Blue Origin consigue reutilizar un cohete que ya había aterrizado exitosamente con anterioridad.
El sector aeroespacial está cambiando y son dos empresas las que se han colocado como cabezas visibles de este movimiento. Si durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX la carrera espacial estuvo impulsada por dos entidades estatales, como Estados Unidos y la Unión Soviética, ahora la innovación en este terreno se está volcando en las empresas privadas. Blue Origin y SpaceX son dos de las puntas de lanza en lo que se refiere a tecnología punta y ambas tienen el mismo objetivo: la reutilización de los cohetes.
Atrás quedaron los tiempos en que lanzar un cohete y obtener alguna primicia espacial, como el primer hombre en órbita o pisar la Luna, eran un instrumento de propaganda política de la más alta consideración. Ahora la inversión en el sector aeroespacial ha dejado de ser tan alta y el hueco que han dejado las instituciones públicas están intentando cubrirlo las empresas privadas. Al menos así está ocurriendo en Estados Unidos, donde se podría decir que tiene lugar otra carrera espacial, con otro estilo y otras dimensiones, pero con dos contendientes definidos.
Ambas empresas tienen un origen similar, creadas por sendos emprendedores de éxito de Silicon Valley a principios de la década del 2000 y con un mismo propósito. El negocio de las dos parte de la carestía de recursos en el campo aeroespacial, ahora que el presupuesto de la NASA se ha recortado debido a lo innecesario de seguir el ritmo de la Guerra Fría. Su solución para continuar la exploración espacial es la reutilización de los cohetes y en ello andan las dos.
Blue Origin, fundada en el año 2000 por Jeff Bezos (Amazon), acaba de completar su segundo aterrizaje exitoso con un mismo cohete. La competencia con SpaceX, fundada por Elon Musk (Tesla Motors, PayPal) en 2002, ha quedado patente en los últimos dos meses. En noviembre Blue Origin puso en marcha un cohete, el New Shepard, que por primera vez voló por encima de los 100 kilómetros de altura y regresó a tierra para aterrizar sin sufrir daños.
Tanto es así que el mismo cohete ha vuelto a despegar ahora, alcanzando de nuevo los 100 km de altura de la Línea Kármán y regresando sin daños. Es todo un hito porque demuestra que los cohetes no solo pueden aterrizar en la Tierra sino que además pueden volver a despegar y, lo que no deja de ser relevante, pueden hacerlo con solo dos meses de diferencia.
Entre medias, SpaceX ha conseguido otro hito y ha estado a punto de conseguir un segundo. A finales de diciembre la compañía de Musk anunció que su Falcon 9 era el primer cohete que lograba alcanzar la órbita baja terrestre, a unos 200 kilómetros de altura, y aterrizaba de nuevo. Ganaba en altura a Blue Origin, que por eso ha optado por que su eslogan para promocionar el nuevo logro sea ‘Launch. Land. Repeat’, para dar importancia a la reutilización del cohete.
Unos días antes otro cohete de SpaceX fallaba en su maniobra de aterrizaje sobre una plataforma marina, como se puede ver en el vídeo subido por Musk a Instagram. De haberlo logrado habría sido el primero en conseguir aterrizar en el mar. La carrera sigue abierta.
Imgen: Blue Origin