El coche conectado recibe impulso español

Ir en un automóvil sin conductor, sabiendo que te va a llevar a tu destino respetando las normas de circulación y parándose en los semáforos cuando es necesario sin que tú estés pendiente del freno, el acelerador o el cambio de marchas, a día de hoy sigue pareciendo un sueño. Pero este sueño puede materializarse en breve gracias al trabajo de un grupo de científicos españoles que desde hace 5 años trabajan en un programa de I+D llamado “Autopia”.

A las 13:30 de la mañana de un lunes primaveral, nos encontramos en el solar que hay detrás de los edificios que componen el Centro de Automática y Robótica del CSIC y la Universidad Politécnica de Madrid en Arganda del Rey. Sentados en el interior de un Citroën color plateado de cambio automático y acompañados por Jorge Godoy, el ingeniero más joven del equipo, estamos ante una carretera asfaltada que simula una calle de una ciudad española. De hecho, estamos ante el típico cruce en el que a nuestra derecha se encuentra un semáforo que nos indica que tenemos que esperar a que se ponga en verde para dejarnos pasar. Nada fuera de lo normal, sino fuera porque tras recibir la autorización luminosa, el coche comienza a moverse sin que nadie esté en el asiento del conductor. El volante se mueve solo, y el freno se activa y desactiva siguiendo a la perfección el camino indicado sin que intervenga un ser humano. Y lo hace a 21 kilómetros por hora. ¿Cómo es posible?

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Carlos González, el investigador más veterano del grupo y que lleva trabajando en él desde que se originó el equipo, nos da las claves: “El coche está controlado por ordenador y a través de sistemas de comunicación se controlan los semáforos. En la demostración lo que mostramos es que cuando el coche se acerca, la señal se pone en rojo porque así lo hemos programado, pero lo esencial es que el coche está interactuando con la infraestructura”. Rodolfo Haber, que se acaba de incorporar al proyecto añade: “Los coches se comunican utilizando el protocolo 802.11p, que contempla varias especificaciones entre la que está la que permite la comunicación inalámbrica entre varios coches”.

La demo a la que hemos asistido está diseñada para situaciones de emergencia. “Desafortunadamente vivimos en una época en la que las ciudades cada día están más sometidas a situaciones límite debido a diferentes causas como por ejemplo, el terrorismo. Por eso, es necesario contar con vehículos que sean capaces de interactuar con las señales de tráfico para poder gestionar la reacción a esa señal”, señala Rodolfo. Este proyecto forma parte de otro de mayor envergadura de carácter europeo y en el que uno de los escenarios es precisamente la gestión de contingencias. Pero no es el único que desarrollan. También trabajan con empresas españolas y multinacionales en proyectos a largo plazo con muchas derivadas, que les permiten seguir investigando y ocupar el décimo lugar a nivel mundial en el estudio de la automatización de los sistemas inteligentes de transporte, según reconoce la “IT Play Transaction on Intelligent Transportation Systems”.

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Carlos recuerda los inicios hace 20 años, cuando sólo estaban en el equipo, él, Teresa de Pedro y Ricardo García Rosa. La idea de utilizar un coche surgió cuando a Ricardo le daban quimioterapia para curar una leucemia. Entonces se dio cuenta que los robots móviles en los que habían estado trabajando para automatizarlos podían ser sustituidos por coches, lo que sería mucho más económico. Ahí empezó la idea y la ejecución de diferentes programas con un único objetivo: “La visión global la tenemos planteada desde el minuto uno, aunque nunca hemos llegado a completarla. Básicamente la idea es que sea un gestor integral quien asuma el control de los coches y de las ordenes de adónde tienen que ir, cuándo tienen que detenerse, etc. El gestor tendría que ser parecido al que tenemos en los teléfonos móviles. Es decir, que forme un todo con el coche para controlarlo cuando se acerque al límite”.

Para Rodolfo, el desafío es que los coches autónomos sean capaces de “convivir” con otros que no lo sean. Pero para que eso pase es necesario que el sector privado apueste por invertir en la logística de las ciudades y en los componentes necesarios para garantizar el procesamiento de parte de la información por parte del coche y que esa información se pueda alojar en la nube. Para ello también pide que la Administración coordine el proceso y no sólo regule, ya que la automatización del sector es un hecho en el que grandes empresas y con una gran visión de futuro como Tesla ya han empezado a trabajar.

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Pero volviendo al proyecto español, con el programa “Autopia” se han hecho pruebas con cinco coches, todos de la marca Citroën. La última incorporación es un Citroën DS amarillo, instrumentado por ellos y transparente para el usuario. Con conmutadores en el retrovisor y un ordenador en el interior, desde el que acceden a los actuadores, tanto a los propios del coche como a otros modificados por ellos. El automóvil está a la espera de la autorización de la Dirección General de Transporte (DGT) para circular por el centro de Madrid, ya que irá con conductor. Es la única condición que ha puesto la DGT para poder permitir su uso inmediato en las ciudades. Rodolfo nos comenta que teniendo en cuenta los últimos estudios que llegan de Estados Unidos, no le sorprende. Los americanos señalan que una de las mayores limitaciones para que haya un uso masivo del coche automatizado está en lo que le pasa a las personas cuando están dentro de un vehículo sin conductor, y que va desde la sensación de mareo hasta los ataques de pánico o ansiedad. Por eso, ya hay compañías norteamericanas que están trabajando en crear sensaciones positivas dentro del coche para evitar estos efectos secundarios. A partir de ahí, habrá que incluir sistemas de seguridad como tienen los aviones para incrementar la robustez a base de redundancia y soluciones técnicas.

Con este último modelo se quiere llegar a la automatización total. Es decir, casar las expectativas que los fabricantes y los medios de comunicación han creado con la realidad. Y aunque ninguno se atreve a dar una fecha en la que esto ocurrirá, sí que todos están de acuerdo en que para llegar a este punto hay que pasar por varias fases. La primera, es que los coches procesen la información, la segunda es que se comuniquen con los elementos externos que regulan la circulación y la tercera, que piloten solos. Si ya estamos en el inicio de la segunda fase, es cuestión de muy pocos años que el coche conectado deje de ser una novedad.

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