La contaminación atmosférica es una de las mayores amenazas para el medio ambiente y la salud de los ciudadanos, especialmente en las grandes ciudades. Según un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud, 37 ciudades españolas (de las 46 analizadas) superaban los niveles de contaminación recomendados por este organismo, fijados en 10 microgramos por metro cúbico o menos. Solucionar este problema es uno de los grandes retos del presente siglo, y la tecnología es una de las claves para combatirlo. Una de las innovaciones más llamativas de los últimos años es la aplicación del dióxido de titanio (TiO2).
Este mineral natural, también conocido como titania, realiza un proceso muy similar al de la fotosíntesis, llamado fotocatálisis. El Dióxido de Titanio utiliza la luz del sol y la humedad para convertir los óxidos de nitrógeno (NOx) en nitratos (N3), una forma de nitrógeno menos dañina para el medio ambiente. Es, de hecho, la forma que pueden absorber las plantas. El NOx, en boca de todos tras el escándalo de los motores TDI de Volkswagen, es uno de los gases contaminantes más dañinos y está considerado uno de los grandes culpables del calentamiento global.
El dióxido de titanio se ha aplicado en multitud de proyectos para mejorar la calidad del aire de las ciudades. Por ejemplo, la Gran Vía madrileña fue hace unas semanas el escenario del despliegue de la primera lona publicitaria cubierta por este material en Europa. Dicha tela, de mil metros cuadrados de extensión, ejerce un efecto similar sobre el medio ambiente al que producen mil árboles, o al de reducir el tráfico por la ciudad en 50 coches. El beneficio es infinito si imaginamos que todas las lonas publicitarias de Madrid llevaran este material.
Por su parte, la iglesia del Jubileo de Roma, obra del arquitecto Richard Meier, es un ejemplo de cómo el TiO2 puede tener una aplicación estética a la vez que protege el medio ambiente. El diseño del edificio, en el que predomina el color blanco, requería de un material que no viese afectada su tonalidad por la acción de la contaminación atmosférica. Incorporar dióxido de titanio al cemento utilizado para su construcción fue la respuesta a este problema gracias a los avances en nanotecnología, que hace posible manipular los materiales a nivel molecular. Así, la propia fachada de la iglesia permite limpiar el aire que respiran quienes pasean por las calles de Roma al mismo que tiempo que se protege a sí misma de la suciedad.
También es destacable el proyecto de la Universidad de Tecnología de Eindhoven, en los Países Bajos, que en 2013 probó a utilizar el dióxido de titanio rociándolo sobre el pavimento de las calles. Las pruebas llevadas a cabo en la ciudad de Hengelo demostraron que la contaminación por NOx en las zonas donde se roció esta sustancia se redujo en hasta un 45%. Sin embargo, también quedó patente que su utilización podría encarecer el precio de los pavimentos en un 50%. Un coste que a simple vista puede parecer desmesurado, pero que se revela altamente rentable si tenemos en cuenta los efectos positivos sobre el medio ambiente y la salud de los ciudadanos.
Los avances en la aplicación del dióxido de titanio para combatir la contaminación en las ciudades forman parte de una de las tendencias de moda en lo que se refiere a la protección del medio ambiente: la arquitectura sostenible. En este sentido, en nuestro país contamos con grandes exponentes, como el Distrito Telefónica que, entre otras características, posee la mayor planta de energía solar de Europa (con más de 16.000 paneles fotovoltaicos que producen el 10% de la energía que requiere el recinto) y sistemas de optimización de recursos energéticos, como sus cubiertas exteriores que permiten ahorrar un 15% en el gasto de calefacción durante el invierno y un 30% en aire acondicionado en verano.
No hay nada más básico en nuestra vida que el aire que respiramos, y mantenerlo limpio es vital para nuestro futuro. Por suerte, la tecnología es nuestra aliada para este fin.