La hibernación como solución al viaje espacial

Desde que se empezó a concebir el viaje espacial de manera seria, éste se ha dado de bruces una y otra vez con un problema que parece insuperable: las distancias. Es cierto que las distancias cambian, ya que los planetas se mueven, pero miremos el caso de Marte, por ejemplo, la distancia media entre la Tierra y Marte es de 225 millones de kilómetros. Millones de kilómetros. Para que nos hagamos una ligera idea, la Luna está a 384.400 kilómetros de la Tierra.

La mayoría de la gente es incapaz de imaginarse realmente lo amplio que es el espacio entre los cuerpos celestes, y no es de extrañar, nuestros cerebros no pueden trabajar con semejantes cifras.

La ciencia ficción nos ha malacostumbrado a ver naves espaciales viajando entre planetas en cuestión de horas o minutos, cuando en realidad se tardan semanas o meses (para los cuerpos celestes que están cerca). Por desgracia, la tecnología actual no se acerca ni de lejos a lo que vemos en pantalla, y no lo será hasta dentro de décadas, si no siglos. En realidad, se calcula que tardaríamos una media de 162 días en llegar a Marte.

Imaginemos las dificultades técnicas y logísticas, por no decir el coste, que conlleva asegurar la supervivencia de un grupo de seres humanos para viajes cortos al espacio. Un viaje más largo lo multiplica todo exponencialmente, sin contar los problemas que puedan surgir durante el camino.

El menor fallo en el espacio puede ser fatal

La cuestión es que el espacio exterior no es un sitio que perdone descuidos. Hasta el fallo más pequeño puede tener consecuencias catastróficas y con costes tan altos no hay muchas oportunidades para hacerlo bien. Desde la cantidad de suministros que se lleva, hasta la salud mental de los astronautas, son muchos los factores a tener en cuenta.

Desde hace tiempo se llevan barajando distintas soluciones para aumentar las posibilidades de supervivencia de los astronautas. Una de esas soluciones está cogiendo cada vez más fuerza dentro de la comunidad científica y proviene directamente de la naturaleza: la hibernación.

Para los que no lo sepan, la hibernación es una habilidad desarrollada por ciertos animales para adaptarse a condiciones climáticas extremadamente frías por un periodo que puede ir desde días hasta meses. Durante la hibernación el metabolismo se reduce significativamente, lo cual minimiza el consumo de energía, y el cuerpo sobrevive de sus reservas.

Viajar cómodamente dormido por el espacio

Es fácil imaginar las posibilidades que esto brinda para el viaje espacial. De convertirse en una realidad significaría que los astronautas podrían hacer el viaje entero cómodamente dormidos. Ya no habría que preocuparse de que su salud mental decaiga o no con el viaje, y se dispondría de mucho más espacio libre, pues no habría que llevar tantos suministros, entre algunas de las ventajas.

La cuestión es, ¿cómo de realista es este proceso? Por desgracia, todavía hay que encuadrarlo con las naves en la ciencia ficción. Al menos, la hibernación de larga duración, ya que el proceso aún está en fase de estudio. Nadie ha intentado ir más allá de 2 ó 4 días, aunque el proceso se podría ampliar a dos semanas, en teoría. Además se desconoce por completo cuáles podrían ser los efectos secundarios.

Como muchas otras tecnologías, la hibernación promete mucho, pero aún es demasiado temprano para sacar conclusiones claras. Lo único cierto es que la hibernación de larga duración en astronautas es más factible que naves más rápidas, al menos hoy por hoy. Quién sabe, con un poco de suerte los astronautas que viajen a Marte lo hagan echándose una siesta.

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