Los niños de la década de los 80 se criaron con una visión muy diferente del mundo. Un joven Marty McFly hizo soñar a los telespectadores con que, en un futuro no muy lejano, los coches podrían volar y la tecnología lo inundaría todo. 32 años después, lo que enseñó la mítica película de Regreso al Futuro está hoy en las calles de las grandes ciudades del mundo. Aunque los coches todavía no vuelen.
Primero fueron los coches automáticos, que no necesitaban marchas para funcionar. Después, la necesidad de cuidar el Medio Ambiente impulsó a dar un paso más allá y crear los coches eléctricos, más respetuosos con el ecosistema. Todo esto hasta llegar, hace un par de años, a la última revolución tecnológica, lo coches autónomos. Vehículos que ya son una realidad tal y como han evidenciado Tesla, Nissan y muchas otras marcas que cada año invierten más en I+D+I para seguir revolucionando el mundo del motor.
Y, como no podía ser de otra forma, todas estas revoluciones han sido trasladadas al transporte público. Mientras los usuarios de tren trataban de acostumbrarse a las vertiginosas velocidades del AVE, que les trasladaba en dos horas y media de Madrid a Barcelona, ya se estaban inventando otros sistemas como el ya existente Hyperloop, capaz de hacerlo en 35 minutos.
Por otro lado, en capitales europeas como Berlín, ya han puesto en marcha la implantación del transporte público sin conductor, proyecto que será una realidad a partir de 2018 con la introducción de dos líneas de autobús autónomo. El vehículo cuenta con capacidad para 15 personas y alcanza una velocidad máxima de 45 kilómetros por hora.
El Big Data también está presente en la revolución del transporte urbano. En este caso hablamos del Autonomous Rail Rapid Transit, también conocido como ART. Se trata de un híbrido entre autobús y tren, creado por la empresa china CRRC, que se instalará en la ciudad de Zhuzhou próximamente.
Vehículo autónomo
El autobús inteligente ART cuenta con una capacidad para 307 pasajeros pero, al ser modular como un tren, puede albergar un mayor número de vagones en función de las necesidades de la ciudad, pudiendo alcanzar una velocidad máxima de unos 70 kilómetros por hora.
Al ser un medio autónomo, no necesitará de conductor. Gracias a los sensores que identifican unas líneas blancas pintadas en el asfalto, el Autonomous Rail Rapid Transit es capaz de continuar una ruta predeterminada evitando la costosa instalación de vías, lo que supone una reducción del gasto en China de 102 millones de dólares a solo dos millones. Además, puede analizar las dimensiones de las carreteras y recargar sus baterías en 10 minutos para recorrer 25 km.
Quizá si aquel joven McFly, que enseñó el futuro a través de un televisor, viese cómo está avanzando el mundo del transporte gracias a la tecnología, tendría que frotarse muchas veces los ojos para creer lo que está ocurriendo.