Que vivimos inmersos en un profundo proceso de transformación que nos encamina hacia un mundo digital es algo que a estas alturas ya nadie niega. Y tampoco que la evolución de los métodos educativos es una condición indispensable para formar al ciudadano del siglo XXI. El problema es que el sistema educativo español no parece estar modernizándose a la velocidad suficiente, a juzgar por una reciente encuesta realizada por Fundación Telefónica cuyos resultados han sido publicados en el volumen Prepara tu escuela para la sociedad digital. Claves para sumarse al cambio.
Se trata de un informe basado en las respuestas de más de 1.000 colegios e institutos de toda la geografía nacional, recogidas entre mayo y octubre del pasado año, que pretende ofrecer una instantánea del estado de adopción de la tecnología del sistema educativo.
La radiografía de nuestra educación que muestra el trabajo es cuando menos desoladora y pone en evidencia que todavía queda un largo camino para conseguir alcanzar una escuela acorde con las necesidades y exigencias de una sociedad digital.
En primer lugar, todavía son proporcionalmente pocos los centros que conciben la innovación tecnológica como un factor estratégico; tan sólo una quinta parte la consideran como un pilar estratégico irrenunciable dentro de su planificación.
Por otro lado, no llegan a un tercio los centros escolares que incluyen la competencia digital en sus clases, a pesar de que en torno al 70% evalúa en el alumnado este tipo de competencias de alguna forma, aunque sea indirecta.
Las dotaciones de tecnología de los colegios e institutos dejan mucho que desear como expresa el dato de que solamente el 10% de los centros encuestados cuenta con pizarras y dispositivos en cada aula. Lo más normal es que el contacto del alumnado con la tecnología se produzca en un aula multimedia, una instalación presente en dos tercios de la muestra, y en algunos casos se limita a una hora a la semana.
En cuanto a la disponibilidad de equipos para el aprendizaje, el ratio número de alumnos por dispositivo (ordenador o tableta) es de 7 o más en casi el 70% de los centros consultados, una proporción demasiado elevada como para que el alumnos pueda maximizar el beneficio de la tecnología en su proceso formativo.
La conectividad es otro factor que limita el uso de tecnología en el aula: hasta un tercio de los centros manifiesta que resulta imposible programar actividades tecnológicas con el ancho de banda que disponen actualmente.
No es de extrañar, a la vista de la escasez de dispositivos y de las pobres conexiones, que las experiencias en el aula con smartphones solamente sean llevadas a cabo por un 8% de los centros. Aunque en este caso, a lo escueto de los medios hay que sumarle el factor de que el docente desconfía de estos dispositivos, no sabe aplicarlos en sus clases y teme que distraigan al alumnado de su clase magistral.
Sin embargo, la obsolescencia de la que hace gala el propio sistema educativo no se corresponde con el nivel tecnológico de los miembros de la comunidad educativa que sí que hace gala de un apreciable grado de digitalización, como ciudadanos y ciudadanas que son de un mundo en red.
Por ello no es de extrañar que tres de cada cuatro docentes utilicen la tecnología para preparar sus clases, como cualquier persona que redacta en procesador de textos o busca cotidianamente recursos o información en Internet.
Tampoco es raro que casi la mitad de los centros se comuniquen con las familias de los alumnos a través de redes sociales o servicios de mensajería instantánea del tipo de Whatsapp. Hoy en día es frecuente que toda persona, independientemente de sus conocimientos tecnológicos, tenga perfiles en los medios sociales y los use de forma natural para comunicarse con su entorno.
Casi la totalidad de los colegios e institutos consultados afirma disponer de una plataforma académica de comunicación y gestión, pero lo que resulta sorprendente es que, dada la escasa penetración de la tecnología en el aula, más de la mitad utilicen blogs para el trabajo de docentes y alumnado.
La educación debe cambiar para poder seguir el paso que ha adoptado el mundo. No obstante, la innovación educativa no consiste en sustituir el libro de texto tradicional por la Wikipedia, ni la clase presencial por la misma exposición a través de un vídeo en YouTube. Se trata de que emerja de este proceso un nuevo paradigma educativo, que en palabras de los autores del libro, debe presentar las siguientes características: “Su fuerza motriz, apostar por la creación de conocimiento compartido recurriendo a incontables fuentes. Su sostén metodológico, el trabajo por proyectos en clave cooperativa. Su horizonte, la personalización de los aprendizajes para que cada alumno alcance su máximo potencial como profesional, ciudadano y persona.”