¿Será posible en el futuro frenar el envejecimiento y poder rejuvenecer? Varias investigaciones logran avances importantes en modelos animales.
Lograr el «elixir de juventud» es uno de los grandes sueños de la ciencia. A medio camino entre la ficción y la realidad, decenas de investigadores trabajan a diario por desentrañar los secretos del envejecimiento. El aumento de la esperanza de vida y la reducida tasa de fertilidad han hecho que Europa, sin irnos más lejos, tenga ante sí un tremendo desafío en unas décadas. Según la Organización Mundial de la Salud, más del 30% de la población continental tendrá una edad superior a los 60 años en 2050. La «vieja Europa» será más que nunca una realidad.
Los estudios sobre el envejecimiento han logrado dilucidar dilemas importantes que traían de cabeza a la comunidad científica. Investigaciones realizadas en animales, por ejemplo, se centraban en estudiar los misterios genéticos sobre este proceso biológico para así eliminar las células que entraban en senescencia. Como resultado, los ratones parecían retrasar el paso de los años, como si de unos «Benjamin Button» se tratara.
El último avance en materia de envejecimiento tiene «sello español». Científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, dirigidos por María Blasco, han conseguido crear ratones con telómeros más largos, de forma que presentan menos signos de envejecimiento molecular y una menor incidencia de cáncer. Los telómeros son los «capuchones» que se sitúan en los extremos de los cromosomas para mantener la estabilidad genética y promover el estado «juvenil» de las células. A medida que envejecemos, su tamaño también se va reduciendo.
Este no es el primer trabajo que logra alargar los telómeros que protegen a nuestro ADN. En 2009 se vio que era posible aumentar su tamaño en células madre de tipo iPS y, según explican desde la Agencia SINC, dos años más tarde se vio que era un fenómeno que también ocurría en células madre embrionarias crecidas en el laboratorio. Según el grupo de Blasco, el hecho de que estos animales nacieran con los telómeros hiperlargos no les produjo ningún problema de salud. Al contrario, al disponer de capuchones más grandes se reducía el daño ocasionado por el propio envejecimiento y la aparición de enfermedades relacionadas con el paso de los años, como pueden ser los tumores malignos.
Aunque los resultados no pueden extrapolarse a la especie humana, por las evidentes diferencias que hay con los roedores, lo cierto es que el estudio deja preguntas abiertas muy interesantes. Por un lado, ¿será posible que los ratones con telómeros el doble de largo vivan también el doble? ¿Cómo afecta el tamaño de los capuchones al envejecimiento molecular y a la aparición de enfermedades? Y, por último, ¿cómo se pueden trasladar estas conclusiones al ser humano? Responder estas cuestiones será clave para entender un poco mejor este proceso biológico y así, quizás algún día, ser capaces de contar con un «elixir de juventud» como el que parecía tener Button.
Imágenes | Warner Bros, Rama (Wikimedia)