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Mitos sobre las patentes que deberías conocer

Las patentes, a pesar de su mala fama, son instrumentos legales del Estado que sirven para fomentar la innovación.

Las patentes forman parte del derecho de la propiedad industrial y se formalizan como un instrumento de la administración pública para fomentar la innovación y, especialmente, la transferencia de tecnología y conocimiento a la sociedad. A pesar de estos objetivos tan positivos, no siempre han gozado de buena fama, por lo que es importante esclarecer qué hay de cierto sobre el sistema de patentes.

Como explicamos anteriormente en el Blog Think Big, la protección de las invenciones puede realizarse mediante mecanismos como el secreto industrial, además de la propia forma de patente per se. No debemos olvidar que, en el caso de que queramos patentar un invento realizado por nosotros, debemos cumplir diversos requisitos básicos.

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¿Puedo patentar una idea para que no me la roben?

La respuesta a esta cuestión es clara: no. El sistema de patentes no permite proteger ideas o teorías, sólo invenciones que sean novedosas, tengan una aplicación industrial y sean fruto de una actividad intelectual importante, es decir, no se deriven del estado de la técnica.

Como explican en el blog de Protectia, sí podemos proteger «la ejecución práctica de una idea». En otras palabras, si logramos desarrollar a partir de una idea una solución técnica a un problema técnico, sí podremos patentar nuestra invención. Esta clarificación es importante porque define el objeto mismo de una patente: fomentar la innovación y el desarrollo tecnológico y científico.

¿Una patente protege mi invención en todo el mundo?

Si antes explicábamos cuál era el objeto de una patente, es importante definir asimismo cuál va a ser su extensión. La patente se define como «el título que concede el Estado para la explotación exclusiva, por un tiempo determinado, de una invención nueva y útil». En otras palabras, la protección otorgada será de ámbito nacional.

A pesar de ello, existen iniciativas internacionales que promueven cierta homogeneización de los requisitos y condiciones de patentabilidad. Entre otros destacan el Convenio de París de 1883, el Convenio de Múnich de 1973, el Acuerdo sobre los ADPIC o la Declaración de Doha.

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¿Será mi patente secreta durante los próximos años?

Esta cuestión suele generar dudas entre aquellos que desean solicitar una patente. Si queremos proteger nuestra invención, con el objetivo de que ésta no sea revelada al público general, entonces deberemos optar por el secreto industrial. Sin embargo, en el caso de que alguien conozca nuestra invención y «rompa el secreto», no tendremos ninguna protección jurídica con la que defendernos.

La patente hace pública nuestra invención, a cambio de que el Estado nos garantice la exclusividad de su explotación durante los siguientes 20 años. Pasado ese tiempo, nuestra invención será de acceso libre a todo el mundo, por lo que deberíamos garantizar que su protección durante dos décadas nos genera un rendimiento económico que compensa la inversión que hemos realizado en esa innovación.

¿Patentar o publicar?

En este caso, la pregunta se responde como una antigua canción de Jarabe de Palo: «depende». En Estados Unidos, la existencia del conocido como «período de gracia» permite que los inventores puedan patentar su invención, aunque la hayan difundido en el año anterior. No ocurre lo mismo en Europa: primero debemos patentar y luego, si queremos, publicar. En el caso de que la innovación ya se conociera, no podríamos protegerla.

Ésta fue la situación que se vivió en la década de los setenta con la tecnología del ADN recombinante, que fue dada a conocer en tres publicaciones científicas. Por este motivo, pudo ser patentada en Estados Unidos, pero no en Europa.

En resumen, la protección de la innovación es una garantía a nivel administrativo que permite el fomento de la I+D+i. Cada instrumento jurídico (patente o secreto industrial, por ejemplo) cuenta con una serie de ventajas e inconvenientes, que han de ser tenidos en cuenta por parte de los inventores.

Imágenes | Diego Dalmaso (Flickr), Ebayink (Flickr), Geralt (Pixabay)

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