La inteligencia artificial se abre paso en los lugares de trabajo y se hace necesario establecer el marco de relaciones que debe prevalecer entre el trabajador humano y la máquina.
La incorporación de los robots al entorno de trabajo será uno de los desafíos más importantes que tendrán que afrontar las empresas de todo el mundo en el plazo medio de tiempo. El miedo de muchos empleados a que máquinas programadas puedan realizar la actividad que ellos llevan a cabo actualmente está levantando importantes debates como hemos comentado en diversas ocasiones en nuestro blog o incluso en alguno de nuestros monográficos. Es cierto que los robots ya son una parte importante en las fábricas y empresas de montaje desde hace años, pero la novedad actual es que los nuevos robots tienen unas capacidades cognitivas avanzadas que les permitirían acometer actividades que hasta ahora eran terreno exclusivo de las personas.
Aunque hay un debate sobre las capacidades de los sistemas inteligentes, lo que todo el mundo reconoce es que los ordenadores son muy superiores a nosotros a la hora de realizar operaciones, son capaces de hacer millones de ellas en tan solo un segundo. Además, tienen una precisión muy alta, lo que les lleva a que sean imbatibles para la realización de ciertas actividades; no tendría ningún sentido poner a competir a un matemático, por muy bueno que fuera, en hacer multiplicaciones con un ordenador. Sin embargo, para aquellas actividades en las que se requiere comprender muy bien el entorno y en las cuales la creatividad es fundamental, las personas tienen una mayor capacidad. Dos tipos de cualidades muy diferentes, lo que lleva a que la mayoría de los expertos consideren que la mayor eficiencia a la hora de la realización de la mayoría de las actividades complejas se consigue mediante la colaboración entre personas y robots.
Lograr esta convivencia entre ambos mundos en los entornos de trabajo será uno de los objetivos fundamentales de las próximas décadas para las empresas. En un primer acercamiento, los tecnólogos consideran que los robots (o los bots si se trata solamente de un software inteligente) podrán encargarse de muchas de las actividades, sobre todo de carácter repetitivo, que realizan actualmente las personas. Mientras que las personas se encargarían de controlar a los robots de forma que fueran capaces de “tomar los mandos” en el momento que ocurre algún problema que se sale de lo habitual.
Como comentamos en el post de la convivencia entre sistemas automáticos y personas en el ámbito de la conducción de vehículos, esta situación no es tan sencilla. Por una parte, las diferencias en las capacidades son tan grandes que la convivencia puede ser difícil e incluso peligrosa. Por ejemplo, un sistema de conducción autónomo utiliza unos márgenes de precisión que hace que a las personas les cueste convivir, como ocurre ya en el sector de la aviación. Por otra parte, tal y como se comenta en el post, existe un problema importante con la información, principalmente en aquellas ocasiones en las que no sabemos si el sistema está funcionando adecuadamente. Ya que los usuarios solemos carecer de los datos que permiten entender qué está pasando.
Por ejemplo, supongamos un sistema que invierte de forma automática en el mercado de valores. Supongamos también que se están dando unas condiciones determinadas para las que no estaba programado y que hacen que las inversiones sean inadecuadas. Realmente en una situación así, al operario encargado de supervisar el sistema le sería muy difícil actuar por dos razones. La primera y más importante es porque a la persona la costaría valorar si el sistema está funcionando bien, ya que probablemente no conoce todos los detalles de cómo actúa el bot. La segunda es que aun sabiendo que el sistema no funciona de forma correcta, no tiene el conocimiento adecuado de las relaciones e implicaciones, y por lo tanto no es capaz de hacer un diagnóstico certero, y menos de proponer una solución en un plazo breve de tiempo. En la inversión en derivados, esto ha producido con frecuencia efectos-cascada: una serie de robots programados para la venta a un determinado nivel hacen que alcanzar ese nivel signifique un disparo de órdenes de venta, y la bajada sea mucho más fuerte de lo que debería por la reacción automática.
Todo esto nos debe llevar a plantearnos la necesidad de diseñar los sistemas inteligentes desde el principio bajo la premisa de que tendrán que convivir con personas en el entorno de trabajo, lo que supondrá una serie de aspectos a considerar:
- Los procesos deben ser diseñados teniendo en cuenta las diferentes capacidades de robots y personas
- Los principios fundamentales de decisión de los robots deben ser conocidos para el usuario
- La monitorización de entidades y relaciones que manejan los robots debe ser fácil e intuitiva para el usuario
Estamos todavía en el principio de una nueva era laboral en la que los robots serán un compañero más, como lo han sido otras máquinas o los animales en otras épocas. Aunque en principio, en una división de tareas elemental, los robots se encargarían de la ejecución de las actividades y las personas de la supervisión, la realidad es que no se puede supervisar lo que no se entiende perfectamente. Este hecho tendrá una gran importancia y será origen de numerosas fricciones en el entorno laboral, quizás no tardemos en ver al especialista de recursos humanos experto en solucionar conflictos entre personas y robots. Esta situación debería tenerse en cuenta desde el principio del diseño y en el futuro podrá llegar a ser obligatorio para que los robots o bots puedan trabajar en los entornos laborales que lleven el sello: “Diseñados para trabajar con personas”.
Este post fue publicado antes en el blog La Cofa de Fundación Telefónica