El Internet de las cosas que se mueven será el gran protagonista en las ciudades inteligentes pobladas por coches autónomos pero, ¿qué aportan más allá de comodidad?
Si algo prometen las ciudades inteligentes y los coches conectados autónomos, gracias a desarrollos como el 5G, es el fin de atascos y grandes aglomeraciones gracias a una gestión instantánea del tráfico urbano centralizada y basada en análisis de big data, formando un gran cerebro en la ciudad. A día de hoy ya podemos saber, gracias al conocimeinto que de nosotros tiene nuestro smartphone, a qué hora tenermos que salir para llegar a nuestro destino (por ejemplo, trabajo) a la hora habitual. El llamado Internet de las cosas que se mueven va a suponer un gran salto respecto a esto.
El gran aporte puede venir en el aprovechamiento de rutas infrautilizadas por ser sobre el papel menos céntricas o prácticas, pero que realmente sean mejores por su poco uso. Mediante el análisis del estado del tráfico en horas punta de días laborables o de vacaciones, se puede conocer cómo redirigir el tráfico buscando evitar congestión. Todo esto será accesible pronto en smartphones, pero la decisión seguirá siendo humana y el manejo de la información erróneo. Es lo que nos separa del futuro.
La cantidad de información de la que ya se disponemos es grande comparada con hace unos años, pero todavía perfeccionable gracias a los sensores que irán incluyéndose en coches y dispositivos inteligentes y GPS.
El asunto de los atascos, aunque molesto, puede resultar banal a algún lector, pero no lo es. No sólo tienden a producirse más accidentes, por lo corto de las distancias entre vehículos, sino que muchas ambulancias no son capaces de llegar a los destinos. Que un sistema de emergencias centralizado de la seguridad pueda advertir según esto al resto de coches y peatones, es crucial.
No sólo a vehículos de carretera puede ayudar el Internet de las cosas que se mueven, sino que con esta información también se pueden diseñar mejores disposiciones de elementos en las estaciones y paradas de metro y tren, según comportamientos y movimientos habituales. Con nuestros actos, nuestro smartphone ya está aprendiendo todo esto, y ayudará en el futuro.
El mayor problema al que se puede enfrentar el sector a que se popularice el uso de estándares cerrados, y los grandes actores tengan que invertir por su cuenta a la hora de generar información y procesarla, en vez de aunar fuerzas para obetener mejores resultados. Utilizar servicios propietarios no sólo podría generar ciudadanos de primera y de segunda a la hora de desplazarse, sino también accidentes o malas decisiones de los sistemas autónomos, ya que también se eliminarán los semáforos.
Para que el Internet de las cosas que se mueven triunfe, los principios deben ser los mismos que marcaron el triunfo de Internet: estándares abiertos y universales.