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Este diminuto microchip aguanta más de 300 grados de temperatura

La capacidad de un microchip para soportar altas temperaturas es importante en determinados procesos industriales.

Los dispositivos electrónicos normalmente están construidos para funcionar a temperatura ambiente. Si las condiciones se extreman algunos de sus componentes se estropean y el funcionamiento falla. Los microchips no son los componentes que se deterioran en primer lugar, de hecho su límite puede llegar a los 200 grados sin que mermen las capacidades. Pero existen algunos procesos industriales que requieren un mayor aguante para progresar, entre ellos está la obtención de energía geotérmica.

Investigadores del Fraunhofer Institute for Microelectronic Circuits and Systems, en Alemania, han logrado crear un nuevo proceso de fabricación de chips que permite construir modelos capaces de soportar temperaturas más altas. Un microchip desarrollado de esta manera puede funcionar sin problemas a 300 grados, mientras que los actuales pierden fiabilidad y rendimiento a más de 200 grados.

El microchip tiene un tamaño de 0,35 micras, el más pequeño de los que soportan temperaturas extremas hoy en día. Para hacerlo tolerante a un calor tan intenso, los científicos se sirvieron de un proceso especial de fabricación, que introduce una capa de aislante entre los transistores del dispositivo. Así, se evita que las filtraciones de corriente eléctrica afecten a las operaciones del chip, un fenómeno que se va haciendo más común a medida que aumenta la temperatura, pues el ambiente ofrece una mayor conductividad.

La solución que se había ideado hasta ahora para combatir las altas temperaturas era el enfriamiento de los microchips. Había que estar constantemente refrigerando los componentes sensibles al calor, lo que requiere un esfuerzo permanente para el sistema, así como un gasto de energía. El nuevo proceso de fabricación creará modelos que no tengan este inconveniente.

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Entre los procesos industriales que pueden beneficiarse de este avance está la obtención de energía geotérmica. Este caso es bastante mostrativo, porque las temperaturas que se alcanzan por debajo de la corteza terrestre son realmente altas y las máquinas tienen que valerse por sí mismas, no hay lugar para la intervención humana. De ahí la importancia de que los chips funcionen correctamente.

Cuando se excava en la corteza terrestre de cuatro a seis kilómetros la temperatura es de entre 150 y 200 grados. Todo este calor es aprovechable como energía, pero las máquinas que perforan  cuentan con una tecnología que tiene que estar preparada para estas condiciones, cuanto más lo esté mayor profundidad se podrá alcanzar y mayor será el flujo energético. Pero la autonomía de la maquinaria depende de sensores y otros dispositivos de tecnología punta, que no soportan las altas temperaturas todo lo bien que sería deseable. No es el único proceso de corte industrial que puede aprovechar las ventajas del nuevo microchip, incluso funciones más cotidianas, como controlar la turbina de un avión, se podrían hacer de forma más precisa, pues los sensores se colocarían más cerca del motor.

Imagen: Defence Images, Fraunhofer Institute

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