Ya no hay duda: la tecnología invade nuestro día a día (y seguro que a más de uno, también sus noches). Nos despertamos y, antes incluso de abrir un ojo, estamos encendiendo –los pocos que apagamos el móvil por la noche–, o simplemente desbloqueando nuestros smartphones, para ver quién nos ha escrito después de que conciliáramos el sueño, a través de las distintas aplicaciones de chat y redes sociales que tenemos instaladas. Y todo esto antes siquiera de poner el pie en el suelo. Lo malo es cuando, encima, quien esperabas que te “whatsappeara” no lo ha hecho… Menuda manera de empezar el día, ya nos duchamos a disgusto…
Según el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de la Ansiedad (CEETA), consultamos el móvil unas 34 veces al día. Si el día tiene 24 horas y, en principio, ocho de ellas las pasamos durmiendo, consultamos nuestros móviles más de dos veces cada hora…
Los psiquiatras ya empiezan a tener demasiados pacientes incapaces de despegarse de sus terminales, de esos cacharritos que te conectan a todo el mundo, y que te hacen olvidar por completo el momento y el lugar en el que te encuentras. O, lo que es lo mismo, la vida “real”, analógica y tangible, ésa que teníamos en la era pre–smartphone. De hecho, los profesionales ya han acuñado el término “síndrome de la vibración fantasma”, que es aquella sensación de imaginar que tu móvil está vibrando en tu bolsillo, bolso, etc., y que al parecer, lo tenemos el 68% de usuarios de estos móviles, algo que se incrementa exponencialmente entre los jóvenes de 18 a 25 años.
Conscientes, tal vez, de este fenómeno cuasi-paranoide, los businessmen de Hollywood propusieron, durante la última edición del CinemaCon en Las Vegas –el congreso más importante de operadores y distribuidores de cine– la posibilidad de permitir el uso de los teléfonos móviles en las salas, es decir, que durante la proyección de una película, la gente pueda chatear alegremente, consultar su página de Facebook o jugar a Apalabrados. La razón: atraer a los jóvenes a los que parece un suplicio estar más de hora y media sin consultar el teléfono móvil. Según los defensores de la medida, hace unos años, los lozanos veinteañeros iban al cine una vez a la semana, y ahora por culpa de nuestros terminales móviles -y no porque la entrada ronde casi los 10 euros- no lo hacemos.
No obstante, y gracias al cielo, no todos defendieron la medida. La nota discordante la puso Tim League, que espetó que en sus cines –los Alamo Drafthouse, unas de las mejores salas del mundo– sólo se podría hablar por el móvil por encima de su cadáver y consideraba la idea “un flagelo para la industria”.
Es también significativo el caso de algunos ejecutivos neoyorquinos. En las comidas de empresa –y también en las que no tienen más fin que el atender una necesidad tan básica- el que consulta el móvil paga la cuenta.
De vuelta a España, y más en la línea del señor League, Movistar ha lanzado una nueva aplicación gratuita para Android (I Off You) que permite regalar tiempo a otra persona. La idea es que las parejas, los amigos o las familias vuelvan a pasar tiempo juntos sin los dichosos ruiditos y alertas de los móviles. La persona que regala envía, a través de la app, un mensaje a la destinataria con el texto: “Tengo el mejor regalo para ti: tiempo de mí sin prestarle atención al móvil”. El día acordado, las dos personas deben activar la aplicación y pulsar el botón de “disfrutar”. Desde ese momento, la persona que ha regalado el tiempo no puede utilizar su móvil -que sigue funcionando normalmente- porque en el caso de que lo toque, suena una alarma y la locución: “déjame en la mesa”.