Hay quienes la llaman la ‘ropa imposible’ o la ‘ropa de concepto’. Es la última tendencia de la moda que cambia las plumas, perlas o hilos de oro, por programas de computación.
Estamos acostumbrados a pensar que la alta costura, además de impráctica para los seres humanos comunes y corrientes, en muchos casos es casi imposible de usar –sin mencionar el verbo ‘comprar’. Sin embargo, Photoshop nos familiarizó con el hecho de crear desde el vestido perfecto, hasta la modelo soñada.
Cuando estos dos mundos coinciden se produce la ‘moda imposible’: vestidos, zapatos y accesorios que nunca verán la luz del mundo real, tal y como los vemos en las imágenes.
¿Alguna vez vieron a Gisele Bundchen con un vestido de agua en la campaña de las sandalias Ipanema? Pues algo parecido apareció en un comercial para Mattoni, el agua mineral. El objetivo ha sido crear la ilusión de la realidad.
Gracias a Photoshop, las marcas han podido dirigir nuestra atención como consumidores a aquellos aspectos del vestido que en el pasado solo se mostraban en una ilustración. Además, han entendido el poder de transferir a una foto estas creaciones que ‘visten’ las modelos… como nunca antes se había hecho.
Recientes controversias sobre las fotos de belleza retocadas han mostrado que la apariencia de una fotografía publicitaria ya no se corresponde con la realidad, al menos en la mayoría de los casos.
Mucho se ha dicho sobre el uso de Photoshop en la moda y el rol que tienen las chicas de la industria en crear una imagen imposible de reproducir por los consumidores. Es así como la manipulación digital se extiende hasta la ropa.
Suerte han tenido los lentes de Google en llegar a tocar el rostro de caras puntuales -¿los probaron? ¡Son increíbles! Programas como Photoshop y aplicaciones de realidad aumentada se usan también para estudiar el ángulo de un vestido antes de pasarlo a tela, permiten mejorarlo y, posteriormente, son útiles para tentarnos a adquirirlo.
Estos ‘vestidos imposibles’ no se salvan del proceso de escrutinio, aunque la controversia sea menos severa que la creada por los cuerpos y rostros de las modelos. Programas como Photoshop permiten hacer pliegues, cortes, medir el largo, inventar el color y probarlo en la ‘piel’ de la silueta que están creando –ya sea para una campaña o para la vida real.
Está claro que si queremos ser Kate Moss en un [Alexander] McQueen ficticio, podemos serlo. Que las leyes de la física y la tecnología no están limitadas, tampoco en la alta costura. Que la exclusividad sí se puede lograr. Que la única sustancia que importa está en la que proviene de la mente del diseñador.