La realidad aumentada, pese a no ser llamada así, apareció por primera vez hace más de medio siglo.
El término realidad aumentada aparece en torno al año 1990, acuñado por el investigador de Boeing Tom Caudell, que estaba implicado en los desarrollos que la compañía realizaba para mejorar sus procesos de fabricación, donde se usaba un software para desplegar los planos de cableado sobre las piezas producidas. Pero esto no quiere decir que antes no hubiera habido avances. Lo primero es aclarar el concepto. La realidad aumentada se puede definir como la superposición de elementos virtuales sobre una visión de la realidad, de manera que aporten información adicional a dicha realidad.
En efecto, hace tiempo que inventos fabricados por el hombre pueden relacionarse con el entorno y proporcionar información adicional a sus usuarios. La protohistoria de la realidad aumentada comienza con una curiosa máquina inventada por el polifacético Morton Heilig, filósofo, visionario y realizador de cine. En 1957 empieza a construir un prototipo con un aspecto similar a una máquina de videojuegos arcade como las que inundaron el mercado en los años 90. La llamó Sensorama, un nombre que pretendía condensar la experiencia del producto, pues este proyectaba imágenes en 3D, a lo que sumaba un sonido envolvente, hacía vibrar el asiento y creaba viento lanzando aire al espectador.
A primera vista la máquina de Heilig es un producto de realidad virtual (su autor está considerado como el padre de esta tecnología), pero hay ciertos matices de realidad aumentada en Sensorama. Las imágenes con las que el inventor mostraba su creación producían la sensación de estar montando en bici por las calles de Brooklyn. Era un metraje sin editar, una grabación de la realidad en la que a medida que surgían nuevos objetos o situaciones la máquina aportaba los correspondientes estímulos sensoriales al usuario, es decir, información adicional.
Y es que se puede decir que el nacimiento de la realidad aumentada está ligado al de la realidad virtual desde los comienzos de ambas. Será bastante más adelante, cuando la tecnología esté lo suficientemente perfeccionada como para separar las dos ramas. En 1966 aún es pronto para esto, el profesor de Ingeniería Eléctrica de Harvard, Ivan Sutherland, creó un dispositivo que será clave en el futuro, el HMD o human mounted display. Lejos de parecerse a unas gafas como hoy en día, el HMD del 66 era una maquinaria descomunal que colgaba del techo del laboratorio para que el usuario se colocara en el lugar preciso.
Al mismo tiempo que el investigador de Boeing Tom Caudell inventaba el término realidad aumentada, la tecnología nacía propiamente dicha de otros dos trabajos. Surge el que está considerado como el primer sistema de realidad aumentada, de mano de L.B. Rosenberg, que trabajaba para la fuerza aérea de Estados Unidos. Es un dispositivo que da consejos al usuario sobre cómo realizar ciertas tareas a medida que estas se presentan, una especie de guía virtual.
La otra investigación que dio pie a la realidad aumentada procedía de la Universidad de Columbia, donde un equipo de científicos inventó un HMD que interactuaba con una impresora. El dispositivo, bautizado como KARMA (Knowledge-based Augmented Reality for Maintenance Assistance), proyectaba una imagen en 3D para dar instrucciones a su usuario sobre cómo recargar la impresora, en lugar de acudir al manual de uso.
Imágenes: WIKITUDE / Columbia University