Hace tiempo que la especie humana ha empezado a preguntarse hasta dónde será capaz de llegar. Probablemente ese primer homínido que decidió levantar las manos del suelo para caminar erguido no tenía ni idea del torrente evolutivo que se le venía encima, ni mucho menos del complicado contexto que nos envuelve más de 5.000 millones de años después.
Aunque la construcción de las pirámides siga siendo un misterio, muchos siglos de desarrollo tecnológico después hemos comprendido que la ambición humana no tiene techo. Primero inventamos la rueda, después aprendimos a volar y más tarde encontramos la forma de estar conectados al mundo de manera simultánea e inmediata. Lejos han quedado aquellos primarios seres que se comunicaban emitiendo gritos. Ahora somos seres tecnológicos que, como tales, vivimos en la Era Tecnológica.
Si echamos la vista atrás, puede parecer inconcebible aquel mundo arcaico donde habitaron las primeras civilizaciones, sin embargo en los últimos años hemos dejado de mirar hacia adelante… ¿Por qué? Porque tenemos todo lo que nos importa en la palma de la mano; hemos inventado la tecnología y la hemos hecho móvil. Ya no usamos herramientas, sino complejos dispositivos que tienen cientos de utilidades. Empezamos por una sencilla generación de telefonía y ya vamos por el cuarto eslabón. El 4G.
ANTES DEL CELULAR (A.C): PREHISTORIA
En gran medida, la evolución es un hecho desencadenado por tropiezos, giros inesperados o acontecimientos fortuitos. Buen ejemplo de ello serían las dos Guerras Mundiales que han marcado la historia del siglo XX. Acontecimientos devastadores para la humanidad que, sin pretenderlo, han traído consigo el desarrollo tecnológico. Ya que entre otras cosas, fue a inicios de la Segunda Guerra Mundial cuando empezamos a darnos cuenta de que la comunicación a distancia era necesaria.
Motorola tomó buena cuenta de ello y se puso manos a la obra para diseñar un equipo llamado Handie Talkie H12-12. Con este aparato las tropas aliadas podían comunicarse a través de ondas de radio y no superaban más de 600 Khz, sin embargo este invento no estaba pensado como algo realmente portátil. Su tamaño y su peso permitían llevarlo en un avión militar, pero de ningún modo en el bolsillo de una chaqueta.
Más adelante, en la década de los 60, el concepto de telefonía celular ya se había extendido entre las compañías de telecomunicaciones. La duda estaba en saber cuál sacaría la idea adelante. Tras años de incertidumbre, fueron los Laboratorios Bell los que presentaron una primera patente en 1972. Se había escrito la fórmula del futuro.
PRIMERA GENERACIÓN (1G): LA EDAD DE PIEDRA
El 3 de abril de 1973, desde una calle de Nueva York, Martin Cooper hizo la primera llamada desde un dispositivo móvil (el DynaTAC 8000X). Aunque en realidad el aparato no se empezó a comercializar hasta el año 84 y fue Ericsson, en 1981, la primera compañía en lanzar el primer sistema de telefonía móvil tal y como lo conocemos hoy en día, el NMT 450.
Este primer teléfono pesaba alrededor de1 kg y su batería sólo duraba 1h de conversación, no servía para poco más que para hacer una pequeña conferencia de camino a la oficina, pero Ya rugía el rumor de una sociedad de consumo que estaba abierta a descubrir nuevas necesidades que cubrir. Este avance supondría los cimientos de generaciones con otro concepto de la comunicación.
SEGUNDA GENERACIÓN (2G): EL RENACIMIENTO
Una vez inventada la rueda sólo hacía falta echarla a rodar. Visto el potencial del dispositivo móvil, fue cuestión de tiempo que las compañías invirtiesen para mejorar el rendimiento de estos aparatos y multiplicar sus posibilidades. En seguida se incrementó la calidad de la voz en las llamadas y, por supuesto, se redujo el peso y el tamaño. Además, surgió un mercado completamente nuevo, apareció toda una industria de las telecomunicaciones, lo que provocó que aumentase el número de fabricantes y operadores del sector. Con ello también se redujeron los costes y creció el número de usuarios de este servicio. La industria estaba en pleno Renacimiento y se le prometía un horizonte prometedor.
Superadas las primeras fases, se buscaron retos más ambiciosos. Era hora ampliar las posibilidades y ofrecer a los usuarios otro tipo de servicios. Llamar o enviar mensajes era cosa de la Edad de Piedra. Rápidamente surgió la generación 2.5G, lo que supuso un puente entre los primitivos móviles iniciales y los Smartphones. A través de los EMS/MMS, mediante GPRS o “servicio general de paquetes vía radio”, los teléfonos servían para enviar imágenes, vídeos o sonidos, además de texto.
TERCERA GENERACIÓN (3G): LA ILUSTRACIÓN
Y entonces llegó él… Mr. Internet. Y con él, los Smartphones. En realidad Internet era un viejo conocido, pero las compañías de móviles le abrieron las puertas para que pudiésemos llevarle con nosotros a cualquier parte. Eso sí, previa reforma.
iPhone y Android pusieron a sus mentes más ilustres a trabajar para transformar a los móviles en pequeños ordenadores personales. Afrontar este nuevo reto ya ni siquiera sonaba ambicioso. El torrente tecnológico al que los nuevos tiempos nos tenían acostumbrados hacía que el cuerpo nos pidiese cambios cada vez más a menudo. La necesidad de transmitir más datos y hacerlo más rápido, el deseo de convertir a los dispositivos en verdaderas navajas suizas y la demanda de innovación por parte de los usuarios hicieron que la industria creciese de manera exponencial. Por consiguiente, llegó el 4 G: el último eslabón.
Tras olvidar la obsesión que nos obligaba a hacer los móviles cada vez más pequeños, la llegada de Internet provocó que la tendencia se invirtiese. La gente de a pie lee el periódico en su teléfono, por lo que las pantallas diminutas de los 2000´s no son lo que más necesitan.
El 4G llega por la necesidad de navegar a mayor velocidad y ancho de banda. Por los vídeos en alta definición, la televisión en el móvil o los videojuegos, ya que son realidades de los tiempos que corren y necesidades diarias de unos usuarios que se han vuelto cada vez más exigentes y quieren aparatos de última generación.
El FUTURO
Cabe preguntarse cuál será el próximo que nos planteemos afrontar. En una industria donde se hace más que plausible el lema “renovarse o morir”, parece que la última carta por la que se ha apostado es por la del diseño. El esperado Apple Watch parece ser la última gran revolución, sin embargo muchas marcas han querido lanzar su propuesta para estar a la cabeza de la innovación tecnológica. Estos son sólo algunos ejemplos de diseños que quizás se queden en el limbo o tal vez revolucionen un futuro cada vez más cercano: