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¿Por qué se forman los atascos?

No hay ningún semáforo, ni ninguna incorporación, ni nigún accidente. Aun así, llevas media hora metido en un atasco sin saber por qué. El "atasco invisible" ya tiene explicación científica.

Son las 8:00 horas de la mañana. Llevas alrededor de media hora parado en un atasco interminable. Lo primero que se te pasa por la cabeza es que ha ocurrido algo que ha parado por completo la circulación. Alguien que va medio dormido y se ha pasado de frenada. O, tal vez, algún irresponsable que no sabe que mientras se conduce no se puede mirar el móvil. Tratas de tomártelo con filosofía. Tal vez enciendes la radio para ver si dicen algo. Y tras otro buen rato moviéndote 20 metros cada 2 minutos, llegas al punto en el que se disuelve el atasco. Y, para tu sorpresa, ves que no ha sucedido absolutamente nada. Ni un coche parado en el arcén, ni un coche de policía. Nada. Entonces te acabas preguntando, ¿por qué se forman los atascos si no hay ninguna razón aparente que los haya creado?

Bien, esto tiene una explicación científica. Es el fenómeno del “atasco invisible” o “jamiton”, palabra que se forma juntando “jam” (“atasco” en inglés) y soliton, un tipo de onda que se propaga sin variar su forma.

La ciencia del “atasco invisible”

Primero de todo, debemos saber que cada carril de autovía tiene la capacidad máxima de albergar un total de 2.200 vehículos cada hora. Cuando nos acercamos a esa cifra –alrededor de 1.700– empiezan los problemas. Y pensarás, ¿por qué esto es un problema? Es decir, si cada uno conduce a su aire, no debería producirse ningún atasco. Error. Justamente por eso se producen. Cada vez que un conductor se distrae un momento, adelanta sin guardar la distancia de seguridad, o conduce de forma agresiva, provoca que el coche de detrás tenga que pegar un frenazo. Reduciendo, por ejemplo, su velocidad de 100 km/h a 70 km/h, y provocando a su vez una reacción en cadena de frenazos que terminan por detener completamente la circulación.

Un coche arranca de media un segundo más tarde que el que tiene delante. El tercero arrancará dos segundos después que el primero. Tres segundos el cuarto. Cuatro el quinto. Y así sucesivamente. Provocando que los coches que están más alejados puedan tardar algo más de 30 minutos en salir del atasco. Sin contar que ninguno se entretenga mirando el móvil o hurgándose la nariz. Dando todo esto lugar al efecto acordeón.

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Fuente: DGT

¿Cómo lo averiguaron?

Científicos japoneses hicieron circular a un total de 22 coches, a una velocidad constante de 30 km/h, en un círculo de 230 metros. Al inicio del experimento, la circulación era fluida, todo el mundo guardaba la misma distancia con el coche de delante y con el de detrás, e iba a la misma velocidad. Sin embargo, en un momento, uno de los coches frena y provoca que el resto también lo tenga que hacer, provocando el efecto explicado más arriba.

¿Y esto cómo se soluciona?

Para acabar con este fenómeno, todo el mundo debería circular con una velocidad constante e igual al resto de vehículos, respetando siempre la misma distancia entre el coche de delante y el de detrás. O sea, como lo haría un coche autónomo. Pero como no somos máquinas, gracias a Dios, y lo del coche autónomo todavía tardará varios años, la solución más realista es reducir el número de coches que circulan por las carreteras.

Por tanto, si buscabas un culpable para los atascos que sufres cada mañana, ya lo has encontrado. Tú.

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