Los efectos de la Luna llena se hacen notar en el CERN, el laboratorio de física de partículas más grande del mundo. Así lo detectan en el tunel del LHC.
Nuestros mayores -especialmente aquellos que trabajaban como labradores- consultaban las fases de la Luna o las fechas de las ferias y mercados en el antiguo Calendario Zaragozano, publicación editada por primera vez en 1840. Así podían saber las noches en que habría Luna llena, nueva, creciente o menguante. El paso del tiempo hace que estas predicciones se modernicen, y ahora los científicos del CERN cuentan con un método mucho más ingenioso y preciso.
Cuando el 17 de marzo de 1954 comenzaron las obras del mayor laboratorio de física de partículas del mundo, pocos imaginaban que aquel centro realizaría importantes avances, tales como la detección de una partícula consistente con el bosón de Higgs.
En el anillo de 27 kilómetros
La gran sensibilidad del túnel del LHC (Large Hadron Collider) permite realizar experimentos que nos ayudarán a responder cuestiones relacionadas con el Modelo Estándar, la supersimetría, la energía oscura o la antimateria. Preguntas que, sin duda, harán que el anillo circular de 27 kilómetros escriba un nuevo capítulo en la historia de la física.
Lo que tal vez pocos sepan es que la sensibilidad del LHC ayuda a que los científicos a estimar cuándo habrá Luna llena, como si de una suerte de Calendario Zaragozano se tratara -eso sí, con predicciones científicas-. Y es que los científicos deben ajustar las órbitas que siguen los protones por los efectos gravitaciones de nuestro satélite.
Aunque estos efectos sean mínimos, la gran sensibilidad del LHC hace que se detecte perfectamente el plenilunio. Como explican desde el propio CERN, el túnel es tan largo que no sufre las fuerzas gravitacionales de la Luna de la misma manera, sino que se crean una suerte de deformaciones en algunos puntos del LHC. Esas deformaciones son realmente minúsculas, pero los investigadores pueden detectarlas en Ginebra, como se observa en la gráfica:
Las dos curvas inferiores (en amarillo y verde) muestran la luminosidad medida por los dos grandes detectores que operan en el LHC, conocidos como ATLAS y CMS. Esta medida indica el número de colisiones que ocurren por segundo en cada experimento. Las líneas inferiores que pueden observarse es el ajuste de las órbitas de los protones que deben realizar desde el CERN, ya que en la fecha en que se tomó la gráfica, la Luna estaba casi llena.
Este curioso efecto se conoce desde que se instaló el colisionador Large Electron Positron, predecesor del actual LHC. Como explican en Ciencia de Sofá, las desviaciones en el terreno sobre el que se sitúa el LHC son mínimas -apenas alcanzan 1 milímetro-. Pero estas distorsiones, fruto del efecto de la gravedad de la Luna, pueden ser detectadas dentro del LHC por la gran sensibilidad que presenta esta infraestructura.
Imágenes | Michael Gil (Wikimedia), CERN