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El porqué del color de las flores

El reino de las plantas propone en cada una de ellas unos colores distintos con el fin de motivar a los insectos polinizadores para acudir hasta ellas.

La belleza de las flores es una cuestión innegable, se mire como se mire. De distintos colores y con distintos patrones provocan en el espectador una serie de sentimientos, todos ellos relacionados con lo bello.

El mundo de las plantas, al igual que otros reinos de la naturaleza, juega un papel determinante en la vida del planeta. Por ello, deben conservar aspectos llamativos para que los distintos elementos que conforman su mundo tengan una motivación para acceder a ellas.

El color de los pétalos

Los colores que los seres humanos observamos en las flores se deben a los pigmentos existentes en las moléculas que se acumulan en los pétalos de las mismas.

Algunos de los ejemplos de estos colores pueden ser los carotenoides, que son los que conforman el color rojo, naranja o amarillo; o los flavonoides, que son los encargados de producir los pigmentos de color azul y amarillo.

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Campo de flores

Para ello, la secuencia que se debe dar para que nosotros podamos observar un color u otro es la siguiente: estos pigmentos que hemos comentado absorben gran parte del espectro de la luz, después reflejan y transmiten otra distinta. Por lo tanto, el color que vemos es el que está situado en el espectro reflejado y transmitido.

La función de los colores

Como hemos citado anteriormente, el reino de las plantas tiene ciertos aspectos llamativos para que todos los seres vivos que intervienen en su vida activa sean propensos a acudir a ellas.

En este sentido, no nos equivocamos si decimos que el fin último de que las flores sean de colores se debe, casi en exclusiva, a que los insectos polinizadores sean capaces de llegar hasta el interior de ellas con el objeto de llevar a cabo la consiguiente polinización.

Por último, debemos tener en cuenta que los colores que ven los seres polinizadores no son los mismos que vemos los seres humanos. Ellos los observan de una manera más contundente, es decir, mucho más llamativa que nosotros, puesto que depende de ellos su reproducción, mientras que nuestro objetivo es el de admirar su belleza.

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