La crisis nos está enmascarando una realidad más profunda: la de una revolución tecnológica única en la historia moderna, que está operando como acelerador de todas las tendencias, obligando a cambios drásticos de modelos de negocios. Sobre todo abre ventanas de oportunidad sin precedentes, al mismo tiempo que cierra otras. Nos invita en cualquier caso a pensar y actuar, estar convencidos de que las reglas del juego no están escritas.
La crisis europea y española es de calado. Sin embargo debemos deshacernos de algunos mitos. Cierto, entre 2009 y 2013, España experimenta cinco años consecutivos de recesión o de crecimiento nulo que han destruido valor. En términos de PIB estamos hablando de una reducción de casi 60 mil millones de euros. Pero no nos olvidemos del recorrido realizado: España ha tenido un auge espectacular a lo largo de las últimas décadas, convergiendo con Alemania. Entre 1985 y 2010, multiplicamos por 8 el PIB por habitante. Solamente, por dar algún dato de los últimos años, en el periodo del 2000 al 2012e la riqueza acumulada ha sido espectacular: el PIB ha aumentado, en términos corrientes, en más de 400 mil millones de euros.
Con la actual crisis, la productividad de España se ha disparado; no es cierto que España tenga ahora una productividad más baja que los demás países europeos, todo lo contrario. En los últimos diez años, la cuota mundial de las exportaciones españolas se ha mantenido, cuando la de todos los socios europeos, Alemania incluida, se ha reducido. No es tampoco cierto (otro mito) que España no tenga empresas globales: 8 se han incorporado en el Fortune 500, acortando distancia con Canadá o Italia. Otro mito: la economía española y sus empresas están poco internacionalizadas. Todo lo contrario: en 2012, más de 60% de los ingresos de las empresas del IBEX 35 proceden del extranjero, cuando apenas eran el 25% a finales de los noventa.
España también está enganchada al tren de alta velocidad de las tecnologías. En la última década ha sido el país europeo que más centros de I+D ha recibido de multinacionales extranjeras por detrás de Reino Unido y Francia y por delante de Alemania e Italia. Hay igualmente que deshacerse del mito según el cual en España no existe un espíritu emprendedor: la OCDE apunta que España es, al contrario, uno de los países europeos dónde se perciben mayores capacidades para el emprendimiento, por delante de Irlanda, Reino Unido, Francia o Alemania. El problema es que tenemos que “liberar” ese potencial y redimir el “miedo al fracaso” – que se explica no sólo por hechos “culturales” sino también “institucionales”, por el hecho de que tenemos, por ejemplo, una ley de quiebras que puede acabar con el patrimonio personal de los que se lanzan a emprender. España es además un país adicto a las nuevas tecnologías: es el país de Europa dónde más porcentaje de usuarios han accedido a internet a través de un Smartphone en el último año, por delante de países como Reino Unido, Alemania o Finlandia.
El país afronta sin duda retos. Las tasas de paro, en particular juvenil, son sencillamente inaceptables. Además del efecto demoledor sobre toda una generación de jóvenes, se está produciendo una fuga de talento masiva en busca de oportunidades fuera de nuestras fronteras. Falta financiación para emprendedores innovadores, mayor impulso a la I+D. Sobre todo no podemos perder de vista, más allá de la crisis, el mundo de oportunidades que se está abriendo con la revolución tecnológica. Los teléfonos han dejado de ser simples dispositivos de voz. Las redes sociales adquieren cada vez más fuerza, y, sobre todo, tenemos que convencernos de que las reglas del juego no están escritas: en el sector de las telecomunicaciones, en apenas 4 años, Android ha crecido del 1% hasta 47% de la cuota de mercado de los sistemas operativos. El mundo digital apenas está empezando a dibujar sus nuevas fronteras: el tamaño del universo digital será, en 2020, 44 veces mayor que el de hoy en día.
Europa y España deben subirse al tren de esta revolución tecnológica. Corremos el riesgo de perderlo. Es ahora o nunca. Para volver a estar en el epicentro del mundo que viene, tenemos que aumentar la apuesta por la innovación, la tecnología, el emprendimiento. Ello pasa, por ejemplo, por potenciar aceleradoras de startups (algo que estamos haciendo desde Telefónica con Wayra, ahora desplegada en Madrid, Barcelona, Londres, Dublín, Múnich y en América latina). Ello pasa, por ejemplo, por apostar por el capital emprendedor: en 2012 China supera a Inglaterra y Alemania; e India o Israel, superan a España.
En el caso de España, podríamos potenciar la marca país como imagen de creación, innovación y emprendimiento (algo que buscamos en Telefónica hacer vía Campus Party o Talentum, programas para jóvenes programadores y desarrolladores). Algunas medidas no requieren un gran esfuerzo: facilitar la creación de empresas nuevas (estamos en el ranking 133 mundial para “iniciar un negocio” ), consiste principalmente en remover trabas. Podríamos también facilitar la contratación de talento nacional e internacional (por ejemplo otorgando automáticamente, el día del diploma, un visado a los graduados extranjeros de las escuelas de negocio o de las mejores politécnicas, de este país y del extranjero). Podríamos imaginar “desfiscalizar” edificios enteros en los cuales vendrían startups tecnológicas, biotecnológicas, nano-tecnológicas, nacionales e internacionales. España es un país que atrae. Capitalicemos esa suerte.
La crisis no nos deben enmascarar las tendencias profundas que estamos viviendo. La mayor es esta revolución tecnológica que se está acelerando, en la cual no sólo domina Estados Unidos sino que también engloba ahora algunos países emergentes en proceso rápido de convergencia. Las reglas no están escritas todavía. Tenemos una oportunidad. No la dejemos pasar.
Fotos @majocarballo