El cohete Antares, que se disponía a llevar suministros a la Estación Espacial Internacional, explotó segundos después de su despegue. Éstos son algunos de los errores y fracasos en la historia de la exploración espacial.
Hace apenas unas horas, el cohete Antares iba a ser lanzado desde el estado de Virginia con destino la Estación Espacial Internacional. Su objetivo no era otro que llevar material y víveres a los astronautas de la ISS. Pero algo salió mal. Segundos después de su despegue, explotó en medio de una nube de fuego y cenizas.
Por fortuna, la misión no estaba tripulada, por lo que sólo se lamentan daños materiales. El caso Antares, sin embargo, no es el primero y por desgracia tampoco será el último. En la historia de la exploración espacial se entremezclan éxitos y tremendos fracasos. Como de los errores también se aprende, ésta es la lista de los sucesos más trágicos que hemos vivido en las últimas décadas.
«Houston, tenemos un problema»
La que tal vez sea una de las frases más importantes en la historia de la exploración espacial se trata en realidad de una cita errónea. Y es que James A. Lovell, astronauta del Apolo XIII, dijo en realidad: «Houston, we’ve had a problem». Seis palabras suficientes para mostrar el fracaso, y a la vez el ingenio de los tripulantes de aquella nave, que supuestamente iba a aterrizar en la Luna por tercera vez tras el Apolo XI y el Apolo XII.
Lo que ocurrió fue que uno de los tanques de oxígeno explotó, dañando gravemente al segundo depósito. Lovell, en un relato publicado en la web de la NASA, explica que «tenía la premonición de que algo iba a salir mal», dados los problemas anteriores que tuvieron antes del lanzamiento (por ejemplo, uno de los astronautas se contagió de rubeola). Los daños provocados en el módulo de servicio de la nave impidieron el alunizaje, por lo que la tripulación debía regresar a la Tierra. ¿Cómo hacerlo?
Una de las graves complicaciones a las que se enfrentaban era eliminar el dióxido de carbono producido, fruto de la respiración. No contaban, sin embargo, con suficiente hidróxido de litio para aguantar hasta el regreso al planeta Tierra. Gracias a las instrucciones que recibían, fueron capaces de improvisar una especie de «buzón», con el que unir contenedores para eliminar el dióxido de carbono que pudieran.
Su estrategia en el regreso a la Tierra también fue clave: abandonaron el módulo de comando para utilizar el módulo lunar como ‘bote salvavidas’. La astucia y pericia de John Swigert, Fred Haise y el mencionado Lovell permitieron que a pesar de que el Apolo XIII fue un gran fracaso para la NASA, no terminara convirtiéndose en una tragedia humana.
Fallos en los cálculos, el gran problema de Skylab y Galileo
La que iba a convertirse en la primera estación espacial de Estados Unidos acabó siendo un tremendo fracaso por errores humanos en los cálculos aerodinámicos. Skylab orbitó alrededor de la Tierra de 1973 a 1979, pero durante su despegue sufrió graves problemas, al perder elementos como el escudo solar o el escudo antimeteoritos. No ha sido el único error evitable en la historia de la exploración espacial.
Un fallo en el diseño de las tuberías de carburante de la nave Soyuz parece estar detrás de los problemas de los satélites Galileo. Estos sistemas, que aspiraban a convertirse en el competidor europeo del GPS, se colocaron en una órbita errónea, a 4.000 metros por encima de donde deberían, por una congelación en el carburante que originó que los paneles solares no se desplegaran del todo.
Challenger y Columbia, la tragedia de los transbordadores
Los fallos y fracasos en la exploración espacial tienen a veces, por desgracia, nombre y apellidos. Los de las personas fallecidas en estas misiones con las que queríamos conocer un poco más el Universo, y que han provocado su trágico fallecimiento.
El transbordador Challenger fue el segundo orbitador de la historia del programa de transbordadores. Tras completar nueve misiones, la tripulación del Challenger vio aterrorizada que las juntas de la nave fallaron en el despegue, debido probablemente a un exceso de compresión durante el montaje, agravado con las bajas temperaturas del lanzamiento. A los 73 segundos, el Challenger se vio envuelto en una brutal ola de fuego, desintegrándose casi por completo.
La tragedia del Challenger provocó la muerte de sus siete tripulantes, igual que ocurrió en el caso del transbordador Columbia 17 años después. Cuando se iba a producir el lanzamiento de la misión STS-107, se desprendió un trozo de espuma de poliuretano del aislamiento del tanque externo, que originó un impacto en la parte inferior del ala.
El golpe provocó a su vez una perforación en los paneles del Columbia, aunque los tripulantes no percibieron el impacto. La tragedia ocurrió cuando el transbordador procedió al reingreso en la atmósfera terrestre, donde el aumento de temperaturas desencadenó el fatal desenlace: la destrucción del ala y la desestabilización de la nave, que se convirtió en una impactante bola de fuego que dio la vuelta al mundo.
Como vemos, los avances científicos y tecnológicos en nuestro conocimiento del mundo no han estado exentos de errores y tragedias. El fracaso del Antares no hace sino recordarnos lo complejo que resulta cualquier lanzamiento de este tipo, y la cantidad de esfuerzos humanos, económicos e investigadores que se ponen en cada misión para conocer un poco más el espacio.