Todos hemos soñado alguna vez con tener una máquina que nos hiciera el desayuno, limpiase la casa y/o trabajara por nosotros. En parte, lo hemos logrado. Tenemos cafeteras automáticas, robots de cocina, robots aspiradores y, en cuanto al trabajo, depende de a qué te dediques. Las máquinas nos han aliviado de realizar muchos esfuerzos y han cambiado el mercado laboral. Pero uno de los ámbitos en los que todavía no habían hecho mella es en el intelectual. Hasta ahora. La inteligencia artificial es capaz de crear contenido. El llamado low effort content o contenido de bajo o poco esfuerzo.
Que una máquina lleve un objeto de un punto a otro es sorprendente. Que máquinas construyan objetos, aparatos o vehículos también. Pero estamos en una fase en la que la inteligencia artificial es capaz de crear cosas que, en principio, eran exclusividad del ser humano. Escribir un poema o un relato de ficción, pintar un cuadro o montar un vídeo, eran tareas artesanales propias de una mente pensante inteligente. Y la inteligencia artificial ya es capaz de hacer este tipo de trabajos.
Gracias al machine learning, distintas inteligencias artificiales han sido entrenadas para crear textos, imágenes y hasta vídeos de la nada. O mejor dicho, a partir de los datos y contenido que han procesado en su fase de aprendizaje. Así, durante estos dos últimos años hemos asistido a aplicaciones basadas en IA que generaban dibujos, imágenes realistas y hasta textos. Todo ese contenido se conoce con el mal nombre de contenido de poco esfuerzo o low effort content. Y está causando mucho revuelo por varios aspectos.
El arte asociado al esfuerzo de la persona
Las inteligencias artificiales capaces de generar contenido se pueden manejar con una simple orden. Escribes qué quieres y la IA te lo da en cuestión de segundos o minutos. Como toda máquina que se precie, pueden desempeñar su trabajo sin esfuerzo. O dicho de otra manera. Hacen que parezca fácil lo que para los seres humanos es difícil.
De ahí que en comunidades de artistas online se estén vetando los contenidos creados con inteligencia artificial. Puede que sean arte, pero es contenido de poco esfuerzo o low effort content. Es decir, que a la persona que publica ese contenido, crearlo no le ha supuesto esfuerzo alguno. Es una manera de devaluar el trabajo del artista, que puede dedicar horas o días a crear un dibujo. Mientras que una IA puede generarlo en segundos.
Que una IA pueda generar contenido tiene sus ventajas. Hace años que disfrutamos de herramientas online que nos ayudan a editar texto, arreglar imágenes o crear documentos gráficos en poco tiempo. Algunas incluso emplean IA para realizar correcciones puntuales de manera automática. Nos ahorran tiempo y esfuerzo. Pero de ahí a que todo el proceso creativo sea automático, genera controversia. En especial, si te afecta en lo profesional.
Nadie está a salvo de ser sustituido
Traducciones automáticas, fotografías y vídeos de stock, herramientas de edición prácticamente automáticas… La creación de contenido se ha visto afectada de distintas maneras por el avance de la tecnología. Y muchas profesionales se ven invadidas por aplicaciones, algoritmos o herramientas que hacen rápido y fácil el trabajo creativo de horas o días. Y el contenido de bajo esfuerzo o low effort content es la enésima frontera.
En su día fue polémico el uso de inteligencia artificial para generar las páginas de ciertos diarios en Estados Unidos. Pero, en un principio, se iba a aplicar a las tablas de resultados deportivos. Es decir, la confección mecánica de datos. De ahí a crear poesía, escribir libros o pintar cuadros, hay una frontera que a muchos les facilitará el trabajo y a otros les dejará sin él.
Pero no solo están a salvo de la IA los profesionales creativos. Además de fotógrafos, realizadores, escritores, redactores y artistas, también los programadores y otros perfiles técnicos corren el peligro de dejar de ser útiles. Y es que ya hace mucho que contamos con herramientas que permiten crear una aplicación o una página web sin programar. Y ya se está empezando a allanar el camino a que la inteligencia artificial se encargue de programar el código necesario para crear lo que sea.
Ordenarle a una IA que cree una imagen bonita no tiene mérito. Esa imagen podrá ser valorada por su belleza y valor artístico. Pero el problema está en que se la compare con las imágenes creadas por personas que han dedicado tiempo y esfuerzo a crear arte. El debate en Internet está precisamente enfocado a ello. Si comparamos las capacidades humanas con las de una IA, tarde o temprano saldremos perdiendo.
Una máquina de generar dinero con ‘low effort content’
Obviamente, que una IA cree contenido a coste cero tiene sus ventajas. Te ahorras contratar a decenas de profesionales. Es una de las muchas conclusiones a las que llegan algunos en eventos sobre contenido. Hay quien lo envuelve bajo el halo de “democratizar la creación de contenido”. Cuando en realidad, se trata de devaluar el contenido.
Tienes un medio o una plataforma. Lo que te interesa es llenarlo de contenido. Lo ideal sería tener ese contenido al instante. Bajo tus condiciones y reglas. Que encaje con tu estilo y con la imagen que quieres dar al consumidor. Todo eso está muy bien. Pero convertir la creación de contenido en una cadena de montaje tiene sus consecuencias.
Una cosa es ayudar a encontrar mejor contenido audiovisual mediante metadatos y clasificación automatizada con inteligencia artificial y otra muy distinta que una IA genere una película pensada para ser un éxito en taquilla. O que los comentarios de un evento deportivo sean automáticos. De esto y mucho más se habló en el IBC2022 (International Biometric Conference).
Sectores creativos como el cine llevan toda la vida incorporando estrategias más propias del montaje de vehículos o teléfonos que de la creación artística. Pero siempre queda un pequeño reducto para el arte. Para la creatividad. Aplicar la IA al beneficio comercial no deja de ser una manera de acabar con lo que hace al ser humano ser lo que es. Su capacidad de ver más allá de lo que hay a simple vista. De imaginar mundos que no existen o encontrar soluciones que no se han hecho todavía realidad.