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La era de los robots capaces de sentir dolor está cerca

Parece extraño el hecho de dotar de la capacidad de sentir dolor a un robot, pero no es un concepto tan extraño. Objetivo: protegerlos y que se protejan ellos mismos.

La era de los robots ya está aquí. Es un hecho innegable que los progresos tecnológicos que atañen a estos elementos progresan día a día, a una velocidad pasmosa. Hemos pasado de soñarlos y verlos en el mundo de la ciencia ficción a hablar de ellos casi de forma continua.

Los debates se han centrado en las leyes de la robótica o sus utilidades a corto y medio plazo. Así como imaginar un mundo futuro en el que dichos robots sean los encargados de llevar a cabo muchas de las tareas que hoy se realizan por humanos. Y una de sus ventajas, sobre todo para aquellos empleos peligrosos, es que no sienten dolor. Esos lugares peligrosos, difíciles para los seres humanos son el mejor lugar donde estos androides pueden encuadrarse. Sin embargo, dos investigadores de la Universidad Leibniz de Hannover, han llegado a la conclusión de que dotar de un sistema nervioso a los robots es esencial para su éxito. Si estas máquinas son capaces de sentir «dolor» en alguno de sus motores, engranajes o electrónica tendrán la capacidad de proteger sus propias estructuras y evitar posibles daños. Si lo pensamos desde un punto de vista económico, la idea de que sean capaces de evitar el daño supone que no habrá que repararlos y gastar más dinero en ellos.

El mismo instinto de autoprotección que caracteriza a los seres humanos, y que garantiza en medida de sus posibilidades mantenerse con vida ante situaciones complejas, es lo que precisamente se busca en los robots. De hecho, los sistemas nerviosos de las personas han servido de inspiración para la creación de estos sistemas.
Sistema Nervioso

Este mecanismo funciona a través de un tejido que simula la piel humana y con todo un sistema nervioso situado debajo de este tejido. La ventaja es que es un tejido programable y, al contrario de lo que sucede con las personas,podremos decirle cuál es su umbral del dolor y cuando tiene que decir «¡ay!». El «cerebro» del aparato tendrá la capacidad de estudiar todos sus sistemas y determinar si debe parar o, si por el contrario, puede aguantar un poco más trabajando.

En cualquier caso, no tenemos que confundir el hecho de que sean capaces de sentir dolor con la idea de que los robots del futuro tengan sentimientos. De momento, ese paso no se ha alcanzado y, esperemos, tarde en llegar.

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