Cómo funciona nuestro cerebro para controlar la mirada

La tecnología en el futuro será embeddable y estará bajo la piel

Parecía que el futuro pertenecía a los wearables. Pero el presente lo desmiente. La tecnología tiende a la invisibilidad y eso está ocurriendo ya con los embeddables

Decían que el futuro tenía efecto pegatina. Los humanos llevarían decenas de sensores y dispositivos pegados al cuerpo. Internet, el GPS y los microcomputadores que amplifican los sentidos estarían camuflados en la ropa y en los complementos. En sus cinturones, sus gafas, sus pulseras… Las máquinas serían vestibles (wearables).

Pero el futuro es manipulable y ahora, dicen, ya no es pegajoso. Está escondido bajo la piel. Los dispositivos en la indumentaria hacen demasiado ruido táctil y visual. Internet, el GPS y las computadoras microscópicas estarán embebidos en el organismo (embeddables). El futuro tiene una misión urgente: hacerse invisible.

embeddable  chip flexible

En las próximas décadas el cuerpo humano puede llegar a ser el principal ordenador de nuestra vida. Bajo el envoltorio del biohacking cada individuo se instalará sensores y nanodispositivos que, igual que hace un ordenador externo, irán actualizándose y mejorando progresivamente el potencial de la especie.

Ese futuro no está tan lejos. Introducir grandes capacidades en un espacio minúsculo resulta cada vez más fácil. David Evans, chief futurist de Cisco, dijo en la conferencia de Wearable Technology de Londres, el pasado mes de marzo, que el tamaño que requiere el procesador de una computadora disminuye por 100 en solo una década.

Los volúmenes que se han alcanzado ya son absolutamente mínimos. Hoy existen algunos componentes de microchips que miden lo mismo que una hebra de ADN humano, y de acuerdo con los cálculos de Evans, en 2040, la potencia de un smartphone actual cabrá perfectamente en el tamaño de un glóbulo rojo. La inteligencia tiende a lo invisible.

No era así en la visión del futuro que había en los 80. Entonces la tecnología vislumbraba un mundo con dispositivos adheridos al cuerpo mediante cinturones, chalecos o brazaletes inteligentes. Pero los wearables han ido despacio. Demasiado despacio. “Aparecieron hace más de 30 años y no se han convertido en una opción masiva”, indica Jesús Gorriti, group director de Fjord. “El 80% de los aparatos de quantified self que se compran para hacer fitness dejan de utilizarse al poco tiempo. Tampoco han tenido éxito las Google Glass. Tenemos demasiados dispositivos alrededor que hacen que no sea necesario utilizar unas gafas. Si los usuarios no le ven valor, el gadget no funciona”.

La tecnología, hoy, pretende construir un mundo donde todo es mejorado en silencio y de forma impalpable. Aunque el futuro inmediato tiene espacio para las dos modalidades. “Los wearables y los embeddables van a estar cada vez más presentes y también van a ser más invisibles”, asegura Gorriti. “Van a incorporarse sobre todo en las infraestructuras. Van a ayudar a enriquecer todas las cosas”.

El proceso también será silencioso. “Los aparatos se van a ir embebiendo en nuestro entorno sin que nos demos cuenta”, comenta. “Adidas, por ejemplo, está llevando a cabo la estrategia correcta. Está haciendo invisible la tecnología de quantified self y se dirige solo a la gente que le interesan estas cosas. No malgasta esfuerzos porque sabe que ahora mismo no es una opción masiva”.

Dice el group director de Fjord que la invisibilidad de los wearables y los embeddables no solo será para el usuario. También estarán ‘escondidos’ a nuestro alrededor. Pero hasta que eso ocurra “queda mucho”. “Habrá más sensores que se comuniquen con el ambiente que nosotros con ellos. La comunicación entre los sensores, los dispositivos y toda la infraestructura tecnológica irá haciendo la vida mejor sin necesidad de que las personas tengamos que estar en comunicación permanente con ellos”.

En la pista hacia el futuro hay ya muchos prototipos y dispositivos que confirman esta teoría. Gorriti destaca estos cuatro.

El tracker de fitness elegante Misfit Shine. Para el responsable de Fjord, este dispositivo ejemplifica uno de los debates actuales entre los tecnólogos y los diseñadores: “los aspectos emocionales y estéticos de los wearables están yendo más allá de los funcionales”. “La estética se está convirtiendo en una gran barrera para la adopción de tecnología vestible y quizá incluso de la embebida”, asegura. “El sobrenombre ‘glassholes’ que han puesto a los usuarios de las Google Glass pone de manifiesto que se requieren ciertos mínimos estéticos para la adopción de un wearable. Misfit Shine es un exponente de esta tendencia: menos funcionalidad a cambio de un estilo más acorde con la sensibilidad estética del público. Si nos fijamos en Apple, vemos cómo se está apoyando en la moda y el lujo para lanzar dispositivos como Apple Watch. Y no solo eso: está reclutando a profesionales procedentes de firmas como Louis Vuitton y está publicitado su nuevo wearable en revistas como Vogue”.

Este interés no es exclusivo de Apple. Samsung o LG también llevan tiempo intentando establecer un equilibrio entre estética y funcionalidad. No solo en la apariencia externa de los dispositivos. También en el software. Eso han hecho Samsung y Montblanc para el lanzamiento del Note 4. El fabricante de instrumentos de escritura, joyas y objetos de cuero ha diseñado una carcasa y un programa de escritura para el nuevo smartphone.

