Ahora compramos en Internet, trabajamos, escuchamos música, vemos películas o televisión, resolvemos trámites burocráticos, nos enamoramos… Es decir, que hemos trasladado, total o parcialmente, actividades que antaño solamente tenían una proyección presencial al mundo digital.

Y el pasar a habitar las redes nos ha obligado a tener que ser alguien allí, a manifestar nuestra identidad digital. Pero ahora es más complejo de controlar que antes. En el mundo físico gestionamos nuestra identidad ante un número reducido de personas; en Internet, nuestros rasgos y comportamientos pueden llegar potencialmente a todo ser humano que esté conectado a la red.

La identidad digital conlleva oportunidades pero también serias amenazas. Esto es algo que estudia el informe de Fundación Telefónica Identidad digital: el nuevo usuario en el mundo digital. Cómo gestionar el equilibrio entre nuestra presencia en Internet y el mantenimiento de nuestra seguridad y privacidad, qué relaciones existen entre identidad digital y fenómenos tecnológicos como el cloud computing o el big data, son algunos de los temas que aborda la publicación.

Identidad digital: nuestra nueva vida en la Red

La identidad digital es un concepto muy amplio que depende en gran medida de los distintos tipos de datos.  Según los datos considerados, podemos hablar datos de identidad individual, de comportamiento, derivados o calculados y voluntariamente creados por el usuario.

Los datos de identidad individual son los que nos identifican, como el nombre, fecha de nacimiento, número de DNI, de Seguridad Social…

Por su parte, los datos de comportamiento hablan de lo que hacemos en las redes: transacciones, historial de navegación, datos de localización, historial de compra, accesos, etc.

Los datos derivados o calculados son los que utilizan terceras personas para saber más de nosotros, son derivados de manera analítica para perfilarnos. Un ejemplo de esto puede ser el valorar el riesgo de un cliente antes de darle un crédito.

Por último, está el tipo de datos que generamos nosotros mismos para identificarnos en Internet: pinchando “me gusta” en redes sociales, opinando sobre productos, participando en redes profesionales, opinando en foros…

La experiencia online resulta cada vez más absorbente e inmersiva; la comunicación es en tiempo real, multidireccional y masiva. Los expertos ya están alertando sobre el carácter fuertemente adictivo del medio digital. En un entorno que produce cambios en la propia identidad del usuario que ahora comienzan hacerse evidentes.

El cambio más notable es quizá el relacionado con los procesos de socialización, dado que nunca antes habíamos tenido la capacidad de relacionarnos con tantas personas al mismo tiempo. La tecnología nos permite superar nuestro círculo de relaciones y amplificar nuestro potencial de socialización, superando barreras de distancia, tiempo e incluso de idioma.

Identidad digital

Pero navegar por Internet y el exceso de información también traen consigo cambios cognitivos en el individuo que pueden no ser muy positivos, especialmente todo lo relativo con la pérdida de capacidad de atención. La multitarea y las lecturas no secuenciales modifican nuestra forma de centrarnos en los contenidos y, aunque pueden hacernos más eficientes en el desarrollo de tareas, también pueden hacernos más superficiales e uniformes.

Por supuesto, el concepto de privacidad es otro de los elementos intrínsecamente asociados a la identidad digital. Voluntaria o involuntariamente cada vez en mayor medida exponemos información en las redes perteneciente a nuestro ámbito  privado e íntimo. La gestión eficiente de los datos que compartimos se convierte en una necesidad y en una habilidad imprescindible para el ciudadano digital.

Resulta curioso que, según el informe, antaño nosotros elegíamos qué datos hacer públicos, mientras que ahora los jóvenes consideran que Internet es por defecto público, así como todo lo que hacen allí, y desarrollan estrategias para convertir en privadas ciertas conversaciones.

Otro aspecto que debemos aprender a gestionar es nuestra reputación social, dado que la información acerca de nosotros se replica rápidamente a lo largo y ancho de la red, escapando de nuestro conocimiento y control. En este sentido el libro presenta una serie de ejemplos de servicios de seguimiento y creación de reputación en Internet para hacer frente a este problema, como son Reputation.com, InternetReputation.com o Webrunner.com.

El último grupo de cambios que trae consigo la e-life es el relativo a nuestras relaciones con las administraciones. Los desarrollos de las últimas décadas en el campo de la informática y de las telecomunicaciones han puesto a disposición de las administraciones aplicaciones y tecnologías que permiten establecer una relación digital con el ciudadano que ya casi puede sustituir a la relación presencial.

En resumen, el estado actual de la web social contribuye a la construcción de una identidad digital cada vez más madura, transparente y aumentada, y los expertos llegan a sugerir que las redes no solamente determinan nuestra identidad digital, sino que pueden llegar a influir en nuestra identidad como persona.

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