Al principio fueron los servidores domésticos. Si querías poner en marcha un sitio web, lo mejor era poner en marcha tu propio servidor. Luego llegó la profesionalización de Internet. Empresas de hosting de todo el mundo permitían contratar servidores en cualquier continente o región del planeta. Hoy, muchos de esos servidores no son reales. Hablamos de los servidores cloud. Pero vayamos por partes.
En la actualidad se habla mucho de cloud computing, en inglés. En castellano es computación en la nube. Y su definición corta sirve como sinónimo: servicios en la nube, informática en la nube… En la práctica, se trata de obtener lo mismo que te daría un ordenador físico, doméstico o servidor, pero a través de Internet. Y con el tiempo, muchos nos hemos familiarizado con este tipo de tecnología llamándoles nubes.
Las nubes pueden ser públicas, privadas o una mezcla de ambas. Y su utilidad la vemos en nuestro día a día. El gran momento de la nube llegó con la llegada de servicios como Dropbox, Google Drive, Box y un largo etcétera. Son muchas y muy variadas las empresas que ofrecen espacio en la nube para almacenar tus archivos. Incluso se han especializado en contenido específico como fotografías y vídeos.
Pero también encontramos la nube en casi todas las aplicaciones que utilizamos. Desde el correo electrónico a los juegos online, desde escuchar música a ver vídeo online. Gran parte de los servicios que empleamos en la actualidad en Internet requieren de la nube para funcionar. Y es tal el nivel de profesionalización de la nube que en la actualidad puedes contratar servidores virtuales, lo que conocemos como servidores cloud.
¿Qué son los servidores cloud?
Tanto hablar de cloud y nube puede llevarnos fácilmente a confusión o equívoco. En especial porque no es fácil determinar dónde empieza una y termina otra o cómo es la infraestructura detrás de la aplicación móvil que usamos a diario.
Cuando queremos contratar un servidor en una compañía de hosting, nos encontramos con varios tipos y que, por su nombre y características, pueden parecernos iguales. Hoy en día, solemos toparnos con tres tipos: servidores dedicados, servidores cloud y servidores virtuales…
Los primeros son los de toda la vida. Una máquina física situada en las instalaciones de la empresa que ofrece sus servicios de hosting y asociados. Desde la distancia, puedes acceder a ese servidor y subir tus datos privados, montar una página web o poner en marcha el apoyo en la nube para tu aplicación web o aplicación móvil.
El segundo paso en la evolución fueron los servidores virtuales. Conocidos como servidores virtuales o VPS (Virtual Private Server), se trata de un servidor físico, una máquina dividida en varias partes o instancias que actúan como entornos virtuales independientes entre sí. Cada entorno hace de servidor y puede servir para lo mismo que un servidor clásico. Eso sí, el hardware es compartido, por lo que resulta más económico.
El siguiente paso llegó con los servidores cloud, una versión más moderna de los servidores virtuales y que, en la práctica, se trata de máquinas virtuales hospedadas en servidores físicos. Con un sólo servidor obtenemos varios servidores cloud, independientes y más seguros gracias a las características de las máquinas virtuales.
Los servidores cloud permiten contratar los recursos necesarios y ampliarlos a medida que necesitamos más potencia o capacidad de procesamiento o almacenamiento. Al basarse en máquinas virtuales, se trata de unidades estancas y más seguras. Y al ser básicamente software, son fáciles de poner en marcha y se pueden hacer copias de seguridad en diferentes servidores físicos, evitando así caídas o problemas de funcionamiento.
La seguridad en los servidores cloud
Una de las cosas que más destacan los defensores de los servidores cloud es que son más seguros que los servidores físicos. Partimos de que la seguridad 100% no existe, pero siempre podemos acercarnos más o menos a esa cifra.
Los servidores cloud cuentan con características que ayudan a que sean más seguros. Para empezar, las máquinas virtuales son una tecnología que venimos empleando desde hace décadas para tareas relacionadas con la prueba de software o con la ejecución de aplicaciones o código delicado en un entorno seguro. La máquina virtual actúa como una caja estanca aislada de la máquina física que la alberga.
Al tratarse de software, podemos hacer tantas copias como queramos, de manera que si cae el servidor físico que alberga los servidores cloud, éstos se pueden cargar de nuevo en servidores alternativos. Es más, éstos pueden repartirse por todo el mundo para que una página web cargue más rápido al estar más cerca de donde se encuentra el usuario.
Más ventajas de los servidores cloud asociadas a las máquinas virtuales. Podemos instalar el sistema operativo que queramos, actualizarlo al instante cargando una imagen preconfigurada, instalar las aplicaciones que queramos, asignarle los recursos de hardware que necesitemos y personalizar el servidor en función del uso que le queramos dar.
Como comentamos al principio, los servidores cloud pueden utilizarse para lo mismo que los servidores físicos: almacenar datos, hospedar archivos, ejecutar aplicaciones web o móviles, lanzar páginas web…
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