Un estudio, publicado en la revista PNAS, aporta luz a este clásico debate de la ciencia y la filosofía.
Responder «sí» o «no». Elegir «café solo» o «con leche». Escoger «mar» o «montaña» para las vacaciones de verano. Son decisiones que toma a diario nuestro cerebro de forma instantánea o premeditada, elecciones que pueden condicionar actividades triviales o nuestro propio futuro. Desde hace años, los especialistas en neurociencia tratan de encontrar la zona en la que se toman decisiones en nuestro cerebro.
La investigación realizada hasta la fecha ha conseguido determinar que la corteza prefrontal juega un papel clave en la toma de decisiones. Esta región del cerebro, y en particular, el lóbulo prefrontal derecho, trabaja en el procesamiento de datos necesario para cualquier elección. Las conclusiones de los expertos llegan tras años estudiando a pacientes con lesiones en estas zonas cerebrales, aunque no son las únicas regiones implicadas en las tomas de decisiones. El hipocampo, relacionado con la memoria, también es importante en este tipo de tareas.
Además de conocer qué regiones del cerebro están implicadas en las elecciones personales, los científicos y especialistas en bioética también trabajan para responder a una cuestión. ¿Somos totalmente libres o estamos condicionados por nuestra mente? Una nueva investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, ha evaluado el funcionamiento del cerebro en la toma de decisiones relacionadas con los movimientos.
La pregunta que se formularon los científicos de la Charité – Universitätsmedizin Berlin era determinar si somos capaces de frenar un movimiento voluntario una vez que el cerebro ha comenzado a prepararlo. Este proceso se caracteriza por una señal, denominada potencial de preparación (readiness potential, en inglés), tras la que la mente ejecuta las acciones necesarias para realizar el movimiento voluntario.
Los investigadores quisieron conocer si somos capaces de «evadir» ese proceso de alguna forma. Para comprobarlo, diseñaron un estudio en el que los participantes se «batían a duelo» con una interfaz cerebro-ordenador, que predecía sus movimientos en base a la actividad detectada en una prueba conocida como electroencefalograma (EEG). Sus resultados muestran que es posible «vetar» un movimiento una vez iniciado, aunque ese bloqueo debe producirse antes de un momento conocido por los científicos como «punto de no retorno».
Las conclusiones preliminares de este estudio aportan luz al clásico debate sobre el determinismo y la libre voluntad. Hasta la fecha, según indican desde la institución alemana, estos procesos cerebrales «preparatorios» habían sido interpretados como una muestra de determinismo, de forma que la libre voluntad no era más que una «mera ilusión». El trabajo, sin embargo, plantea una perspectiva renovada a esta discusión. «El objetivo era averiguar si la presencia de estas «ondas cerebrales tempranas» significa que la toma de decisiones es automática y no está sujeta a un control consciente o si la persona puede cancelar dicha elección», señala el profesor Haynes. Es decir, si los participantes podían «evadir» esa señal y bloquear de algún modo una decisión, habría una evidencia de que el control de nuestras acciones puede ser «retenido» durante un tiempo mayor al que se pensaba hasta ahora.
Esta es precisamente la conclusión de la investigación, como apunta Haynes. «Las decisiones de una persona no están a merced de dichas ondas cerebrales tempranas e inconscientes, sino que podían ser capaces de intervenir de forma activa e interrumpir sus movimientos». De forma anterior al trabajo, dichas señales habían sido utilizadas como argumento contra la libre voluntad, por lo que estos resultados preliminares plantean que la libertad está mucho menos limitada de lo que se pensaba. A pesar de aclarar un poco mejor este clásico debate de la ciencia y la filosofía, los científicos también vieron que había un «punto de no retorno» en el proceso de tomar decisiones, a partir del cual no sería posible vetar o bloquear una decisión. En el futuro se necesitarán más estudios para comprobar estas conclusiones y evaluar qué sucede en procesos más complejos para elegir una opción u otra.
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