Muchas de las aplicaciones que utilizamos actualmente registran mayor número de usuarios que de ingresos, esta tendencia a derivado en estrategias de inversión renovadas que giran entorno a la búsqueda de usuarios como prioridad.
Si un mago hubiese mirado a través de su bola de cristal y hubiese visto la escena empresarial actual, probablemente habría renunciado a la magia y se hubiese convertido en carpintero.
Probablemente hubiese pensado: “nadie puede hacerse rico si no te pagan. Mi magia es gafe”.
Puede ser difícil de comprender, pero el usuario y no el beneficiario, es un cosechador en el mundo de las startup. Los empresarios y capitalistas de riesgo persiguen a las personas, no el dinero. En mi opinión, creo que esta es la razón por la que empresas como Snapchat tienen un valor de 10.000 millones de dólares mientras que sus ingresos son cero.
Como el Vicepresidente del Banco de Silicon Valley, Bindi Karia, dijo: “Frecuentemente, en Estados Unidos se ven inversores de riesgo que dan este tipo de valoraciones en masa, porque saben que los ingresos llegarán detrás de las personas”.
La economía de escala se personificó en la primera parte de la década de los 2000 cuando una red social cruzó todas las fronteras, uniendo a todas las personas del mundo a través de un solo portal, Facebook. De uso completamente gratuito, esta red social ha experimentado un camino ligeramente escabroso hasta la obtención de beneficios, pero cuando nos fijamos en sus 1.247 millones de dólares de ingresos anuales, comprobamos que tanto esfuerzo ha merecido la pena.
Con el capital de riesgo inviritiendo en los usuarios, la introducción del “paywall” o muro de pago podría poner en peligro el crecimiento de usuarios y devaluar la próxima ronda de inversión de una startup, por lo que los fundadores se lo piensan dos veces antes de tratar de obtener beneficios económicos de sus clientes.
“Puede incluso ser desfavorable para las startups cobrarle a sus usuarios, sobre todo en una etapa inicial. «No se pueden obtener millones de usuarios si lo primero que haces es pedirles que paguen por una nueva aplicación”, dice Carsten Brinkschulte emprendedor en serie.
En algunos casos. Esto ha demostrado ser un costoso juego. Mediante las descargas, puede ser difícil de predecir si el cliente va a quedarse con nosotros y un día, va a comenzar a pagar por el uso de nuestra aplicación. Ese fue el caso de la app YO.
Popularmente, permitía que sus usuarios hiciesen una cosa y sólo una cosa: enviar una notificación “YO” a cualquier persona que estuviera en su lista de contactos. Rápidamente se convirtió en algo tan adictivo como la pizza y la cerveza, en el panorama de las startups de Tel-Aviv consiguió más de 1,2 millones de dólares de financiación.
Tras recaudar más de un millón de dólares con una aplicación de una sola palabra, el cielo parecía ser el límite para las nuevas startups, pero tan sólo unos meses más tarde los usuarios comenzaron a desinstalar “YO” de sus smartphones. Sin usuarios y con funcionalidades muy limitadas la aplicación tenía muy poco espacio para pivotar.
Con miles de nuevas startups en todo el mundo, no siempre es evidente qué les deparará el futuro y en qué lugar se encuentra el valor. La incertidumbre hace que sea difícil saber dónde poner el foco, pero con mercados en expansión y personas cada vez más receptivas en cuanto a los servicios digitales se refiere, el tabú de la realidad de cobrar por este tipo de servicios estaría desapareciendo paulatinamente.
Quizás, si tuviésemos nuestra propia bola de cristal en una aplicación, seríamos capaces de predecir el futuro y ver una economía equilibrada basada en el valor y en los usuarios por igual. Y después, por supuesto, su “YO”.
Imágenes: YO y Flickr (Nicolas Raymond)