Para un coche autónomo es imprescindible tener un sistema que le permita resolver con solvencia una conducción autónoma y con lluvia.
El entusiasmo encendido en torno a los coches autónomos no los hace más reales. Los fabricantes exhiben continuamente sus prototipos en las ferias, ya sean del motor o tecnológicas, difunden sus anuncios y, de forma invisible, siguen con el trabajo duro de desarrollo. Por el momento se espera que los modelos que lleguen en los próximos años sean semiautónomos , con funciones de conducción asistida. Para una conducción sin intervención humana aún se requiere tiempo.
La legislación se ha visto como el principal escollo. Los especialistas afirman que la tecnología avanza más rápidamente que la normativa. Pero pese a las exhibiciones tecnológicas de los fabricantes de automoción, aún quedan retos que afrontar. Uno de ellos es el de la conducción en condiciones climatológicas no favorables. La mayoría de pruebas públicas con coches autónomos se llevan a cabo sin inclemencias del tiempo.
Pero una mala climatología es un factor al que muchos conductores se enfrentan diariamente. Conducir de noche supone otro reto. Si ya de por sí a una persona le resulta más difícil que hacerlo con la luz del día, para una máquina es peor. Las cámaras y los sensores del vehículo reciben información con menor nitidez.
La startup Drive.ai, especializada en software destinado a coches autónomos, ha mostrado un prototipo capaz de llevar a cabo una conducción nocturna y con lluvia. El vídeo resulta llamativo por el control que demuestra el vehículo. La compañía asegura que en ningún momento precisó de asistencia humana.
Este ejemplo de conducción nocturna y con lluvia demuestra que ya existe tecnología capaz de afrontar estas condiciones. Es la primera vez que se muestra una prueba pública, fuera de un entorno controlado, con climatología adversa.
Son varios los retos que la tecnología tiene que salvar para una conducción de este tipo. Las luces de farolas y otros vehículos deslumbran, con lo que distinguir el entorno es más difícil para las cámaras. Los cambios repentinos de ambiente, de mucha luz a poca, tampoco facilitan las cosas.
La lluvia también empeora la visibilidad. La luz de los semáforos es más difícil de captar y más aún lo son las señales. No solo por la lluvia que cae, también por las gotas que se quedan en la luna, a través de la cual tiene que ver la cámara. Tampoco hay que olvidar que con lluvia la calzada es más peligrosa y puede resbalar. Es otro aspecto que tiene que controlar el vehículo.
Cuando la información es menos clara los sistemas de procesamiento deben actuar con mayor rapidez. Pues tienen que hacer consultas que, en caso de tener datos más claros, no serían necesarias. Pero los sistemas de los coches autónomos se basan en técnicas de aprendizaje automático, lo que significa que cuantos más kilómetros recorran más capacidad tendrán para superar nuevos retos.
Imagen: Drive.ai