Lo grotesco y estético de este tipo de cine ha hecho las delicias de millones de fans incondicionales, que han acudido históricamente en masa a verlo en pantalla grande.
Lo monstruoso asusta, eso es algo innegable. Y, generalmente, lo que asusta nos perturba y suele atraernos. Así es el ser humano. Por eso triunfa el cine de terror, por ejemplo. Te tapas la cara frente a la pantalla, pero sigues dejando un resquicio entre los dedos para ver la resolución del conflicto. La angustia, la tensión, el susto… todas estas características conforman un universo que provocan una admiración un tanto aterradora.
Dentro del terror, el subgénero de los monstruos tiene una larga historia a sus espaldas. La imagen de la oscuridad del ser humano proyectada en los monstruos cinematográficos, al igual que hizo Mary Shelley con Frankenstein, se ha convertido en una marca propia que acumula fans incondicionales por todo el globo.
De El jovencito Frankenstein (1974) a Stranger Things (2016)
El cine como medio de entretenimiento ha traspasado fronteras. Como se pudo observar durante el siglo XX, lo monstruoso viajó a lo largo y ancho del planeta, desde Asia con Godzilla, hasta América con ‘La tienda de los horrores’ (1960), pasando a su vez por la vieja Europa con ‘El Golem’ (1920).
Un género nacido del terror clásico que ha expuesto diversos problemas morales y éticos dentro de la sociedad. Y que ha llevado a numerosos protagonistas a incalculables aventuras.
Si Mel Brooks deshizo todas las normas del género con su ya mítica El jovencito Frankenstein (1974), se podría decir que Stranger Things (2016) ha regenerado la concepción de monstruo. Evidentemente no ha descubierto la monstruosidad en la pantalla, tampoco era su intención, pero sí es cierto que se anota un tanto en cuanto a lo grotesco de los monstruos por antonomasia.
El género de terror sigue teniendo cuerda para rato, y gracias a pequeñas innovaciones (simbólicamente) como ésta, que perdurará en la mente de los más jóvenes como hizo Godzilla en su momento, se seguirá pudiendo confiar en que este tipo de cine perdure en el tiempo.