El tráfico en Nueva York es abrumador, pero la ciudad está cambiando poco a poco de hábitos.
Quien haya conducido por Nueva York, quien haya cruzado el centro en taxi o viajado desde el aeropuerto a la ciudad en coche sabe que los parones son constantes, vuelan los pitidos y recorrer media manzana se hace desesperante. El tráfico en Nueva York es un atasco imposible de taxis, luces y coches oscuros. Pero puede que no sea así por mucho tiempo. El experto en movilidad Samuel Schwart, muy ligado a la evolución del transporte en esta urbe, vaticina cambios significativos para los próximos años.
El transporte público ganará importancia respecto al coche particular. Ya lo ha hecho en las últimas décadas, según Schwart, pero esta tendencia se acentúa cada vez más. Y son varios los motivos que la están impulsando; entre ellos la sustitución de una vieja cultura, donde el símbolo de poder era el coche, por una nueva, en la que el nuevo símbolo –siempre hay uno– no es otro que el smartphone.
Las opiniones de Schwart son discutibles, pero lo que no se puede negar su conocimiento sobre la materia. En una entrevista para el portal de actualidad y tendencias Inverse, el experto en transporte señala que para los millennials (aquellos nacidos aproximadamente en la década de los 80) el símbolo que los hace destacar en sociedad es muy diferente del que necesitaban las generaciones inmediatamente anteriores.
Hace décadas –hablando sobre todo de Estados Unidos– la posesión de un coche grande (importaba el tamaño) daba prestigio social a su propietario, mientras que a este le reportaba satisfacción personal. Hoy en día la posesión de un coche –y mucho menos grande– ha dejado de tener sentido en ciudades como Nueva York.
Schwart alude a motivos prácticos para que esto haya cambiado. Y es que moverse en un coche particular por Nueva York es bastante más engorroso que hacerlo en transporte público. Aparte de que el tráfico es insoportable, encontrar aparcamiento se convierte en un martirio. Una vez encontrado el hueco habrá que pagar por el tiempo que el coche permanezca. Y si no se encuentra sitio habrá que acudir a un parking (los precios en el centro rondan los 14 dólares por hora).
Por si fuera poco, los jóvenes tienen otras opciones para gastarse el dinero, sobre todo teniendo en cuenta el gran desembolso que supone la compra de un automóvil. Antes el ocio era más limitado –y probablemente más barato– mientras que un coche se veía como un gasto que había que hacer, sí o sí. Otra razón: la compra de un coche muchas veces va aparejado a la formación de una familia, algo que se ha postergado en la generación de los millennials.
Así, los jóvenes tienen menos motivos aún para comprarse un coche ahora que han surgido aplicaciones como Uber, Lyft o Via. La relevancia de Uber en Estados Unidos, y particularmente en las grandes ciudades, es tal que Google Maps ya ofrece como alternativa una ruta en coche de Uber, aparte del transporte público, el automóvil, el camino a pie o en bici. La plataforma de mapas calcula a qué distancia están los conductores, cuánto tardarían en recoger al usuario y lo suman al recorrido en coche.
Si a esto le sumamos que los coches autónomos llegarán a medio plazo tenemos un panorama de movilidad muy distinto del actual. Schwart no deja de destacar que en las últimas décadas, Nueva York ha mejorado sus sistemas de metro y autobuses públicos. En cambio, las carreteras no se han mejorado, lo que da idea de cuáles son las prioridades de la ciudad en lo que a transporte se refiere.
Imágenes: DW Labs Incorporated y Fotos593