¿Estamos más cerca del ciborg?

El hombre máquina que imaginó el escritor Isaac Asimov podría estar más cerca de la realidad que nunca

Manfred Clynes es un científico nacido en 1925, que a lo largo de su vida ha realizado importantes contribuciones al conocimiento del estudio de los sistemas biológicos y a la neurofisiología. Por su parte Nathan S. Kline, que falleció hace justo treinta años, fue un médico cuyo trabajo se centró en los fármacos utilizados en el área conocida como psicofarmacología.

¿Qué tienen en común ambos investigadores? En 1960, publicaron un artículo en el que introdujeron el concepto de ciborg, que alude al término en inglés de cybernetic organism. En aquel trabajo, Clynes y Kline hablaban de las posibles ventajas de usar sistemas mixtos de máquinas y humanos para la exploración del espacio exterior.

Las investigaciones posteriores comenzaron a desarrollar este concepto, para así conseguir nuevas tecnologías que supusieran una interacción íntima entre seres humanos y máquinas. Muy a pesar de ambos científicos, el término ciborg también se utilizó para describir algunas películas que poco o nada tenían que ver con su idea, como en el caso de Terminator.

Pero, ¿existen ya los ciborg? ¿Cuáles son los avances tecnológicos que se inspiraron en aquella publicación de Manfred Clynes y Nathan S. Kline? Hoy os contamos si los sistemas mixtos entre seres humanos y máquinas son ya posibles, o cuan de cerca estamos de conseguirlo.

Ciborg: integrar la electrónica en nuestro cuerpo

Desde un punto de vista estricto, una persona que tenga implantado un marcapasos debería ser considerada como un ciborg, ya que en este caso la interacción entre el dispositivo electrónico y el cuerpo es de tal relevancia, que sin el primero dicha persona no podría sobrevivir. Lo mismo ocurriría con otros implantes utilizados en medicina.

Sin embargo, la comunidad científica y la sociedad no consideran estos importantes avances para nuestra salud como desarrollo del ciborg. A pesar de ello, este término saltaba de nuevo a nuestras pantallas hace tan solo un mes, cuando el multimillonario ruso Dmitry Itskov anunció el proyecto 2045, por el cual prometía crear el primer ciborg de la historia.

2045-

Según su iniciativa, los científicos integrados en este proyecto pretender ir más allá de los límites del cuerpo humano, con el objeto de «liberar» a la mente de sus condicionantes físicos, según dicen en la web del proyecto. Pero, ¿de verdad sería este el primer ciborg de la Historia?

Tenemos que volar de Rusia a Mataró, una pequeña localidad catalana situada en el Maresme, para poder responder a esta pregunta. Allí encontraremos la Cyborg Foundation, creada en 2010 por Neil Harbisson, que se suele presentar como «el primer ciborg reconocido oficialmente por un gobierno». Este artista de 31 años nació aquejado de una enfermedad genética denominada acromatopsia o monocromatismo, por la que es incapaz de ver colores más allá del blanco y del negro.

Harbisson decidió integrar un dispositivo electrónico en su cuerpo, a modo de tercer ojo, que le permitiera ver los colores que no podía observar de manera natural, dado que no poseía conos en la retina. Por ello, se insertó en la nuca un aparato que le traduce los colores que «debería» ver en diferentes tonos. Después de mucho pelear, Neil consiguió que el Gobierno británico aceptara su pasaporte con una fotografía en la que aparece con este tercer ojo electrónico.

Ahora Harbisson encabeza desde Barcelona la revolución de los ciborgs, una idea tan futurista como casi antigua. Añadir partes artificiales y ajenas a nuestro organismo puede plantear dudas y discusiones diversos. ¿Podría mejorar el ser humano con este tipo de implantes tecnológicos? ¿Deberían solo usarse desde un plano médico? Las respuestas no son fáciles ni sencillas, pero el futuro está llegando a toda velocidad, como nos cuenta Neil Harbisson en la siguiente charla de TED:

¿Cuál es el futuro del ser ciborg?

Algunos investigadores piensan que el desarrollo del nuevo ciborg vendrá de la mano de dos procesos de adaptación: por una parte, conocer y mejorar el aprendizaje de las máquinas, y por otra, profundizar en la plasticidad neuronal. De esta manera, las sinergias entre estas dos áreas permitirán que siempre exista un feedback de máquina a humano y de humano a máquina.

Esa es precisamente la clave del ciborg, más que la propia inserción de dispositivos electrónicos en nuestro organismo. Si realmente consideramos que este organismo cibernético debe desarrollar la interfaz entre la persona y el sistema artificial, lo cierto es que hasta ahora los intentos de Harbisson o el proyecto 2045 no son más que tímidos pasos (pero muy importantes) para la creación del verdadero ciborg.

El primer desafío para ello se centra en la creación de una interfaz neural wireless que pueda ser viable durante toda una vida. De hecho, su composición ha de ser capaz de aguantar posibles efectos bióticos y abióticos, que podrían originar daños en el propio dispositivo. Además, la interfaz tendría que tener un consumo mínimo de energía, y debería soportar un flujo bidireccional de información. En otras palabras, podríamos ser capaces de leer el cerebro desde nuestra interfaz, y también escribir sobre él, y viceversa.

El segundo gran desafío, y quizás el más complicado, es hacer que nuestro cerebro reconozca este dispositivo prostético, y que fuera capaz de controlarlo sin ejecutar ningún tipo de movimiento físico. Este reto ha de contemplarse desde una perspectiva compleja, ya que el objetivo es que podamos enviar señales desde la interfaz al cerebro, estimulando de manera directa las áreas sensoriales del mismo.

Los últimos avances en los que se está trabajando para conseguir el ser ciborg están relacionados con la mejora de los dispositivos máquinas-humanos, y con el aprendizaje sobre cómo funcionan los circuitos neuronales de nuestro cerebro. Comprender además el algoritmo de trabajo desde nuestro cerebro a la interfaz será un aspecto clave para mejorar las nuevas tecnologías que se irán implementando en el futuro.

Dentro de unos años, quizás los científicos puedan hacer realidad el viejo sueño de Clynes y Kline, acercando el ciborg a la sociedad, con el objetivo de acercar la tecnología como herramienta fundamental para optimizar el control sobre nuestro cerebro. Unos avances que de producirse, seguro que nos dejarán con la boca abierta a todos.

Imágenes | 2045, Flickr

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