Hasta el momento, el estudio del cerebro se había realizado en base a la cualificación de este órgano, pero no utilizando la cuantificación de su volumen. Un trabajo hecho en Stanford podría cambiar para siempre esta aproximación.
Cuando Santiago Ramón y Cajal ganó el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1906 por sus trabajos sobre el cerebro humano, pocos imaginaban el gran despegue de las neurociencias en este siglo. Sus investigaciones sobre la estructuras de las células nerviosas, también llamadas neuronas, revolucionaron la biología de principios del siglo XX.
Más de cien años después, los estudios sobre el cerebro, que podría ser considerado como el órgano más complejo que tenemos, continúan tratando de desvelar sus indescifrables secretos. Iniciativas como el Human Brain Project podrán ofrecer claves hasta ahora desconocidas de su funcionamiento, y quizás también de algunos de los procesos neurodegenerativos más conocidos.
A día de hoy, la medicina trata de cualificar el cerebro mediante técnicas como la resonancia magnética, por la que pueden identificarse procesos tumorales. Aplicaciones como el clásico escáner cerebral permite a los médicos diferenciar entre un cerebro sano y uno afectado por algún tipo de trastorno, como por ejemplo en el caso del mal de Alzheimer.
¿Cómo será el estudio del cerebro en los próximos años?
Aunque el estudio del cerebro ha avanzado mucho en los últimos años con el desarrollo de técnicas de imagen médica mucho más precisas y eficientes, lo cierto es que la alianza entre neurobiología y medicina tiene que dar aún muchos frutos. Hoy en Think Big reseñamos una aproximación realizada desde la Universidad de Stanford, que quizás podría marcar el sendero que caminaremos en el futuro.
Al igual que cuando una persona tiene fiebre, lo normal es saber cuántos grados tiene de temperatura corporal, lo cierto es que hasta ahora la neurociencia no era capaz de precisar cualitativamente algunos datos realmente importantes. Hoy en día, las imágenes por resonancia magnética están compuestas por voxels (elementos tridimensionales que representan un pequeñísimo volumen del cerebro). Los voxels son similares a los pixels, que simularían una parte minúscula de una imagen.
Las fracciones de cada voxel que están compuestas por tejido cerebral se denominan a su vez MTV (macromolecular tissue volume), para diferenciarlas del porcentaje de agua que podríamos observar. Lógicamente los estudios del cerebro hoy en día nos permiten diferenciar entre regiones de este órgano con mayor o menor MTV.
Haciendo una interesante correlación entre las imágenes obtenidas y el volumen hallado, los científicos norteamericanos fueron capaces de usar este estudio del cerebro para cuantificar el tejido. En otras palabras, los médicos ya no dirían «tienes fiebre», sino que serían más precisos, explicando que «tendríamos 38,2ºC». Esta diferencia entre la cualificación y la cuantificación es fundamental en el estudio del cerebro y el tratamiento de algunas enfermedades.
Su trabajo, publicado en la revista Nature Medicine, ayudaría a evaluar el desarrollo neuronal tras realizar el estudio del cerebro en niños pequeños, así como en el seguimiento de algunos trastornos, tales como la esclerosis múltiple. ¿Será efectivamente la cuantificación la que ayude en el diagnóstico y el control de estas enfermedades?
Imágenes | Open Source (Flickr), Penn State (Flickr), Nevit Dilmen (Wikimedia)