Los semáforos dejarán de ser un obstáculo

En el Centro de Innovación del Transporte de Greeville, en Carolina del Sur, con la ayuda de una CPU (Unidad de Procesamiento Central) y de un GPS, se han realizado experimentos, comprobándose que, efectivamente, las ciudades podrán funcionar dentro de algunos años sin semáforos. Las pruebas han sido un éxito y el promotor de las mismas, Ali Reza, ha podido demostrar que el fin de los semáforos se acerca.

Regulan el tráfico desde hace poco más de un siglo – el primero se instaló en la ciudad de Cleveland (EE.UU) el 5 de agosto de 1914 -, pero  su esperanza de vida podría verse acortada. Desplazaron a los guardias de tráfico de las esquinas, igual que hoy desplazan los robots a trabajadores manuales en las fábricas. Sin embargo, su futuro en rojo, verde y ámbar está en el aire. La tecnología más avanzada – concretamente, el uso de ordenadores en los automóviles – puede quitarlos de la circulación, dejando vía libre a otras soluciones que ya se están estudiando.

El sistema alternativo que proponen los ingenieros de Greenville se basa en un dispositivo  – cálculo de la velocidad y situación de los vehículos – que informa al conductor de cuándo debe parar y cuándo debe seguir su camino. En base a estos datos, el piloto ajustará la velocidad del vehículo y podrá circular sin necesidad de detenerse y sin riesgo de accidente.

Las simulaciones llevadas a cabo demuestran que este nuevo sistema mejora las prestaciones que ofrece el uso tradicional de los semáforos. Se reducen de forma considerable las paradas de los coches. Mientras que con la aplicación del sistema de CPU y GPS sólo necesitaron detenerse en un cruce 11 vehículos, con el modelo tradicional de semáforos se vieron obligados a hacerlo 1.100 vehículos.

A las ventajas que este revolucionario sistema ofrece para acabar con los atascos y con el caos circulatorio en las grandes ciudades hay que sumar también la reducción que todo ello supone en el índice de contaminación y el ahorro de combustible que supondría su retirada. Una reducción que alcanzaría, según los expertos, un 19%, que no es ninguna tontería, teniendo  en cuenta los precios de la gasolina.

Sin embargo, como suele ocurrir con los proyectos más complejos y ambiciosos dentro del mundo de la automoción, la ejecución de los mismos no resulta tan fácil de conseguir como parece. Para empezar, es necesario que el actual parque móvil se transforme y que los nuevos vehículos lleven incorporadas líneas GPS, algo que no será fácil de conseguir hasta el año 2020. También es necesario incorporar en el coche un ordenador que controle la velocidad del mismo.

Aunque el proceso de supresión de los “inoportunos” semáforos lleve su tiempo, los fabricantes de automóviles, los responsables de la Seguridad Vial y los gestores de las grandes ciudades tienen que plantearse seriamente la apuesta por un sistema que permitiría ahorrar tiempo y combustible.

Hasta ahora, se ha venido trabajando en facilitar información puntual sobre la duración de las señalizaciones, permitiéndole al conductor regular su velocidad para evitar detenerse. No deja de ser una solución interesante, que ayuda a la fluidez del tráfico, pero que no pasa, en ningún caso, por la supresión de estas señales. Telefónica, a través de su app Drivies, mide y analiza también los trayectos de sus usuarios para ayudarles a mejorar su conducción al volante. Desde su lanzamiento, en julio de 2015, un 57% de los usuarios de esta app han mejorado sus hábitos al volante y reducen las incidencias durante el trayecto.

Si miramos por el espejo retrovisor, nos damos cuenta de lo mucho que hemos avanzado en la seguridad vial. Aquel primer semáforo que se plantó en Cleveland sólo tenía dos colores: verde y rojo. Posteriormente, en 1918, un policía de Detroit, llamado William Potts, inventó el semáforo moderno, con los tres colores. General Electric adquirió luego esa patente y comenzó a comercializar al por mayor el artilugio que mejor define la actividad de las grandes urbes, sobre todo en las horas punta.

Los conductores, según cálculos llevados a cabo en Inglaterra, nos pasamos una media de dos días al año esperando en los semáforos. Aunque sólo fuera por esto, merecería la pena apoyar las iniciativas que ofrecen nuevas alternativas y proponen su retirada.

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