La inteligencia artificial ha invadido todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Todas las aplicaciones que usamos a diario ahora tienen un componente generativo basado en esta tecnología. Lo mismo ocurre con básicamente cualquier servicio o dispositivo conectado que nos acompañe en nuestras jornadas. La evolución de este tipo de soluciones avanza a pasos de gigante y genera mucha expectación entre usuarios, emprendedores y demás engranajes de la industria tecnológica. Pero está provocando un creciente temor por una burbuja de IA que, en caso de explotar, podría poner la economía mundial patas arriba.
En el transcurso de las últimas semanas (y meses, incluso), el debate sobre si existe o no una burbuja de IA acaparó los titulares y despertó un sinfín de dudas y sospechas. El vuelco hacia una estrategia basada en la inteligencia artificial generativa por parte de prácticamente todas las Big Tech ha provocado una explosión de interés en esta tecnología, con cientos de miles de millones de dólares ingresando al segmento. Esto no solo se refleja en la adopción de herramientas como ChatGPT, Gemini o Claude, sino en la necesidad de crear más poder de cómputo para sostener el nivel de avance. Para ello se necesita de hardware, infraestructura edilicia, energía y dinero en cantidades cada vez más exorbitantes.
El hype está en niveles muy altos, como también el temor a que el interés por la IA se agote antes de que las empresas alcancen los grandes objetivos que se han planteado; así, se ha disparado el debate de una posible burbuja. La promesa de inversiones multimillonarias hacia el final de la actual década (y un poco más allá) y la firma de «acuerdos circulares» entre los peces gordos de la industria para supuestamente mantener inflado artificialmente el atractivo por la tecnología, son parte de una combinación que lleva a muchos a arquear las cejas en desconfianza.
El temor a una burbuja de IA y el recuerdo de las puntocom

El debate respecto de una posible burbuja de la IA ha traído de regreso el recuerdo de las puntocom a finales de los noventa y principios de los 2000. Muchas empresas de internet crecieron hasta alcanzar niveles impensados, llevando a un posterior derrumbe bursátil también incitado por la especulación y el gasto descontrolado. Existe el miedo a que algo similar pueda ocurrir con la inteligencia artificial generativa, pero con implicaciones todavía más notorias para la economía mundial.
La promesa de inversiones por parte de las compañías líderes del sector está en niveles muy altos. OpenAI, por ejemplo, ha prometido invertir más de 1,4 billones de dólares en infraestructura. Meta es otra de las firmas que ha comprometido varios cientos de miles de millones de dólares para llegar a la superinteligencia. Y en el medio aparecen varios nombres comunes que han tejido una enrevesada telaraña de inversiones cruzadas que, como mínimo, resultan llamativas. Elementos que alimentan los dimes y diretes de una posible burbuja de IA.
En octubre, Bloomberg publicó un informe bastante minucioso sobre el asunto. El mismo permitió ver con mayor claridad cómo NVIDIA, OpenAI y Microsoft están en el centro de un esquema de negocios donde todos «se ayudan» con todos. Por solo citar un ejemplo, NVIDIA planea invertir hasta 100.000 millones de dólares en OpenAI, que como contrapartida le compra por miles de millones de dólares en hardware. Asimismo, los de Sam Altman han firmado un acuerdo de 300.000 millones de dólares con Oracle para que le provea poder de cómputo, mientras Oracle le compra chips a NVIDIA para prestar ese servicio.

El caso de Oracle es uno de los que, justamente, genera más dudas respecto de la sostenibilidad de la estrategia enfocada en la inteligencia artificial. La compañía de Larry Ellison es un gigante tecnológico, pero su exposición al mundo de la IA depende en gran medida del acuerdo con OpenAI. Para brindar el poder de cómputo que ha prometido, la firma está financiado su expansión a fuerza de deuda. Y si bien esto no es infrecuente, hay condimentos extras que añaden complejidad al panorama. Entre ellas, que su deuda neta es casi cuatro veces mayor a su capital, indica The Times. Y como los de Sam Altman no son rentables (ni están cerca de serlo), analistas, bancos e inversores temen que la apuesta sea demasiado riesgosa.
¿Qué dicen los grandes jugadores del sector?
La creciente preocupación respecto de una burbuja de IA no ha pasado desapercibida entre los grandes jugadores del ámbito tecnológico. NVIDIA, por ejemplo, circuló un memo como respuesta a las críticas de Michael Burry sobre este tema. El inversor, quien anticipó la debacle del mercado inmobiliario en Estados Unidos, recientemente apuntó contra la inversión en inteligencia artificial y la comparó con el caso de las puntocom. La empresa de Jensen Huang salió al cruce de su análisis y remarcó que las inversiones estratégicas son una porción pequeña de sus ingresos. Asimismo, el gigante verde negó que su hardware avanzado para IA se deprecie más rápido de lo que creen las empresas que lo usan.

Google, en tanto, fue más directa al referirse al asunto. Sundar Pichai, CEO de Alphabet, le dijo a BBC que la inversión en inteligencia artificial transita un momento extraordinario. No obstante, confesó la presencia de «elementos de irracionalidad». Cuando le preguntaron si su firma podría sobrevivir a la hipotética explosión de una burbuja de IA, el empresario fue contundente. Si bien aseveró que Google tiene la espalda suficiente para navegar una posible crisis de ese calibre, reconoció que no saldría indemne. «Creo que ninguna empresa será inmune, incluidos nosotros», remató.
Por lo pronto, es imposible decir a ciencia cierta si estamos o no ante una burbuja de IA. Algunos indicadores son preocupantes y la carrera desbocada por la AGI no ayuda. Pero con el antecedente de las puntocom y sus implicaciones en el panorama tecnológico actual, cuesta creer que se cometerá el mismo error dos veces. Sea como sea, todavía no se ha dicho la última palabra.








