Conocido como el padre del psicoanálisis, Freud provocó una revolución en la medicina del siglo XX. A pesar de ser uno de los personajes más famosos de la psicología, tiene tantos adeptos como críticos. Te contamos por qué.
Hace unos meses se estrenaba en Netflix la serie Freud, en la que la vida del psicoanalista funciona como punto de partida para la historia. Y, aunque Sigmund Freud jamás ha dejado de estar presente, gracias a esta producción audiovisual ha vuelto a cobrar protagonismo.
Sin duda, la teoría del psicoanálisis revolucionó el mundo de la psicología a principios del siglo XX. Sin embargo, muchos expertos acuñan que su trabajo no se guiaba por el método científico y que su aporte real a la medicina es incierto.
¿Por qué se siguen criticando sus teorías?
Uno de los principales problemas que se ha planteado siempre ha sido que justificara todas sus teorías a partir de observaciones propias. Y estas no se sometían a ningún tipo de ensayo, él las daba por ciertas sin basarlas en la experimentación.
Por otro lado, Carl Gustav Jung, otro de los médicos y psiquiatras más relevantes del siglo XX, señalaba que Sigmund Freud se centraba demasiado en la sexualidad del individuo para identificar problemas en la persona y, posteriormente, desarrollar hipótesis.
Otra de las grandes críticas que se le ha hecho ha sido que para él todo dependía de deseos y emociones, pero esto no siempre es cierto. Por ejemplo, percibir el latido del corazón no significa que sintamos amor, sino que es una realidad física de que el músculo bombea sangre.
Lo mismo ocurre con el cerebro. Así, muchas de las conjeturas que promovía Freud no dependían del subconsciente, sino de que este órgano físico tiene un funcionamiento propio que genera estímulos.
Los más escépticos afirman que el psicoanálisis ha sido un obstáculo para la investigación del cerebro y el desarrollo de tratamientos que resultan mucho más útiles para enfermedades mentales que sesiones interminables de terapia.
Igual que nadie atribuiría un infarto a un problema sentimental, detrás de un trastorno mental –como una depresión o una adicción- no tiene por qué haber un trauma infantil o un deseo reprimido.
Este tipo de enfermedades, generalmente, se tratan de un problema en la síntesis de neurotransmisores, para lo que resulta mucho más efectivo una pastilla de litio que horas de charla facturadas a un precio de oro.