Internet se ha convertido en la perfecta plataforma para que los jóvenes emprendedores –y no tan jóvenes– triunfen con ideas que en ocasiones pueden parecer auténticas locuras.
Sólo con hacer un repaso a los últimos cinco años uno se puede dar cuenta del peso de esta afirmación, presenciando la extraordinaria heterogeneidad que se da cita en este escenario. Prueba de ello son el suizo Edouard Lambelet y el estadounidense Palmer Luckey. Ellos representan el lado más maduro y más joven del repaso que hacemos a algunos de los emprendedores más influyentes del último lustro. El primero, Lambelet, se encuentra al frente de Smallrivers, la compañía que en 2010 alumbró Paper.li, con el que es posible crear un periódico con los enlaces a contenidos compartidos por nuestros contactos en Facebook y Twitter.
El mantra de la compañía es que cualquiera puede convertirse en editor y su secreto, el motor de análisis semántico que simplifica el filtrado de contenido para confeccionar fácilmente el periódico personalizado o, como le gusta definirlo a su fundador, un producto con un elevado componente tecnológico para personas poco cualificadas en lo que a tecnología se refiere.
Lambelet siempre ha estado ligado a negocios relacionados con la movilidad, contando en su currículum con la creación de la compañía de aplicaciones y servicios móviles MNC (Mobile News Channel), que en 2004 terminaría por comprar Alcatel-Lucent, para la que trabajaría hasta 2007.
Con apenas media docena de personas en la plantilla, Paper.li cuenta con más de 4 millones de usuarios que generan alrededor de 250 millones de palabras al día y 50 millones de artículos, con famosos entre sus editores como el futbolista del Barça Gerard Piqué.
Al otro lado y con camisa hawaiana y sandalias encontramos a Palmer Luckey, el fundador de Oculus VR. Luckey tenía 21 años cuando en 2009 desarrolló sus primeras gafas virtuales 3D en el remolque que sus padres tenían aparcado en su jardín de Long Beach (California). Un año después, Mark Zuckerberg le compraría su empresa por 2.300 millones de dólares, algo que todavía hoy produce vértigo considerando que el primer dinero con el que el joven arrancó su aventura procedía de arreglar y vender iPhones.
Luckey siempre fue un apasionado de la tecnología y cuando en 1999 vio Matrix, la cinta de los hermanos Wachowski, un resorte saltó en su cerebro. Aquello sería el germen de sus gafas de realidad virtual Oculus Rift. Dejaría la universidad y, junto a su colega Brendan Iribe, conseguiría reunir 250.000 dólares en Kickstarter para desarrollar el primer prototipo y producir los primeros centenares de unidades de gafas a un precio de 300 dólares. De aquel crowdfunding pasarían a reunir 2,4 millones de dólares gracias al apoyo de unos 9.500 pequeños inversores y, después, 75 millones de dólares de la mano del business angel Andreessen Horowitz, hasta hoy, que trabaja en la planta superior de la sede de Facebook en California.
Emprendedores de manual
Algunos de los negocios más exitosos de estos años han sido desarrollados por lo que podríamos considerar auténticos emprendedores de manual. Un buen ejemplo de ello son Justin Kan y Emmett Shear, los fundadores de Twitch, la plataforma de streaming en la que los usuarios pueden retransmitir sus partidas de videojuegos.
Ambos amigos se conocían desde niños, cuando apenas tres manzanas de distancia les separaban en Seattle. Juntos fueron a la Universidad de Yale y allí, hacia el año 2005, arrancaron su primera startup (Kiko), que básicamente era una agenda web al estilo de Microsoft Outlook. Un mes después, aparecería Google Calendar y le pasaría literalmente por encima. Con todo, 14 meses después de lanzar Kiko consiguieron vendérselo a eBay por 258.000 dólares creyendo que les había tocado la lotería porque no esperaban conseguir más de 50.000 dólares.
Con el dinero obtenido y el apoyo del fundador de Y Combinator Paul Graham, lanzaron Justin.tv en 2007. La idea era retransmitir las 24 horas del día los 7 días a la semana la vida de Kan, recordando la película de Jim Carrey El Show de Truman. El experimento fue un éxito y estuvo emitiendo durante tres años, levantando 7,2 millones de dólares en capital riesgo con el respaldo de 31 millones de usuarios únicos al mes.
A finales de 2010, decidieron ampliar el alcance de sus proyectos: por un lado, dándole cobertura móvil a Justin.tv, lo que terminaría siendo una spin-off como una especie de Instagram para vídeo que sería vendido a Autodesk por 60 millones de dólares. Por otro lado, TwitchTV, que liderado por Shear se ha disparado como la espuma al tiempo que Justin.tv caía, cerrando sus emisiones definitivamente a mediados del año pasado.
