La combinación de robótica y neurociencia parece presentar un futuro inmejorable. Un reciente trabajo realizado en Estados Unidos ha logrado un éxito nunca visto hasta el momento.
El poder del cerebro, nuestro órgano más complejo y desconocido, es inmenso. Gracias a él somos capaces de procesar millones de datos que recibe de las células de nuestro organismo, y desarrollar una respuesta adecuada, para así adaptarnos a las situaciones que vivimos a diario.
Si a la gran capacidad que tiene el cerebro, le sumamos el gran desarrollo de la robótica y de la informática, vemos cómo nuestras neuronas han encontrado en los avances tecnológicos un poderoso aliado. Y es que cada vez son más las noticias que narran el uso de prótesis robóticas controladas con el cerebro, como el brazo robótico promovido por la Unión Europea.
Es indudable que en la transmisión de órdenes mentales desde nuestra cabeza a nuestras extremidades, sean naturales o biónicas, actúan muchos factores, y uno muy importante es el de la plasticidad neuronal. Gracias a ella, como ya anticipara Ramón y Cajal, podemos ser capaces de entrenar al cerebro para explotar todo su dinamismo.
La llegada de nuevas interfaces cerebrales permite, sin lugar a dudas, imaginar un futuro de ciencia ficción, donde sea habitual disfrutar de las nuevas tecnologías, que serían controladas de manera total por nuestro cerebro. Un escenario realmente apasionante, donde la computación, la robótica y la neurociencia tendrán mucho que decir.
Implantes cerebrales en monos permiten que muevan sus brazos virtuales
En ese sentido, un nuevo estudio realizado por la Universidad de Duke ha logrado un gran paso en el mundo de los implantes cerebrales. Utilizando monos como modelos animales, los científicos consiguieron que utilizaran sus pensamientos para controlar el movimiento de dos brazos virtuales.
Su trabajo consistió en implantar electrodos en el cerebro de estos animales, de forma que cada uno era capaz de registrar la actividad de 500 neuronas, la mayor cifra conseguida hasta la fecha. Según iban cambiando sus pensamientos, también variaba el trabajo de sus células nerviosas, de forma que sólo con el cerebro conseguían modificar la posición y el movimiento de dos brazos virtuales.
Se trata, por tanto, de un nuevo avance en el mundo de las interfaces cerebro-máquina, que ayuda a entender un poco más el funcionamiento de los circuitos neuronales que forman parte de nuestro cerebro, un objetivo que ya tiene la iniciativa europea Human Brain Project, como os explicamos en el pasado. Además, este tipo de iniciativas podrían posibilitar en el futuro el desarrollo de innovadores dispositivos médicos en el tratamiento de trastornos como el autismo.
Imágenes | Wellcome Images (Flickr), Ian Ruotsala (Flickr)