LISA Pathfinder, la sonda que sentará las bases para detectar las ondas gravitacionales desde el espacio, ha presentado sus primeros resultados.
Hace algo más de un siglo, Albert Einstein postulaba la famosa teoría de la relatividad. A partir de aquellas ecuaciones, el físico realizaba su última gran predicción: la existencia de las ondas gravitacionales. Según sus cálculos, los objetos acelerados eran capaces de producir distorsiones en el espacio-tiempo que se propagaban en el universo.
De ser detectados, los «susurros cósmicos» nos permitirían «escuchar» fenómenos tan intensos como intrigantes. La explosión de supernovas, la colisión de dos agujeros negros o incluso el Big Bang serían algunos de los eventos que podríamos conocer mejor gracias a las ondas gravitacionales. ¿Pero era correcta la predicción de Einstein? El pasado mes de febrero, científicos del proyecto Advanced LIGO, entre los que se encontraba un equipo español de la Universidad de las Islas Baleares, lograron detectar por primera vez ondas gravitacionales. Dichos ecos procedían de la colisión de dos agujeros negros que ocurrió hace mil trescientos millones de años.
La predicción de Einstein se hacía realidad con el que posiblemente sea el descubrimiento científico del año. Pero las buenas noticias no quedan ahí. A principios de diciembre de 2015, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzaba la misión LISA Pathfinder, con la que pretendía probar la tecnología para detectar las ondas gravitacionales desde el espacio. La sonda, situada a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, está sentando las bases para un futuro observatorio espacial. La nave lleva a bordo la Unidad de Gestión de Dato, una suerte de «ordenador» diseñado, construido y programado también por investigadores españoles pertenecientes al Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC).
LISA Pathfinder ha presentado sus primeros resultados, superando las expectativas de los propios científicos. Después de dos meses de operaciones, los resultados publicados en la revista Physical Review Letters demuestran que «los dos cubos alojados en la nave se encuentran en caída libre, bajo la influencia exclusiva de la gravedad y sin someterse a otras fuerzas externas, con una precisión más de cinco veces mayor de lo exigido inicialmente«, explican desde la ESA.
Probar que esta tecnología funciona a la perfección, de forma que las masas son prácticamente inmóviles una respecto a la otra con una aceleración inferior a una diez millonésima de mil millonésima de la gravedad terrestre, es un éxito de la agencia. Sus resultados iniciales señalan que será posible detectar ondas gravitacionales desde el espacio, mediante la determinación de minúsculos cambios en estos cubos en caída libre. Esto será posible dentro de unos quince años, cuando se complete la construcción del gran observatorio espacial que nos permita escuchar las ondas gravitacionales procedentes de fenómenos exóticos y energéticos del universo.
Imágenes | Agencia Espacial Europea, Lisa Pathfinder-ESA