La revolución industrial 2.0 llega de la mano de las impresiones en 3D

Como si hiciéramos real una novela de ciencia ficción, ya es posible pasar de un diseño creado en el ordenador a un prototipo generado en nuestra propia impresora, en casa. La revolución industrial ya no pasa por grandes fábricas con volúmenes de producción elevadísimos, sino que se adapta a la oferta y la demanda, personalizando nuestras piezas o componentes en función de lo que busca el cliente.

Desde hace más de treinta años, se conoce la existencia de las impresoras 3D, aunque sólo se utilizaban en la producción de prototipos, dado el enorme gasto que suponían. Sin embargo, la introducción en el mercado de compañías como MakerBot o Digital Forming ha permitido reducir los tiempos y costes de producción (se pueden conseguir este tipo de impresoras por entre 2000 y 3000 €).

Una base lunar en tu impresora

La Agencia Espacial Europea, junto con el arquitecto y Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2010, Norman Foster, y la compañía inglesa MonoLite, a través de su impresora en 3D D-Shape, planean construir una base lunar partiendo de arena de nuestro propio satélite. La novedad del proyecto consiste precisamente en el tipo de material de fabricación, ya que hasta ahora se realizaba con arena de origen terrestre.

La empresa británica tiene como emblema la siguiente frase: «Lo que no podía ser hecho, ahora es posible» (What couldn’t be done, now can be done). Partiendo de planos realizados en CAD 3D, la base se imprime en capas con una velocidad de 2 metros por hora (se prevé que en el futuro se haga a 3,5 metros por hora). Cada capa tiene un espesor de 5 a 10 mm, y el conjunto de la edificación necesita sólo de 24 horas para endurecerse. Gracias a las impresiones en 3D, los equipos espaciales son capaces de construir de forma más rápida y económica las futuras colonias que, tal vez en algún momento, lleguen a estar sobre la superficie lunar.

Impresoras 3D: el futuro de la eHealth

Lee Cronin es profesor de Química en la Universidad de Glasglow, que llevaba tiempo dándole vueltas a la misma pregunta:  ¿podría ser posible imprimir nuestros propios medicamentos en casa? Las ideas que surgieron en su grupo de investigación fueron consideradas como unas de las más brillantes entre el Top 100 de la revista Discover Magazine.

En su charla en la serie de conferencias Tedtalks, Cronin propone que a partir de un set de tintas simples  se podrían crear moléculas complejas, que son las que luego forman parte del medicamento . ¿Pero cómo podemos hacer equivalente una reacción química de un laboratorio a un proceso de impresión en 3D? El prototipo de Cronin no sólo busca contar con los ingredientes necesarios, sino también poder mezclarlos con la calibración y el ajuste exactos.

Es decir, nuestra impresora 3D tendría que ser programada de forma previa para que no sólo se utilizaran las tintas en la cantidad adecuada, sino que mediante lo que denominan reactionware se controlara la tasa y velocidad a la que los distintos componentes entran en el sistema de impresión. En otras palabras, miniaturizar un laboratorio de química orgánica a través de una impresora 3D.

Esta producción de fármacos «a la carta» podría tener un gran impacto tanto en países desarrollados como en zonas más empobrecidas. Ello es debido a que sería más accesible construir fármacos mediante esta pionera técnica de ingeniería química, por lo que los costes de producción de medicamentos se verían reducidos.

Esta revolución en medicina se une a otras como la generación de órganos o tejidos mediante impresiones 3D. Aunque ambas aplicaciones se encuentran lejos de llegar al mercado, como en el caso de la construcción de prototipos industriales o la customización personalizada de nuestros productos a demanda de cliente, qué duda cabe de que este tipo de avances tecnológicos supondrá una revolución en el campo de la salud.

Quizás en menos tiempo del que pensamos podamos utilizar estas bioimpresoras desde casa tras realizar una consulta online con nuestro médico, que sería el que nos preparara la receta de fármacos que debiéramos construir y tomar. Y es que como decían en aquella vieja película, «el futuro ya es historia«, la revolución de la impresión 3D también podría llegar a medio plazo a la industria farmacéutica.

Imágenes | Wikipedia, Flickr

 

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