El origen de las calculadores modernas se remonta a varios siglos atrás. Desde el primer modelo de Leonardo da Vinci pasando por la calculadora de Pascal, hacemos un repaso por la historia de esta útil herramienta.
Desde contar con los dedos o ábacos hasta el “reloj calculador” en 1623. De origen alemán, esta fue la primera máquina calculadora automática, capaz de sumar, hasta 6 dígitos, gracias a Wilhelm Schickard, ya que Leonardo Da Vinci diseñó anteriormente una máquina sumadora pero nunca fue construida. Por desgracia, la máquina de Schickard no tuvo importancia en el desarrollo de la calculadora mecánica ya que no se dio mucho a conocer, hasta que Franz Hammer descubrió dicho invento a través de cartas enviadas de Schickard a su amigo y astrónomo Johannes Kepler. Desde esta primera idea, Hammer fue capaz de diseñar la calculadora de Schickard y mostrarla, ¡por fin!, al mundo a base de réplicas.
Entonces, si no se conocía el invento de Schickard, ¿qué conmovió a Pascal para desarrollar la Pascalina, conocida como la calculadora mecánica? Pascal necesitaba reorganizar los ingresos por impuestos de un pueblo francés y creó un aparato para poder realizar las operaciones básicas, como sumar o restar y así facilitar la tarea de trabajo. A partir de este proyecto, Pascal consiguió los derechos exclusivos de vender y fabricar calculadoras en Francia. Pero la Pascalina resultó ser un fracaso, ya que su coste era demasiado elevado para su época y resultaba más fácil contar con los dedos que utilizar la máquina.
De Alemania a Francia y vuelta otra vez a Alemania. Allí, Leibniz terminó de diseñar otra sumadora mecánica en 1694, la cual ya tenía la posibilidad de realizar sumas, restas, divisiones, multiplicaciones y raíces cuadradas, a lo que se le llamo “Calculadora Universal”. Lo que diferenciaba esta máquina de las anteriores conocidas era la posibilidad de multiplicar y dividir gracias a un contador de pasos (repeticiones numéricas) que antes solo se conseguían manualmente.
Y largos fueron tres siglos hasta que se conoció la primera calculadora mecánica portátil en 1970. Fue en Austria, donde Curt Herzstark fabricó la famosa “Curta”, ¡que cabía en una mano!, a diferencia de las anteriores. Este modelo es conocido como “la granada matemática”, por su parecido a una granada o a un molino de pimienta, lo que lo convirtió en la primera calculadora portable.
Unos años después, IBM, marca que fabrica y comercializa hardware y software en la actualidad, presentó una calculadora, del tamaño de una mesa escritorio, basada en transistores. Fue el origen más cercano del ordenador. Ya que a finales del siglo XX, IBM y Casio lanzaron las primeras calculadoras comerciales, IBM 608 y la 14-A, pero seguían siendo enormes físicamente como para andarlas llevando de un sitio a otro.
En 1961 nació ANITA, la primera calculadora electrónica del mundo, fabricada por la compañía Bell punch. Todavía esta calculadora era de gran tamaño y requería ser conectada a un enchufe, además de utilizar mucha energía. Hasta 1970 no se crearon las calculadoras portátiles y con batería recargable, las que hoy vemos por todas las oficinas a través de marcas como Canon, Sanyo y Sharp.
Solo, un año después, Texas Instruments consiguió lanzar una calculadora con chips incorporados y se convirtió en el modelo estándar de calculadoras en todo el mundo. Y en 1973, la misma compañía, lanzó la primera calculadora científica.
La calculadora es el mayor ejemplo del avance de la tecnología y la ciencia, desde cuentas de madera a chips electrónicos para realizar sumas y restas. Gracias a nuestros antepasados y su interés por simplificar el trabajo hemos conseguido seguir avanzando día a día en materia científico-tecnológica. Gracias a ello hoy contamos con un ordenador portátil o calculadoras científicas que funcionan con un panel solar como fuente de energía.