La libélula sobrevuela el mundo de los drones

Este insecto “de cuerpo largo, esbelto y de colores llamativos, con ojos muy grandes, antenas cortas y dos pares de alas reticulares, que mantiene horizontales cuando se posa” (RAE) concentra el interés de ingenieros y expertos en la industria de los drones. La libélula, con su vuelo rápido y sus cuatro alas grandes y membranosas, está siendo ya el prototipo de una nueva generación de minúsculos drones.

El vuelo de la libélula no ha pasado inadvertido para los expertos e ingenieros de la industria dedicada a los objetos voladores no tripulados. Este insecto es capaz de volar hacia atrás y hacia adelante en línea recta, subir, bajar y girarse en el aire sobre su cuerpo, como recordaba no hace mucho el catedrático y responsable de Mecánica de Fluidos en la Universidad de Málaga, Ramón Fernández Feria. En esta Universidad se están llevando a cabo pruebas con un prototipo de laboratorio, dentro de un proyecto avalado y seleccionado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

Pero el avance más reciente – y revolucionario – se está llevando a cabo en los laboratorios Charles Stark Draper, en Estados Unidos. Un equipo de ingenieros ha logrado instalar una cámara minúscula sobre la libélula, convirtiendo a este insecto mecánico en el dron más pequeño del mundo. La libélula lleva incorporada una cámara miniaturizada, que va grabando durante sus desplazamientos. Este soporte, según sus inventores, no hace ningún ruido, no necesita baterías y puede desprenderse sin problemas, cuando tú lo desees.

En la puesta de largo del invento, que convierte a las libélulas en minúsculos drones – lo han llamado Dragonfl-Eye, jugando con las palabras libélula y ojo en inglés – también ha colaborado el Howard Hughes Medial Institute.

La naturaleza – siempre sabia – y la tecnología – siempre avanzando – se dan la mano para lograr un futuro imprevisible. Tanto es así, que ya se habla de la creación de libélulas modificadas genéticamente, con unas neuronas de control que irían de la médula del insecto. De esta forma, podría volar de forma natural, pero en la dirección que se le marcara y grabando el vídeo que uno desea. También se le incorporarían a este minúsculo insecto “dronificado” unas placas solares diminutas, que potencian el equipo y permiten prescindir de baterías que dificultan su movimiento.

Puede parecer ciencia ficción, pero no lo es. La tecnología echa mano de las posibilidades de los insectos y algunos investigadores hablan ya de crear una red compuesta por libélulas y otros animalitos voladores que serían utilizados para tareas de vigilancia, a través de control remoto. Tampoco faltan propuestas encaminadas a buscarles otros cometidos, como la de olfatear explosivos y ayudar en operaciones de rescate.

El proyecto DragonflEye es un avance más en la evolución que está produciéndose dentro de la cibernética de los insectos. Con el tiempo, se podría experimentar – según los ingenieros de Charles Stark Draper – con insectos voladores eléctricos más grandes, como las langostas, con el objetivo de poder soportar pesos de hasta 1.3 gramos.

Otra iniciativa es utilizar modificaciones genéticas para que los insectos puedan responder a la luz y consigan – con estimulación optogenética – recoger energía solar a través de minúsculos paneles solares, que permitan al insecto navegar de forma autónoma.

Pero de momento, quedémonos con el dron más pequeño del mundo, que desde lejos costaría mucho distinguirlo de una libélula real. Este pequeño artilugio volador lleva incorporado en su cuerpo una mochila que hace las funciones de cerebro y procesa la trayectoria que se le ha programado previamente. Todo, al final, muy parecido a una libélula como las que todavía pueden verse sobrevolar en la orilla de algunos de nuestros ríos.

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