Si el hambre en el mundo ya es un problema, el crecimiento de la población no augura un futuro mejor. Varios proyectos se postulan como candidatos para solucionar la escasez de recursos que impedirá alimentar a buena parte de los habitantes del planeta el día de mañana.
El caos alimentario puede estar cerca. Aunque suene a profecía disparatada, lo cierto es que el crecimiento de la población mundial es insostenible: en 2050 el planeta estará habitado por unos 9.000 millones de personas y, para entonces, la tasa de producción de alimentos actual será insuficiente.
Algunos sitúan en el año 2040 ese punto en el que el mundo podría colapsar ante la dramática falta de comida. La predicción no parece descabellada, sobre todo si se tiene en cuenta que en pleno 2015 y por culpa del mal reparto de los recursos ya hay, según la FAO, cerca de 800 millones de personas subalimentadas en todo el mundo.
Aunque quede poco tiempo para reaccionar, todavía hay esperanza. Distintos proyectos pueden traer debajo del brazo alguna solución para superar las obvias limitaciones de espacio (según el profesor de microbiología de la Universidad de Columbia Dickson Despommier, ya estamos utilizando una parte del planeta del tamaño de América del Sur para cultivar) y producir los alimentos necesarios para toda la población mundial.
“Para alimentar a 9.000 millones de personas con 200 gramos de fruta y verdura al día, necesitamos 90.000 kilómetros cuadrados”, explican desde PlantLab. La propuesta de esta compañía holandesa pasa por utilizar esa superficie, pero en vertical.
Altas torres o viejos edificios rehabilitados podrían convertirse así en verdaderas fábricas de alimentos, en las que cada piso fuera una plantación donde el sol se combinará con luces LED.
PlantLab no solo propone esa suerte de agricultura en altura para amortiguar los problemas de espacio, sino que, además, sus cultivos llevarían la eficiencia por bandera: tanto la cantidad de luz como la de agua o el aire fresco necesarios se calcularían matemáticamente (ya se hace en la planta experimental que la compañía tiene en Holanda) para, de paso, minimizar los residuos producidos por las plantaciones. Si aprovechar el espacio es importante, hacerlo en todas y cada una de las fases del proceso es imprescindible.
Comida de laboratorio y en miniatura
En otro extremo, el cultivo en miniatura se postula como otra posible solución. Una estantería de apenas 2 metros de alto y 40 centímetros de fondo sería suficiente para que cada uno produjese en su propia casa las verduras y hortalizas necesarias para hacer una ensalada al día.
La compañía estadounidense Grove Labs ha desarrollado esta despensa en la que podemos cultivar nuestros propios alimentos. Las grandes extensiones agrícolas se ven sustituidas en este proyecto por pequeñas plantaciones hidropónicas (que cambian el suelo por disoluciones minerales) destinadas al autoconsumo.
Pero no solo de verduras y hortalizas vive el hombre, así que también habría que encontrar una solución que satisfaga la necesidad de carne. En este caso, nada de poner granjas en edificios o meter animales en la cocina para autoabastecerse. Hace un par de años, un grupo de científicos holandeses presentó un logro que revolucionaría el sector alimentario: una hamburguesa creada a partir de células madre de vaca en un laboratorio.
El invento acababa de un plumazo con varios problemas. Su fabricación reduce en un 45% el gasto energético y, además, emite un 96% menos de gases de efecto invernadero respecto a la producción de una hamburguesa normal. Todo ello, en el 1% de la superficie necesaria para producir carne de forma convencional.
Sin embargo, esta hamburguesa que lucha contra el cambio climático y la falta de espacio en el planeta tenía un problema: en origen, su precio era de 325.000 dólares (cerca de 300.000 euros). Sin embargo, el tiempo ha convertido esta carne de laboratorio en una alternativa real. Ya está disponible por unos doce dólares (algo más de diez euros) y se espera que su precio siga bajando. “No creo que pase mucho tiempo antes de que lleguemos a nuestro objetivo de 65 o 70 dólares el kilo”, vaticina el responsable del proyecto, Mark Post.
El investigador espera que en diez años se pueda fabricar esta carne de laboratorio en contenedores del tamaño de una piscina olímpica y alimentar con ella a 40.000 personas durante todo un año.
Si a ello le sumamos que el precio será asequible, esta hamburguesa hecha a partir de células madre es una seria candidata a formar parte de ese selecto club de alimentos futuristas que podrían acabar, por fin, con el hambre en el mundo.
Imagen de portada: Grove Labs