Conocer cómo funciona nuestro cerebro es fundamental para entender y mejorar nuestras relaciones sociales. La neurociencia revela que la interacción humana va más allá de lo que se expresa verbalmente. Teniendo como objetivo explorar cómo las emociones, la memoria y los patrones de comportamiento influyen en la comunicación y conexión entre personas. Investigadoras como Nazareth Castellanos, nueva protagonista de Mejor Conectados, una iniciativa de Telefónica, han aportado valiosos conocimientos sobre cómo el cerebro y el cuerpo interactúan en el contexto de la comunicación social. Su mayor conclusión: que el cerebro humano es, por naturaleza, social y está diseñado para establecer vínculos.
La neurociencia explica cómo funciona nuestro cerebro
Un aspecto crucial es cómo la neurociencia, y conocer cómo funciona nuestro cerebro, nos ayuda a entender la comunicación no verbal. Elementos como la postura, el contacto visual y los gestos faciales reflejan emociones de manera inconsciente y pueden influir significativamente en la percepción y respuesta del otro. Por ejemplo, una postura abierta y relajada suele transmitir confianza y accesibilidad, mientras que una postura cerrada puede dar señales de desconfianza o inseguridad. Al ser conscientes de nuestro propio lenguaje corporal, logramos expresar nuestras intenciones de manera más clara. Pero también nos volvemos más receptivos a las señales no verbales de quienes nos rodean, lo cual fomenta la empatía y la comprensión mutua.
Los pequeños detalles de nuestra fisiología también nos ayudan a conectar
Otro factor importante es la reciprocidad fisiológica. Este término hace referencia a cómo las respuestas fisiológicas de dos personas pueden sincronizarse durante una interacción emocional. Esto sucede en la relación madre-hijo, donde el cortisol, una hormona del estrés, puede afectar a ambos. En contextos de aprendizaje, por ejemplo, se ha descubierto que cuando un profesor y un estudiante están en sintonía emocional. Cuando esto ocurre, sus patrones cerebrales se sincronizan, facilitando el aprendizaje y fomentando la empatía. Esto demuestra que nuestro cerebro está diseñado para adaptarse a los estados emocionales y niveles de atención de las personas con las que interactuamos, lo cual facilita una comunicación más fluida y efectiva.
No podemos olvidar la importancia del contacto visual, del que Nazareth habla en términos tecnológicos y de contacto real. Este también juega un rol vital en la conexión social, donde varios estudios han mostrado que este gesto. Además de generar una conexión instantánea entre personas, puede sincronizar los latidos cardíacos de quienes mantienen un contacto visual prolongado. Este fenómeno no solo promueve una empatía más profunda, sino que también refuerza la percepción de confianza y sinceridad en la interacción. Ser consciente de la importancia del contacto visual y aprender a mantenerlo de manera adecuada puede mejorar enormemente nuestras relaciones. Esto, al final del día, nos ayuda a generar una conexión más sólida y auténtica en nuestras relaciones.
Además, conocer cómo funciona nuestro cerebro a la hora de procesar la información emocional heredada puede ayudarnos a comprender ciertos patrones de comportamiento en nuestras relaciones. Existen miedos y predisposiciones que se transmiten de generación en generación y que influyen en nuestra manera de interactuar. Reconocer estos patrones nos permite identificar barreras emocionales y trabajar en superarlas, promoviendo una comunicación más abierta y libre de prejuicios.
Y, por último, Nazareth apunta a la respiración como un aspecto central en el manejo de las interacciones sociales. Una respiración lenta y consciente tiene un efecto directo en el sistema nervioso, lo cual permite que el cerebro mantenga un estado de calma y apertura. Este estado facilita una conexión emocional más profunda y un ambiente de comprensión y empatía.
El poder de mejorar la comunicación
Comprender el papel del cerebro en las relaciones sociales nos permite desarrollar una comunicación más rica y auténtica. Esto promueve un conocimiento más profundo de nuestras propias emociones y de las emociones de los demás. Al integrar estos aspectos en nuestras interacciones, creamos un entorno más empático. Uno en el que la comprensión mutua se convierte en el pilar de relaciones significativas y satisfactorias.