Después de numerosos rumores sin confirmar que hablaban de 1.000 millones de dólares ofrecidos por Google, el año pasado Amazon compró Twitch por 970 millones de dólares al contado. Con apenas tres años de vida, Twitch tenía entonces más de 55 millones de usuarios.
Otro buen ejemplo de un empresario que lleva el emprendimiento en su ADN es Travis Kalanick, el cofundador de la polémica Uber, que ha puesto al sector del transporte de pasajeros, especialmente a los taxistas, al borde de un ataque de nervios. Podría decirse que su pasado siempre estuvo ligado a la polémica, porque cuando en 1998 dejó la UCLA, se embarcó en la startup Scour, con una aplicación muy parecida al polémico Napster… tan parecida que, acosada por los tribunales, tuvo que declarar la empresa en bancarrota para escapar de la Justicia.
Fue entonces cuando con otros ingenieros desarrollaron Red Swoosh, otra aplicación para el intercambio de información que terminaría vendiendo por 15 millones de dólares, lo que en el Silicon Valley se consideró casi un fracaso pero que a él le aportó el músculo financiero para, entre otros, crear Uber. Arrancó esta empresa junto a su amigo Garret Camp como un servicio privado de limusinas y en poco tiempo se ha extendido como servicio general de transporte acometiendo una significativa expansión internacional respaldada por inversores como Google Ventures y TPG con más de 258 millones de dólares. Kalanick ha conseguido ser uno de los empresarios más odiados del Planeta, con varios litigios en marcha –incluida España– por incumplir la legislación vigente, pero también el más deseado habiendo conseguido que incluso Jeff Bezos, fundador y director general de Amazon, sea uno de sus inversores.
Al otro lado del Charco
Hablar de grandes aventuras empresariales en Internet nos lleva inevitablemente a pensar en Estados Unidos, pero como hemos visto en el caso de Paper.li, al otro lado del Atlántico también surgen historias de éxito. Es el caso de treintañero Pável Dúrov y su aplicación de mensajería Telegram. En realidad, este ruso ya se había hecho famoso antes con su red social VKontakte, con sede en San Petersburgo, hasta el punto de que fue bautizado el ‘Zuckerberg ruso’.
Dúrov, anarcocapitalista confeso –publicó un manifiesto– y amigo de la piratería, siempre se ha caracterizado por su espíritu transgresor: amante por igual de Steve Jobs y Che Guevara, el joven ruso a través de su red social ofreció ‘asilo cibernético’ a las filtraciones de Snowden (incluso, le ofreció un puesto de programador).
Terminaría dejando VKontakte para alumbrar Telegram que, aunque siempre se ha visto como un plagio, lo cierto es que algunas de las innovaciones que ésta última introduce terminan por replicarse en WhatsApp, como ha sucedido con el ‘doble check’ o, incluso, con la encriptación punto a punto. Duróv ha llegado a decir que para desarrollar la versión de escritorio de WhatsApp, éste intento fichar, en vano, a sus desarrolladores. La seguridad en su innovación es tal, que el ruso se atreve a pronosticar nueva funcionalidades de su rival por el mero hecho de que ellos ya las tienen, entre las que destaca el temporizador de autodestrucción de mensajes.
Los hermanos Terebin (Ilja y Mark) son otro ejemplo de emprendimiento desde el otro lado del Charco y, más concretamente, desde Riga (Lituania). Ellos son los padres de Ask.fm, el foro en el que los usuarios preguntan y responden a discreción, habiéndose creado ya una comunidad que supera los 120 millones de usuarios registrados en todo el mundo.
El escándalo ha estado persiguiéndoles desde hace años porque la web ha sido utilizada para actividades como el ciberbullying –en 2013 la polémica estalló con el suicidio de una joven adolescente– o, incluso, para que el yihadismo extienda su propaganda sin control alguno. Son los riesgos de una red social, perfectamente adaptada a los nuevos entornos móviles y que permite el anonimato. A ello se suma, además, que más del 40% de sus usuarios son menos de 17 años.
Criados en una pequeña ciudad al sureste de Riga, Ilja tiene 36 años y Mark 29 siempre fueron más emprendedores que techies (apasionados por la tecnología). Tanto es así que cuando arrancaron la empresa, no es que no supieran programar, es que Ilja jamás había utilizado una red social. Para crearlo se basaron en Formspring (ahora conocido como Spring.me), pero dotándole de las mejoras que consideran que debía incluir. Junto con un tercer socio, Oskars Liepins, invirtieron medio millón de dólares en el primer año y medio, hasta que el fondo de inversión Rubylight reforzó ese músculo financiero, al tiempo que les dotaba de más tecnología. La compañía tardó unos dos años en ser rentable, tan sólo dos meses después de la entrada de Rubylight.