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Qué es y para qué sirve el ADN basura o ADN no codificado

Científicos de todo el mundo trabajan en descodificar el significado de nuestro ADN. A parte de entender nuestros genes, los científicos tratan de descifrar las funciones del ADN no codificado, el cual forma prácticamente el 98% de nuestro ADN

Desde hace muchos años sabemos que nuestra información genética está plasmada en el ADN, con sus famosas estructuras  de doble cadena de nucleótidos en forma de doble hélice, confirmada en la famosa fotografía 51 de Rosalind Frankin. El ADN de todo ser vivo y de algunos virus contiene las instrucciones necesarias para construir los componentes de las células, como pueden ser las proteínas y las moléculas de ARN.

Dentro del ADN o ácido desoxirribonucleico, algunos segmentos específicos son los encargados de almacenar la información genética y se les llama por tanto genes. Aunque se podría pensar que la mayor parte de nuestro ADN son genes, nada más lejos de la realidad, ya que sólo un 2 por ciento aproximadamente se encarga de esta función. El resto es lo que se ha pasado a denominar ADN no codificado, pero se ha popularizado, debido a la prensa en los años 60, con el nombre de DNA junk o en su traducción al español ADN basura. Por otro lado, mientras que en humanos tenemos este 98% aproximado de ADN no codificado, el genoma bacterial contiene tan solo un 2% aproximado de ADN no codificado. Entonces, ¿qué es y para qué sirve tal cantidad de ADN no codificado?

adn no codificado

Al principio se pensó que esta parte del ADN no tenía ninguna función específica ni útil, de ahí su nombre. Esto llevó a un intenso debate entre darwinistas y creacionistas sobre las razones por las que un porcentaje tan elevado de nuestro ADN no tenía valor alguno. Si esta parte del ADN no tuviera ninguna función, no tendría ningún sentido evolutivo para estar ahí, ya que realizar copias del mismo, requiere el consumo de recursos y energía para la célula.

Los individuos que hubieran eliminado este ADN “inútil” tendrían una ventaja sobre el resto. Aunque la mayoría de la comunidad científica estaba convencida de que el ADN no codificado debería tener una importante función, fue recientemente gracias al proyecto ENCODE, cuando por fin se han podido identificar las diversas funciones que realiza. Las conclusiones del proyecto ENCODE explican cómo el ADN no codificado tiene funciones que son fundamentales para el correcto funcionamiento celular, por lo que el debate entre ambos grupos (creacionistas y darwinistas) ya no tiene razón de ser.

ADN no codificado, los interruptores de los genes

Como decimos, el proyecto ENCODE, cuyo objetivo es identificar todos los elementos funcionales del genoma humano y donde han participado grupos de investigación de todo el mundo, se ha podido concluir el papel fundamental de estas estructuras dentro de nuestro ADN. Desde el año 2003 se está trabajando en este proyecto que es el relevo del famoso Proyecto Genoma Humano que permitió secuenciar por primera vez la totalidad de nuestro genoma. En el año 2012 se publicaron los resultados donde se hablaba de hasta 120 funciones diferentes para el ADN no codificado.

El ADN no codificado está formado por secuencias que no puede ser traducidas en proteínas y se pueden encontrar entre las propias cadenas de genes codificantes pero también incrustado entre las secuencia de genes ayudando a separar unos de otros. Funcionalmente, se podría decir que el ADN no codificado sería como un panel con millones de interruptores que encienden o apagan los genes indicando cuándo y dónde producir las proteínas necesarias para la célula.

Los genes tienen la carga genética de lo que somos, pero el ADN no codificado activan y desactivan los genes para indicar a la célula cuando producir las proteínas necesarias para su correcto funcionamiento.

Según las últimas estimaciones alcanzadas por el proyecto ENCODE en torno al 80% del ADN contendría elementos relacionados con alguna función bioquímica de las que hemos explicado pero aun hoy se sigue trabajando para contrarrestar estos datos ya que no existe unanimidad sobre los mismos entre la comunidad científica.

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