La brújula subcutánea Southpaw. Este diminuto compás envuelto en una cápsula de titanio se introduce bajo la epidermis. El dispositivo nació de un proyecto colaborativo impulsado por la plataforma Biohack.me y el ingeniero electrónico Brian McEvoy. Gorriti lo destaca “no solo por lo atractivo que es el concepto y porque rompe la barrera de la piel, sino porque el prototipo está basado en el brazalete North Paw y esto representa la evolución del wearable al embeddable. Hace invisible lo visible. Es uno de esos ejemplos de tecnología que amplifica un sentido o una capacidad de la que ya disponemos: el sentido de la orientación”.

El e-tatuaje en la garganta que registra las palabras subvocalizadas. Para el director de grupo de Fjord, “esta patente muestra que los embeddables no solo pueden llegar a amplificar una capacidad existente, como la brújula mejora el sentido de la orientación. Puede incluso crear nuevos sentidos. Y en este caso sería algo parecido a la telepatía”.

El equipo de Guiseppe-Elie, profesor de bioingeniería de la Universidad de Carolina del Sur y editor de la publicación Bioengineering, están investigando y desarrollando tatuajes electrónicos equipados con sensores que miden constantes vitales y que envían la información mediante wireless. Estos dispositivos, desarrollados para obtener información del cuerpo sin necesidad de emplear cirugías invasivas, empezarán a comercializarse muy pronto y no requerirán la atención de personal sanitario para aplicarlos.

El brazalete que regula la temperatura corporal Wristify. Gorriti destaca este dispositivo porque considera que “si llega a convertirse en producto masivo, representará un cambio de paradigma en el control del confort ambiental. Pasaremos de lo grupal a lo individual. Hasta ahora, la calefacción o los sistemas de refrigeración controlan el ambiente. Esta pulsera permite que cada individuo regule la temperatura de su cuerpo y eso hará que cada persona establezca sus propias condiciones óptimas en un espacio compartido con muchos más”, especifica. “Esta misma idea se podría aplicar también al control de la luminosidad. Unas lentillas podrían controlar el nivel de fotones que entra en los ojos y así cada persona decidiría cuánta luz tiene en una misma habitación”.

Hay más investigaciones que buscan su lugar en los fondos humanos. Rich Lee está investigando el uso de imanes para convertir sonidos en campos electromagnéticos. Su objetivo es desarrollar los “primeros auriculares internos”, aunque el experimento va más allá. El transhumanista black hat dice que pretende desarrollar un sexto sentido porque los implantes no solo captan ruido. También le permiten ‘escuchar‘ calor desde la distancia, detectar campos magnéticos y percibir señales de wifi”.

Lee empezó a interesarse por descubrir mecanismos que amplifican sus sentidos porque su vista se está deteriorando. El biohacker no quiere perderse en el mundo y, antes de que se apague su vista, intenta desarrollar su sentido de la ecolocalización (localización mediante sonidos).

Frank Swain llegó al biohacking y el deseo de mejorar sus capacidades mediante la instalación de piezas digitales en su cuerpo por un motivo similar. El escritor y periodista británico sufre un problema de audición y eso le llevó a desarrollar un prototipo que convierte el ruido ambiente (incluidas las señales de wifi y otros sonidos imperceptibles al oído humano) en información para orientarse y conectarse con su entorno.

En una entrevista en Radio 4, de la BBC, Swain indicó que “vivimos en la era del aumento y pronto todos podremos decidir si queremos potenciar de algún modo nuestras capacidades. Después de todo, gran parte de la tecnología de las prótesis aportan mucho más que solo reparar o completar lo que falta a un cuerpo o una mente. Y ahora, además, ofrecen el potencial de convertirnos en más que humanos”.

“En mi caso, para escuchar un audio, podría conectar mi oído artificial directamente a un streaming en internet”, indicó en una entrevista para TecnoXplora. “Los oídos están diseñados para escuchar gran cantidad de información sonora compleja a la vez. Los míos podrían reconocer muchas más cosas de las que reconoce un humano. Desde la actividad meteorológica al tráfico de internet de la zona en la que estoy. Con la aplicación adecuada, en vez de escuchar con dificultad, podría ser un superhumano”.

David Evans describe las dos próximas décadas como la “fase embeddable”. Piensa que toda la tecnología que hoy podemos vestir se irá introduciendo en el cuerpo y, en última instancia, esta evolución llevará a la “fase del reemplazo”: sustituir partes del organismo por piezas de mayor capacidad.

En ese futuro quedan aún muchas incógnitas por despejar. Dicen que será silencioso, inodoro, invisible e insípido. Pero ¿qué pasa con el tacto cuando el dispositivo se aloja bajo la piel o en el fondo del estómago? “Las tecnologías externas nos están provocando nuevas sensaciones, como, por ejemplo, las ‘vibraciones fantasmas’ (al llevar el móvil pegado al cuerpo, a veces, se produce una falsa percepción de que está sonando)”, dice Gorriti. Y si esto es así con el teléfono en el bolsillo, “¿qué nos harán sentir los dispositivos embebidos?”.

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