Velocidad del cerebro: ¿por qué solo pensamos a 10 bits por segundo?

Jieyu Zheng y Markus Meister, investigadores del Instituto Tecnológico de California (Caltech), se propusieron medir la velocidad del cerebro; es decir, entender cuán rápido somos capaces de procesar la información en nuestras neuronas, tal como lo hacemos al evaluar la velocidad de los procesadores y los ordenadores (McRae, 2024).

En su estudio y análisis científico, los autores llegan a la conclusión de que la velocidad de procesamiento del cerebro es de 10 bits por segundo. Y así lo hacen saber en la reciente publicación que lleva su firma en la revista Neuron (Zheng y Meister, 2024).

El dato es sorprendente y plantea muchas interrogantes. Nuestros sistemas sensoriales (tacto, gusto, olfato, visión y audición) captan información del mundo en cifras cercanas a los mil millones de bits por segundo. Entonces, ¿por qué luego solo podemos procesar esos datos a una velocidad tan inferior? (Ware, 2025)

¿Qué significa este descubrimiento sobre la velocidad del cerebro?

Si la velocidad del cerebro es de 10 bits por segundo, entonces se está creando un «cuello de botella». Por más que recibamos más información, siempre será procesada de forma más lenta (Zheng y Meister, 2024).

Este filtro del cerebro humano puede darnos pistas sobre cómo se abruma la mente si recibimos muchas instrucciones al mismo tiempo. O si nos sentimos sobrecargados por instrucciones, estímulos y tareas que debemos realizar (Ware, 2025).

De alguna manera, por más que forcemos el ingreso de datos a nuestras neuronas, luego habrá una limitante cognitiva. Pensaremos, como máximo, siempre a la misma velocidad. No importa cuánto más flujo de información queramos incorporar (Dajose, 2024).

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Ahora bien, el significado de la lenta velocidad del cerebro humano no está del todo claro. Los mismos autores de la investigación plantean sus dudas al respecto y no encuentran una única explicación (Zheng y Meister, 2024).

Quizás, según sus teorías, el fundamento esté en la evolución. El ser humano ocupó, en el proceso histórico y natural, un nicho que cambia lentamente. El ecosistema en el cual nos desarrollamos como especie no requería decisiones demasiado rápidas. Además, los cambios del ambiente podían procesarse a solo 10 bits por segundo. La falta de una necesidad de aceleración explicaría el porqué del «cuello de botella» neuronal (McRae, 2024).

Los dos modos de funcionamiento del cerebro

Conocer la velocidad del cerebro pone en evidencia que tenemos dos modos de procesar toda la información (Zheng y Meister, 2024):

  • La forma rápida elabora respuestas que son reflejos frente a los estímulos sensoriales externos. Si tocas algo caliente sin querer, tu mano se quita con rapidez, sin que lo tengas que meditar. Así funciona esta especie de “cerebro externo”, que se basa en la supervivencia.
  • Por otro lado, el “cerebro interno” es el más reflexivo. Aquí se procesa la información a 10 bits por segundo para elaborar pensamientos, decisiones y comportamientos complejos.

El contraste entre ambos sistemas es enorme. Reaccionamos ante ciertos estímulos a gran velocidad, pero otros millones de neuronas solo nos dejan pensar en una cosa a la vez (Ware, 2025).

¿En qué nos ayuda conocer la velocidad del cerebro?

El mundo en el que vivimos cambió. Nuestros antepasados tenían suficiente con 10 bits por segundo para la velocidad del cerebro; sin embargo, en la actualidad, resolver un cubo de Rubik demanda casi 12 bits por segundo y estudiar un texto puede exigirnos hasta 50 bits por segundo (Zheng y Meister, 2024).

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El dato podría ser muy útil para aplicarlo en estrategias de aprendizaje. Conocer cómo funciona el procesamiento cognitivo nos permitirá adaptar, cada vez más, la educación y la enseñanza.

Además, sirve para plantearnos cómo modelar la inteligencia artificial (IA). El modo de procesamiento del cerebro humano podría inspirar sistemas de aprendizaje autónomo que imiten a nuestras neuronas. Incluso, sería factible establecer una forma de vincular nuestro pensamiento unidireccional y lento con sistemas de ordenadores que procesan datos en paralelo (McRae, 2024).

Al mismo tiempo, reconocer las limitaciones cognitivas que tenemos al trabajar en 10 bits por segundo, contribuye a que adaptemos las tecnologías a nuestras capacidades. De nada nos sirve tener interfaces y sistemas de asistencia que nos sobrecarguen. No si luego no somos capaces de procesar dicha información.

Aunque el dato sobre la velocidad del cerebro nos pueda alarmar, en realidad, debe entenderse como parte de la evolución. Hemos sobrevivido como especie. Pudimos lograr cosas increíbles procesando la información a solo 10 bits por segundo.

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