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Biosensores y abrazos para los bebes prematuros

Un grupo de investigadores crea unos biosensores inalámbricos que permiten seguir una monitorización completa de la evolución del prematuro sin la necesidad de cables.

Está demostrado que para mejorar el crecimiento y evolución de un bebé prematuro son fundamentales los abrazos y caricias de sus padres. El contacto físico es uno de los mejores cuidados que se le pueden dar a estos pequeños que, sin poder elegirlo, llegan al mundo antes de lo que les toca y suelen demostrar una fuerza increíble para unos seres tan pequeños.

Curiosamente, a pesar de no llegar siquiera a los 900 gramos, suelen ser ellos los que transmiten fortaleza, ánimo y ganas de pelear a sus padres y al equipo médico que les rodea en esos tempranos días y semanas de vida en los que se agarran con fuerza al mundo. Los avances de la ciencia y la medicina han permitido que el porcentaje de bebés prematuros que consiguen salir adelante sea del 90%.

Sin embargo, la imagen de ver un bebé neonato rodeado de cables y vías que salen de un cuerpo tan pequeño no solo hace difícil para padres y personal sanitario ver al pequeño luchar, sino que suma complicaciones para darle los abrazos y los mimos que tanto madre, padre y bebé necesitan. Además, es también complicado para los médicos y enfermeras poder lavarle, o incluso aplicarle los tratamientos que requieren.

Ahora, la tecnología y la ciencia dan un paso más juntas para hacer mucho más fácil que padres y niño o niña se den calor físico, abrazos, mimos y cariño.

¿Cómo? Biosensores

Un grupo de investigadores de la Universidad de Northwestern ha desarrollado unos biosensores inalámbricos que permiten seguir una monitorización completa de la evolución del prematuro sin la necesidad de cables, lo que permite que tanto progenitores como médicos puedan cogerle mejor, asearlo o cambiarle el pañal o pijama.

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Los biosensores aseguran la salud del bebé

El equipo de trabajo lo conformaron un total de 45 profesionales entre pediatras, ingenieros y dermatólogos. Liderados por John Rogers, un pionero en bioelectrónica, que aseguraba: «Queríamos eliminar el lío de cables y adhesivos agresivos asociados con los sistemas de monitoreo existentes y reemplazarlos con algo más seguro, más centrado en el paciente y más compatible con la interacción padre-hijo». Por ello, el material del sensor es mucho más suave para evitar dañar la delicada piel de los bebés.

Han conseguido sus objetivos y mucho más. Y es que, han comprobado que sus sensores son capaces de registrar más datos que los métodos utilizados hasta ahora. Los sensores se aplican uno en el tórax y el otro en un talón, monitorean las constantes vitales de los pequeños, y conducen la información a una antena receptora que está debajo del colchón de la cuna o incubadora.

En cuanto al aumento en la precisión de las constantes, se debe a que los métodos tradicionales registran la frecuencia respiratoria, el nivel de oxígeno en sangre, el ritmo cardíaco y la temperatura corporal. A ellos, los nuevos sensores suman: flujo sanguíneo, presión arterial y funciones vitales durante la interacción con los padres.

¿Inconvenientes?

«Cada vez existe un mayor número de dispositivos inalámbricos que se conectan a los pacientes en el ambiente hospitalario. Sus ventajas son evidentes, pero el riesgo de interferencias, accidentales o voluntarias, genera dudas acerca de la seguridad de los mismos», argumenta Manuel Sánchez Luna, jefe del Servicio de Neonatología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y presidente de la Asociación Internacional de Neonatología en declaraciones a El Mundo.

Aunque también recalca que es una innovación sensacional muy esperada desde hace tiempo, ya que los cables dificultan en exceso la movilidad de los prematuros y el contacto con los padres, que también considera imprescindible.

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El cuerpo médico tiene acceso constante a la información del bebé

Es decir, los inconvenientes iniciales no suponen sino un escalón que sortear mediante desarrollos más precisos: “El reto será mantener la seguridad de la conectividad y evitar los riesgos de interferencias en los centros hospitalarios”, señala Sánchez Luna.

Disponibilidad y usos

Según han estimado sus creadores, los biosensores podrán estar totalmente operativos en dos o tres años, aunque se han realizado pruebas en un total de 70 neonatos de los hospitales Prentice Women’s Hospital y en el Ann & Robert H. Lurie Children’s Hospital de Chicago. Los próximos pasos también se enfocan a conseguir que llegue a países como Pakistán o Zambia.

En cuanto a sus posibles usos, también se podrán utilizar para monitorizar los embarazos, o en pacientes de cuidados intensivos, tanto adultos como niños. Un pequeño sensor con un enorme potencial para detectar y hacer seguimiento de dolencias.

El estudio ha sido publicado en la revista Science, y la Universidad de Northwestern ha publicado también su propio artículo al respecto de la innovación en su web oficial.

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