Una de las características de la producción artística contemporánea parte del principio que los recursos y temas abordados por los artistas cruzan transversalmente los “géneros” de creación (óleo, piedra, cerámica, celuloide, metal, etc.). El artista no recurre simplemente a los instrumentos tradicionales y familiares de su oficio, sino que ensaya permanentemente nuevos desafíos.
En este contexto, un elemento cada vez más fundamental hoy es la tecnología que ha sido desde siempre un recurso básico en la producción de arte, desde el lápiz que traza una línea sobre la superficie del papel hasta la prensa que imprime una imagen sobre una hoja de metal, el obturador que activa el proceso de impresión fotográfica, o un software de tratamiento de gráficos.
No obstante, la tecnología ha ido cobrando protagonismo en la obra moderna, como afirma Sergio Rojas, integrante del jurado del Concurso Matilde Pérez:
“Sin embargo, aquélla ha ido progresivamente desplazándose desde su condición de `medio´ neutro e invisible, hasta llegar a ser una dimensión constituyente de la obra. Por eso es que ante un cuadro de óleo sobre tela no decimos que estamos en presencia de `arte y tecnología´ (aunque ésta haya actuado en la elaboración de los pigmentos), porque lo que haya de ésta en dicho proceso se ha subordinado a la imagen estrictamente pictórica. En cambio, hoy vemos emerger la tecnología en la obra, no sólo como un elemento semántico (como ya hicieron los futuristas en sus pinturas), sino en su operatividad propiamente tecnológica.”
La artista chilena Matilde Pérez fue precursora en el uso de medios tecnológicos en la producción artística y su obra ha sido ampliamente reconocida a nivel internacional. Está considerada como la pionera del arte cinético en Chile, un estilo que comenzó por “intuición y destino”, y que invita al ojo del espectador a hacer el esfuerzo de ver movimiento donde no lo hay. “Una relación mental con la naturaleza”, como ha dicho ella en alguna ocasión.
En Chile Matilde Pérez formó parte del Grupo de los Cinco (1953), del Grupo Rectángulo (1955-1962), y del primer momento de Forma y Espacio (1962-1965). Desde comienzos de los 70, dirigió el Centro de Investigaciones Cinéticas en la Facultad de Diseño de la Universidad de Chile
La Fundación Telefónica de Chile quiso reconocer la importancia histórica de la artista y nombró su certamen de arte contemporáneo Concurso Matilde Pérez Arte y Tecnología Digitales, que es un galardón nacido para incentivar la creación artística universitaria y difundir el uso de tecnologías digitales, ya no solo como usuarios, sino como productores críticos.
De esta forma, a través de este concurso se pretende destacar piezas artísticas tales como instalaciones que incluyan programación y/o physical computing en su elaboración. Dentro de este amplio espectro, se encuentran, por ejemplo, las comunidades digitales, que se focalizan en el uso de Internet y en el desarrollo del software social, el periodismo ciudadano, eRights / eDemocracy / eGovernance, las aplicaciones para web 2.0, y el mapeo basado en el contenido generado por el usuario por medio de la comunicación móvil.
Otros ejemplos pueden ser la animación digital, los trabajos en 2D y 3D, el diseño paramétrico, los cortos digitales y la animación de personajes, así como las instalaciones y performances, los proyectos en red, la comunicación y la telepresencia, la realidad virtual y la realidad aumentada, los interfases, nuevos medios y sonido, esculturas sonoras, video-instalación, los trabajos de radio, la música generativa o la visualización de datos. Todo un universo digital que apenas comienza a desvelarse.
Para poder hacernos una idea del tipo de proyectos que acoge el Concurso Matilde Pérez Arte y Tecnología Digitales podemos repasar algunas de las propuestas ganadoras de las ediciones pasadas, un ejercicio que nos ilustra acerca del nivel de creatividad e imaginación de la que hacen gala los concursantes.
La obra El rescate de María Jesús Schultz consiste en un pescado (una merluza disecada) con un dispositivo interno que le permite, de manera autónoma, expulsar burbujas por la boca. En palabras de la autora: “recojo el concepto de imagen obsesiva´ de Salvador Dalí, quien plantea que este tipo de imagen es la que interviene con
insistencia exclusivista´ provocando fantasías, delirios y devaneos en el individuo”.
Por su parte, Máquina surrealista estudia cómo los objetos parecen relacionarse desde la inconexión, es decir, las relaciones de objetos totalmente dispares en su lógica de funcionamiento, contexto, uso. Esta creación de Natacha Cabellos no es otra cosa que un armario ropero con mecanismos eléctricos incorporados, que pueden ser programados, pero que jamás podrán ser totalmente manipulados, teniendo un gran margen de azar su funcionamiento.
La propuesta de Cristobal Valenzuela, Regresión, une una máquina de escribir a un proyector, una CPU y un microprocesador, mediante cables, con el objeto de forjar una perspectiva diferente hacia la tecnología antigua/nueva o la relación entre análogo/digital. La obsolescencia se puede definir no sólo por utilidad, sino también por estética y eficiencia.
Finalmente y con un marcado mensaje ecologista, la performance Equilibrio y autodestrucción pone en evidencia la capacidad destructiva del ser humano sobre el medio natural. La obra es una animación que muestra un panorama alargado en el cual convergen distintos tipos de paisajes: campo, urbano y playa, haciendo alusión directa a la geografía del territorio chileno (cordillera, depresión intermedia, cordillera de la costa, planicie litoral); pero, a la vez, utilizándolo como un paisaje universal por la variedad de espacios que abarca en una sola línea.
Al presentarse la intervención del usuario con la proyección, los elementos comienzan a cambiar: se precipita una tormenta, se inunda el campo o un terremoto afecta la ciudad. Distintos tipos de fenómenos destructivos, tanto naturales como provocados por el hombre, aparecen según el movimiento y cercanía del usuario a la proyección. La obra busca de esta forma entrelazar los procesos naturales de cambios y ciclos propios de la naturaleza con aquellos que podrían ser causados por el ser humano.
En suma, el Concurso Matilde Pérez Arte y Tecnología Digitales supone una lanzadera para dar a conocer las ideas y las obras de jóvenes artistas chilenos que saben conjugar los dispositivos tecnológicos con las cotas de la proyección de la creatividad.