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Desfibriladores en espacios públicos: cuando la tecnología salva vidas

La dolencia es más común de lo que creemos. Acontece de repente, sin previo aviso. Y la persona afectada tiene muchas papeletas de morir, si no se interviene rápido. Cada minuto es decisivo, como también la reacción de las personas que están cerca.

Mariano empezó a sentir unos sudores extraños mientras jugaba al tenis. Consciente de que algo ocurría, le dijo a su compañero que iba a parar, que no se sentía bien. Fue decirlo y caerse al suelo.

Esta escena ocurrió en el polideportivo municipal de Valdebernardo, en Madrid, en 2016.  Uno de los técnicos del centro estaba presente y llamó a Félix, el responsable. Se acercaron corriendo a ver qué ocurría: Mariano estaba inconsciente.  

Otro compañero trajo un desfibrilador, un aparato que se utiliza ante casos como éste, de paro cardiaco. Al extraerlo de la columna de rescate cardíaco (CRC) donde está guardado, se envía una señal automática a los servicios sanitarios locales de emergencia, que a su vez mandan una ambulancia al lugar de los hechos. La que se encuentre más cerca.

Tarda solo unos minutos en llegar, pero mientras tanto otro técnico sanitario local ha contactado ya con el centro. Realiza las preguntas habituales: ¿qué ha pasado? ¿cuáles son los síntomas? ¿respira? ¿tiene pulso? ¿boquea?

En base a las respuestas, recomienda -o no- utilizar el desfibrilador para hacer una descarga eléctrica, colocando los electrodos en el pecho de la persona afectada.

Esta acción puede salvar vidas. De hecho, lo hace; es la herramienta necesaria para reactivar el corazón de la parada que acaba de sufrir.

Un problema que desemboca en la «muerte súbita»

Se trata de una parada cardiaca, cuyo origen no se conoce con certeza todavía. El corazón, de repente, deja de bombear sangre de forma correcta y la víctima pierde el pulso y el conocimiento. En cuestión de minutos, si no se trata, muere.

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Cerca del 95% de los episodios registrados acaban así, con un final trágico. La tasa de mortalidad, por tanto, es elevadísima, de las dolencias más letales y rápidas; pero también existe la posibilidad de sobrevivir.

La escena del polideportivo es una de ellas. Lo contamos en este reportaje con más detalle: después de la descarga de los electrodos y de una RCP (reanimación cardiopulmonar) durante dos minutos, el propio desfibrilador -que es inteligente– analizó la situación de Mariano. Y concluyó que ya no era necesario hacer otra descarga.

Podían ocurrir dos cosas. O que ya estuviera en un ritmo no desfibrilable o que estuviera saliendo de la parada. Por suerte, era lo segundo. Félix, el encargado del centro, le tomó el pulso y con alegría notó que había vuelto: Mariano se estaba recuperando y no tardó en abrir los ojos. Después, vino la ambulancia, pero el susto ya había pasado.

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Hacia un mundo más capacitado

Casos como este son, sin duda, esperanzadores, a pesar de que representen solo un 5% del total de los 30.000 que se producen en España cada año, unos 100 por día.

Sin embargo, la buena noticia es que la sociedad está cada vez más concienciada del problema, del que cerca del 80% sucede lejos de los hospitales. Y por eso, cada vez más centros comerciales, oficinas y lugares concurridos disponen de una columna de rescate cardíaco (CRC).

Los aeropuertos, también seguros

La última novedad tiene como escenario los aeropuertos. Telefónica ha anunciado un acuerdo con Aena para que todos ellos estén bien preparados. El proyecto consiste en proporcionar 500 nuevos desfibriladores para los aeropuertos de toda España. Asimismo, se formará al personal no sanitario para que sepa cómo utilizar uno en caso de necesidad.

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El mantenimiento de los aparatos traerá también una novedad que supone toda una revolución: se hará en remoto. Telefónica los gestionará desde el Centro de Operaciones Digitales, en Madrid, y estará pendiente de que funcionen bien, estén cargados y realicen la llamada a los servicios de emergencia de manera automática. Este sistema permite una mayor efectividad en el control de las instalaciones.

Cada minuto es crucial en estas situaciones de vida o muerte. Y que los espacios públicos estén dotados con las herramientas necesarias es un motivo de tranquilidad para todos; un hecho que -aunque no tengamos presente en nuestra vida cotidiana- es para agradecer y celebrar.

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